Los nuevos del Norte

En el cono sur, colonos y misioneros españoles fueron responsables de fomentar la cultura del vino en el sur de América, a partir de vides traídas por ellos en el siglo XVI desde las Islas Canarias.

Por Hugo Sabogal

05 de enero de 2020

Cortesía

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En lo que es hoy Estados Unidos, fueron las primeras corrientes migratorias europeas en las costas del nordeste las responsables de iniciar la tradición, echando mano de especies autóctonas americanas. No pudieron plantar sus parras nativas en esa zona, porque estas carecían de protección genética para defenderse de la temible plaga de la filoxera.

En los vastos desiertos sureños, lo mismo que en la costa occidental de la actual California, colonos y religiosos ibéricos repitieron el modelo austral de plantar vides traídas por ellos.

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Visionarios como George Washington y Thomas Jefferson (primer y tercer presidentes de Estados Unidos) favorecieron la producción vitícola mediante la creación de la Virginia Wine Company. En su tiempo, Jefferson fue el mayor enófilo del país.

Hoy hablamos con fluidez de los impresionantes vinos californianos de Napa y Sonoma, lo mismo que de los elaborados en estados como Oregón y Washington. A lo sumo, estamos enterados de los vinos de Michigan, Nueva York y Virginia. ¿Pero pensar en Arizona, Nuevo México y Texas como productores de vino? Parece poco creíble, pero no lo es.

En la mayoría de los 50 estados de la Unión se elaboran vinos desde el siglo XVI porque existen las condiciones de clima y suelo para favorecer la viticultura. De hecho, en esa misma franja, y al otro lado del océano, se encuentran las principales regiones vitícolas del Viejo Continente. Estados Unidos alberga en la actualidad 9.700 bodegas productoras. Y lo interesante es que todavía mantienen vigentes varios cepajes criollos como Concord y Niagara, e híbridos como Catawba y Marechal Foch.

Por décadas, los consumidores estadounidenses prefirieron los vinos de regiones clásicas europeas. Pero solo con el tiempo se abrieron a los vinos de Napa y Sonoma, y a los de valles como Willamette (Oregón), Columbia y Walla Walla (Washington) y a los oceánicos del estado de Nueva York y alrededores del Lago Michigan. Ahora el consumidor estadounidense comienza a dirigir su atención hacia emergentes productores de renovados orígenes como:

Arizona: la producción vitivinícola allí data de 1703, cuando el misionero jesuita Eusebio Francisco Kino produjo vinos en la misión de Dolores, cerca de Sonora. Valen la pena los Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Concord, Zinfandel (tintas) y Muscat, Chardonnay Sauvignon Blanc y Viognier (blancas).

Nuevo México: las primeras vides se plantaron en 1629, a orillas del río Bravo. Igual que en el caso de Arizona, las primeras vides fueron traídas por monjes españoles. Hoy se registra una actividad floreciente, mediante el uso de cepajes como Cabernet Sauvignon, Zinfandel y Syrah (tintos), y Riesling, Sauvignon Blanc y Viognier (blancos).

Texas: los primeros viñedos surgieron de 1662. Incluso, Texas se lleva las palmas por tener entre sus productores a Val Verde, la bodega comercial más antigua en territorio estadounidense, fundada en 1883. Texas es un envidiable centro de producción con un abanico de variedades como Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Sangiovese, Cariñena, Cinsalult (tintas) y Trebbiano Toscano, Vermentino, Chenin Blanc y Albariño (blancas).

¡Y las zonas que faltan! Toda una revelación, sin duda.

Por Hugo Sabogal

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