Fernando Botero, ícono universal del arte y orgullo colombiano

En el 2004 el pintor antioqueño fue personaje de año CROMOS. Aquí le recordamos por qué.

Por Redacción Cromos

19 de julio de 2013

Fernando Botero, ícono universal del arte y orgullo colombiano
Fernando Botero, ícono universal del arte y orgullo colombiano

Fernando Botero, ícono universal del arte y orgullo colombiano

Archivo CromosTexto: Asbel LópezFotos: Xavier Pardessus

 

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Por su generosidad es el primero de los trece personajes cromos. Este año no sólo donó cien millones de pesos para premiar al mejor artista joven, sino que entregó 208 obras suyas y de grandes artistas al museo del banco de la república. Desde 1977 su inventario de donaciones acumula 324 piezas. Pinta todos los días y ya tiene 30 cuadros más para regalarle a su país.Fernando Botero pinta ocho horas diarias, de diez de la mañana a ocho de la noche, incluidos los sábados y los domingos. “No he encontrado nada que me guste más”, confiesa en su taller de la Calle Dragón, en el Barrio Latino de París. En medio de obras colgadas en los muros y regadas por el piso agrega con los brazos abiertos: “Por eso mi obra es tan extensa”. En la capital de las tentaciones, donde vive cuatro meses al año, el pintor colombiano más famoso de todos los tiempos se empecina en trabajar. Pinta varios cuadros al mismo tiempo: mientras los unos se secan, termina o empieza otros.

012-1 "Cuando era pequeño quería ser bombero. A partir de los 12 años quería ser torero. No me imaginé nunca ser un artista de éxito, es la gran sorpresa de la vida porque creo que yo estaba destinado a ser muy pobre"

 

En sus talleres de Nueva York, Montecarlo y Pietrasanta (Italia) pinta con el mismo frenesí. En México no tiene taller pero aprovecha para consagrarse al dibujo y a la acuarela en la suite del hotel donde se hospeda. Fernando Botero no se dedica a otra cosa con más pasión y alegría que a la pintura. Cuando viaja es para reunirse con sus nietos o para acompañar a sus gordas. Recientemente se hallaba en Singapur, donde inauguró una exposición de esculturas monumentales. Estaba muy contento y les repetía por teléfono a los amigos que lo llamaban desde Colombia la dirección del sitio en internet donde se puede saber más sobre esa muestra: www.boteroinsingapore.com.Se equivocan entonces, por completo, los que se imaginan a Fernando Botero a los 72 años de edad trabajando en los ratos libres o disfrutando plácidamente de su fortuna. Botero pinta tanto como antes de alcanzar la fama internacional. Lo que ocurre, sin embargo, es que desde hace un par de años se ha convertido también en un destacado filántropo.

012-2 La muerte de Pablo Escobar hace parte de las 109 piezas que el maestro Botero donó al Museo de Antioquia en el 2000.

 

Quizá, sin exagerar, en el filántropo colombiano más sobresaliente de todos los tiempos. E incluso uno de los más grandes del mundo, se atreven a sostener algunos. Las importantes donaciones de obras tanto suyas como de grandes pintores del siglo XX como Courbet, Corot y De Chirico, entre muchos otros, al Museo de Antioquia en Medellín, al Banco de la República y, más recientemente, al Museo Nacional en Bogotá, no tienen antecedentes. Él mismo, sin modestia alguna, lo subraya: “No conozco en la historia –y no creo que haya– un pintor vivo que haya hecho una donación tan importante como la mía. Picasso donó algunas obras a un museo de Barcelona, pero las obras que hay en el Museo Picasso son todas en pago de impuestos de sucesión al Estado. En mi caso no era así: se trató de una auténtica donación inspirada en el deseo de que esas obras fueran apreciadas por los colombianos”.Al principio de su carrera, Fernando Botero pasó seis años pintando sin haber visto un solo cuadro original de un gran pintor. El primero fue un Zurbarán en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, de Barcelona, cuando tenía 20 años. “Esto es lo que ya no les va a pasar a los pintores colombianos porque ahora pueden ir al Museo Botero para ver pintores muy conocidos. Un museo con obras tan importantes no lo hay en todas partes. No lo hay en Perú, ni en Chile, ni en Ecuador. Ni siquiera en México”.Ejemplos de lo que Botero realizó en su ciudad natal tampoco se encuentran fácilmente en ninguna otra parte del mundo, porque se trata del encuentro afortunado y fructífero entre un alcalde y un artista. “Le propuse al alcalde Juan Gómez Martínez que si tumbaba una manzana del centro, yo le regalaba a Medellín 25 esculturas monumentales. Y Juan la tumbó. ‘Mirá, Juan –le dije también–, este edificio para el metro que todavía no se ha inaugurado es muy feo, túmbalo’. Y lo tumbó. Fue un trabajo en equipo increíble con el alcalde que me produjo un enorme placer. Otro día, en una reunión de arquitectos, tome un lápiz y dije: ‘La plaza debe ser así’. Y la hicieron como yo dije. Esa es hoy la Plaza Botero, la plaza más grande de Medellín en el centro de la ciudad, que me honra mucho que lleve mi nombre. Es una sensación maravillosa. ‘Las lámparas de esta calle no me gustan, cámbienlas’. Y las cambiaron. El museo por dentro también fue insinuado por mí: ‘Lo quiero así’, dije, y lo hicieron igualito. El nombre también se lo inventé al museo: ‘Quisiera que este museo se llame Museo de Antioquia’. Y le pusieron ese nombre. Total, ¿qué más puedo decir? Después de haber recibido tanta atención a mis deseos, tenía que corresponder con la misma generosidad”.

013-1 "Le propuse al alcalde Juan Gómez Martínez que si tumbaba una manzana del centro, yo le regalaba a Medellín 25 esculturas monumentales. Y Juan la tumbo"

Juan y Fernando, el alcalde y el pintor, dieron con estas obras de recuperación del centro un gran impulso a Medellín para convertirla en un centro artístico y cultural de primer orden en América Latina. Botero rediseñó una parte de la ciudad como si estuviera pintando en su taller. Una empresa, sin lugar a dudas, maravillosa que tiene, sin embargo, sus límites cuando se trata de rediseñar todo un país como el nuestro.Porque la paz no llega más rápido gracias a un cuadro, aclara. “Si el arte tuviera esa fuerza política y social, el Guernica habría tumbado a Franco”. Pero el Generalísimo siguió en el poder 25 años más después de que Picasso pintó esa obra. Lo que sí es cierto, en cambio, es que la humanidad no olvida el bombardeo que la inspiró. “El arte sirve simplemente como testimonio para las generaciones futuras. Esa es su gran fuerza”. Uno de los cuadros más impresionantes de su taller en París evoca precisamente una de las tantas masacres que han ocurrido en Colombia. Desde la donación que hizo al Museo Nacional a mediados de 2004, Botero ha pintado una treintena de cuadros sobre la violencia. “Esas obras también irán a un museo colombiano, después de que sean expuestas en Roma y en Estados Unidos”.Su primera donación importante data de 1977, cuando regaló 18 obras al Museo de Antioquia tras el accidente de tránsito en el que falleció su hijo y con las que se creó la sala Pedrito Botero. Un par de años después, para festejar sus 60 años, decidió regalarse un ancianato y mandó a construir uno al norte de Zipaquirá con capacidad para 300 personas, “el más grande de Colombia”, según precisa. Sus recientes donaciones de obras –tanto suyas como de grandes pintores del siglo XX– a museos de Medellín y de  Bogotá son sin precedentes en el país. A pesar de tanta generosidad, Botero insiste en que quiere ser recordado como modelo de buen pintor y no como modelo de filántropo.

014-1"Me alegra mucho que la gente en Colombia me pare en la calle para darme las gracias"

Donar y pintar: a esto se consagra en la actualidad Fernando Botero. O, más bien, a pintar y a donar, porque si bien considera que “dar es mejor que recibir”, lo mejor de todo para él sigue siendo la pintura. “Mi oficio no es ser filántropo sino pintor”. Y cuando le digo que otros colombianos deberían inspirarse en su generosidad, recalca con gran insistencia que no quiere ser ejemplo de nada. “En serio, no pienso que lo sea. Sentí un gran placer haciéndolo y me alegra mucho que la gente en Colombia me pare en la calle para darme las gracias”. Incluso recuerda que en Europa y Estados Unidos, a diferencia de Colombia, regalar obras de arte es algo natural. Para terminar, nos señala con una amplia sonrisa uno de esos deseos profundos que sólo el tiempo cumplirá: “Yo sólo quiero ser ejemplo de buen pintor”. 

Por Redacción Cromos

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