Recuerdos para el brindis

De cuando en vez conviene preguntarnos cómo han terminado entre nosotros muchas de las bebidas con las que celebramos buenos momentos, como cuando despedimos ahora un viejo decenio y damos la bienvenida a otro cargado de expectativas. Feliz 2020.

Por Hugo Sabogal

29 de diciembre de 2019

James Buchanan, nació en Ontario, Canadá, adonde sus padres, escoceses de nacimiento, habían emigrado por razones económicas. / Cortesía

James Buchanan, nació en Ontario, Canadá, adonde sus padres, escoceses de nacimiento, habían emigrado por razones económicas. / Cortesía

Futilidad o no, de cuando en vez conviene preguntarnos cómo han terminado entre nosotros muchas de las bebidas con las que celebramos buenos momentos, como cuando despedimos ahora un viejo decenio y damos la bienvenida a otro cargado de expectativas, por aquello de que “2020” es también la unidad de la visión perfecta.

Hoy pondré el foco en tres reconocidas casas.

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La primera nació de la mano de un modesto campesino llamado John Walker, nacido en 1805 en la población de Kilmarnock, condado de Ayrshire, suroeste de Escocia.

Cuando murió su padre, un dedicado granjero, sus descendientes vendieron la finca para invertir en una tienda de abarrotes, donde, además de legumbres, vendían vinos y algunos whiskies de la zona.

El joven John debió asumir el manejo del negocio en plena pubertad, sin siquiera haber probado una gota de alcohol en su corta vida. Aún así, dio prioridad a la comercialización de whiskies de malta y de grano, lo que animó a preparar una mezcla propia bautizada con el nombre de Walker Kilmarnock Whisky.

Walker falleció tempranamente, pasados los cincuenta años, pero su hijo, Alexander, y su nieto, Alexander II, asumieron el proyecto del whisky y se dedicaron a perfeccionar la receta hasta llegar a la versión que hoy constituye la columna vertebral de la marca en todo el mundo.

Una vida igual de cambiante forjó el destino de James Buchanan, nacido en Ontario, Canadá, adonde sus padres, escoceses de nacimiento, habían emigrado por razones económicas. Aún de tierna edad, Buchanan regresó a Escocia con su familia.

Después de asistir a la escuela, se mudó a Irlanda del Norte para trabajar como mensajero. En 1868, descontento con esa experiencia, llamó a William, su hermano, quien vivía en Glasgow, donde administraba su propio negocio de granos y semillas.

Diez años más tarde, en 1778, se trasladó a Londres para vincularse como ejecutivo de ventas en la distribuidora de los whiskies Charles Mackinlay & Co. Ya conocedor del negocio de los espirituosos, lanzó su propio whisky de mezcla, que se caracterizó por ser suave, ligero y sedoso. Claramente, se diferenciaba de los whiskies rústicos y artesanales de la época.

Primero lo ofreció en pubs, bares y tiendas, y pronto vio la oportunidad de participar en una licitación abierta por la Cámara de los Comunes para suministrar el whisky de la casa. Buchanan obtuvo el contrato.

De ahí en adelante, la vida no dejó de sonreírle. A partir de 1897 empezó a despacharle whiskies al príncipe de Gales, después coronado como Eduardo VII. También fue proveedor de la reina Victoria y de toda la casa real. En 1907, incorporó otras dos dinastías monárquicas: la de Japón y la de España. Por servicios prestados, la casa real inglesa lo ungió con el título nobiliario de lord Woolavington, así como con la orden del Imperio británico. Buchanan murió en 1935.

Otra historia de fantasía rodeó la vida de Richard Hennessy, nacido en Killavullen, Irlanda. Muy joven, viajó a Francia para asumir como alto oficial del ejército del rey Luis XV. Concluida su misión, se instaló en la región de Cognac, donde produjo brandis de gran calidad, que distribuía en Francia y otros países europeos.

La fama llegó a oídos del monarca inglés Jorge IV —gran conocedor de coñacs—, quien le pidió elaborar una versión de larga crianza a la que Hennessy denominó Very Superior Old Pale, calificativo que aún utilizan muchos productores.

La reputación obtenida por estos coñacs impresionó a la emperatriz María Federovna, de Rusia, quien le mandó elaborar una versión única para su hijo, el zar Alejandro III.

Los años posteriores no fueron menos demandantes ni menos gloriosos para esta casa de cognac, hasta su fusión, en 1971, con Möet et Chandon, el gigante de la champaña. El nuevo grupo, a su vez, incorporó a la prestigiosa compañía francesa de cueros Louis Vuitton.

Hoy, Louis Vuitton Möet Hennessy es la insignia de productos de lujo en el mundo. Abarca vinos, champán, coñacs, whiskies de malta, marcas de alta costura, artículos de cuero, perfumes, relojes, diarios, revistas, aplicaciones financieras y muchas líneas más.

Feliz 2020.

Por Hugo Sabogal

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