Duelo familiar: ¿cómo hablarles a los niños de la muerte?

Entrevista a Natalia Izquierdo, psicóloga especialista en familia, para hablar de un tema que evitamos: la perdida de un ser amado y su impacto en nuestras vidas.

Por Carlos Torres / Revista Cromos

29 de noviembre de 2019

Pixabay

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¿Por qué los padres de familia suelen ocultar emociones a los menores? Por ejemplo, hay mamás y papás que disimulan la aflicción causada por la muerte de un ser amado.

El niño es un ser integral, nosotros los adultos a veces los desfragmentamos. Pensamos en que no hay que demostrarles que estamos tristes. Es necesario entender que es un ser con un aparato psicoemocional activado desde que nació. El menor hace parte de un núcleo familiar y es normal que le afecte lo que le afecta a su entorno.

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Póngame en contexto, ¿habla de los niños de determinada edad?

Es importante tener en cuenta su edad, en bebés de cero a tres años, no van a tener conciencia plena de lo que pasa en el mundo que los rodea, pero sí hay algo, que es la permeabilidad. Las emociones de los adultos se contagian. Si es su mamá la que fallece, ya no lo lactan; si pierden a su abuelita, que era la que los cuidaba, imagina el efecto del desapego que sufren. La recomendación es estar muy atento a sus reacciones somáticas y biológicas.

 

¿Qué hay de los de más de tres años?

Ya de los tres a los cinco pueden ser más consciente de que se suspenden las funciones vitales. También pueden hacerse una idea de la universalidad de que todos los seres somos mortales. Para explicarles, podemos trabajar comparaciones, darles el derecho a que nos expresen su emocionalidad, podemos darles una mano para comprender la muerte con ejemplos que incluyan animales y las flores. 

 

Supongo que puede ser menos complejo explicar la muerte y su dolor a los menores que se acercan a la pubertad.

De seis a diez años son prepuber. En este lapso puede haber emociones relacionadas con la pérdida. En esta edad es crucial comprender la muerte a través de lo irreversible y lo universal. La muerte es un paso a otro estado, en el que perdemos a la persona, pero no su legado. Podemos darles ejemplos asociados, que incluyan la expresión de emociones.

 

¿Pueden sentir culpa por esa muerte?

Para evitar ese escenario está la conversación, en la que haya derecho a procesar la perdida. Lo que puede suceder cuando al niño no se le permite expresarse son depresiones o algún tipo de malestar psicológico. En la adolescencia, tenemos más abundancia de léxico, sin embargo, está entrando la crisis de identidad y desarrollo. En esta etapa el duelo es un golpe muy duro para el ciclo vital. 

 

¿Cómo debería ser el acercamiento a rituales como el funeral y el entierro?

Los niños deben entender que la muerte es parte de la vida. Los papás debemos dejar que se relacionen con esos espacios. Expresiones como "él ya es un ángel" son valiosas porque enseñan a relacionarse con la muerte desde un ámbito cultural. La recomendación es evitar relatos de miedo, que no favorecen la empatía. Necesitamos una relación en la que podamos hacer preguntas sobre las emociones. Si es una familia en la que es difícil comunicarse, mi recomendación es buscar a un terapeuta especializado en niños.

 

Parece fácil lo que dice, pero al final nadie está preparado para la muerte.

La muerte te deja aturdido, sobre todo si es accidental. Primero es el impacto, luego viene la asimilación y, por último, la renovación. En la asimilación se le debe permitir a la persona estar triste, no dejarla aislar del todo. Si uno es la mamá, se le puede decir al hijo "quiero estar sola un rato", "necesito ir a caminar", porque es natural demostrar que los adultos necesitamos procesar las emociones. Ojo, si perpetúas el aislamiento, al cual tienes derecho, puedes estar sufriendo una depresión y producir cambios negativos en el círculo familiar.

 

¿En qué momento la tristeza se vuelve patológica?

En los niños se presenta deterioro de sus actividades diarias y sus habilidades emocionales. La agresividad, el mutismo y la tristeza son sintomas relevantes. En los adultos, se presentan altos niveles de ansiedad y depresiones inmediatas o posteriores. También pueden haber desordenes alimenticios, en el sueño y en el rendimiento académico y laboral.

Por Carlos Torres / Revista Cromos

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