Andrés Astroza llegó a tener 42 perros, que están dispersos en varias fincas. Actualmente, su familia está compuesta por 15 peludos.
Algunos seres humanos son capaces de sobrevivir a condiciones extremas. Aunque cueste imaginarlo, están preparados para recibir el amanecer sin abrigo, a resistir días enteros sin comer, a no tener un espacio para bañarse, a pasar la noche sin techo. Según un estudio del DANE y la Secretaría de Integración Social de Bogotá, más de 9.500 personas habitan las calles de la capital y construyen su vida sin disponer de servicios básicos. La mayoría son ignoradas, vistas con desdén, incluso son consideradas una piedra en el zapato para el modelo de sociedad productiva.
En la intemperie también crece otro fenómeno que se ha convertido en un dolor de cabeza para las autoridades: los perros callejeros. El Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal informa que 120.000 mascotas fueron abandonadas en los primeros tres meses del 2018. En las calles –donde parece que el olvido de la familia es absoluto, donde en ocasiones resulta difícil que el amor florezca–, la frase “el perro es el mejor amigo del hombre” adquiere más valor. Estos peludos de cuatro patas no escatiman expresiones de afecto hacia sus amos, quienes los ven como compañeros inseparables con los que un día, azarosamente, se cruzaron en un andén.
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“Mi papá era japonés. De niño me fui de la casa porque ese señor le pegaba a mi mamá”, afirma Tacafumi Nagano González, en la esquina de la calle 17 con carrera novena. Su mascota se llama Siux.
Ángel David Gómez y su mascota se la pasan en la calle 19 con carrera tercera, él y su cachorro viven en un cambuche en la montaña, junto al río San Francisco, cerca al Cerro de Monserrate.
Los medellinenses Fernando y Javier viven hace siete años en Bogotá. Hoy deambulan por el centro con Pedro, limpiando vidrios o pidiendo dinero.
Luis Enrique García: “Hace siete años no me despego de Pitubily Flastigrex”. Su nombre es una mezcla de los nombres de cinco perros anteriores a ella.
Peter es la principal motivación de César para conseguir el dinero que le permita pagar una pieza. Anteriormente intentaron dormir en la calle, pero el perro lloraba mucho.