Lo que debes saber sobre deshidratación en niños

El agua es un elemento trascendental para la existencia y conservación del planeta, pero también es esencial para la vida del ser humano y la ejecución de muchas de sus funciones vitales; no por casualidad se distribuye por todo el cuerpo y en cada uno de los órganos que lo conforman, representado entre el 50 y 70 por ciento de nuestro peso corporal, según la edad y el sexo.

Por Sandra Aguja

30 de septiembre de 2020

Niña tomando agua.

Niña tomando agua.

Fotografía por: Pixabay

La eliminamos principalmente a través de la orina y el sudor, pero también por el llanto, las heces y la evaporación de la piel y de los pulmones al respirar. Y la recuperamos, sobre todo, con la dieta al consumir diversos alimentos y líquidos. Sin embargo, cuando la pérdida es mayor que el consumo, se produce la deshidratación.

No solo la exposición directa a los rayos del sol en un día bonito, con una temperatura muy elevada, son causantes de la deshidratación. Diversos síntomas relacionados con enfermedades o afecciones también pueden ocasionar este estado en el que se presenta pérdida de agua y de electrolitos o sales en el cuerpo del ser humano, tales como sodio, potasio, cloro, calcio, magnesio, fósforo, etc.

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Infecciones o enfermedades gastrointestinales, respiratorias y urinarias con episodios de vómito y diarrea (como gastroenteritis, bronquitis, neumonía…), fiebre elevada, disminución notoria en el consumo de líquidos y actividad física con producción de sudor, son algunas de las condiciones que más provocan la deshidratación.

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Y junto a las personas de la tercera edad, los niños, sobre todo los más pequeños, son los más sensibles a padecer este cuadro clínico, entre otras razones porque pierden con más facilidad y rapidez el agua corporal, situación que puede ocasionar importantes alteraciones negativas en los órganos vitales y diversos sistemas de su organismo.

“Es necesario que los padres tengan presente que los niños con cuadros que los pueden llevar a la deshidratación, como vómito, diarrea y fiebre, deben recibir líquidos con mayor frecuencia para evitarla. Si observan algún signo de alarma como vómito persistente, decaimiento, fiebre que no se controla fácilmente o múltiples episodios de diarrea, deben asistir a su servicio médico para evitar un cuadro de deshidratación grave en el niño”, indica la pediatra Sandra Pabón*. Cuando esto sucede, lo más probable que allí le apliquen suero vía intravenosa.

Los especialistas destacan otras señales de alerta como aumento de sed, resequedad de la boca con ausencia de saliva, poca o nula producción de lágrimas al llorar, somnolencia, malestar general, palidez, hundimiento de ojos, labios partidos, reducción de la frecuencia urinaria, sequedad, frialdad y arrugamiento de la piel, alteración del comportamiento habitual y frecuencia cardiaca acelerada. La fontanela hundida en los bebés también es considerado como un indicio de deshidratación.

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Al descubrir que tu hijo manifiesta algunos de estos síntomas, es necesario que actúes con calma pero con celeridad para lograr que poco a poco comience a recuperarse y te libres de acudir a una consulta de emergencia o a un servicio de urgencias.

Puedes comenzar a hidratarlo con los sueros o sales de rehidratación oral (SRO), ideales para equilibrar la pérdida de agua y electrolitos. No son manjares, pero en la actualidad se comercializan con diferentes sabores y texturas para hacer un poco más agradable su ingesta; lo primordial es que respetan la composición y concentración de sales sugeridas por la Organización Mundial de la Salud y otras entidades competentes. Su uso es común y las adquieres en cualquier farmacia cercana a tu hogar.

¿Cómo suministrárselas? La pediatra Sandra Pabón te lo explica: “Se les debe dar según su peso y su grado de deshidratación, administrándole pequeñas cantidades cada dos o tres minutos durante las primeras horas. Es importante ver la tolerancia del niño a las sales de hidratación oral”. Cuando percibas que su organismo las acepta bien y que hay mejoría, reanuda paulatinamente su alimentación. Obviamente un menú pesado y abundante no es lo recomendado, pero algo ligero debemos darle, porque como se dice popularmente: “enfermo que come no muere”.

Si tu hijo aún es bebé, se las puedes ofrecer con una cuchara o jeringa sin aguja; en ellos la leche materna y fórmulas infantiles también funcionan bien. Complementa el tratamiento con agua, sopas suaves o alimentos ricos en agua y sales minerales. En casos de diarrea y vómito no son recomendables bebidas gaseosas o deportivas, jugos industriales, te, café ni afines.

Hay imponderables que se escapan de tus manos, entre estos que tu hijo tenga vómito o diarrea por causa de un malestar. Pero en otros casos es posible que le ayudes a evitar un grado importante de deshidratación; por ejemplo, cuando juega un partido de fútbol o de baloncesto, si corre por un buen tiempo con sus amigos o se ejercita mucho, y además con la compañía de un potente sol y lo notas bañado en sudor.

En circunstancias similares, la mejor opción es ofrecerle o aconsejarle tomar agua, hábito que debes inculcarle para que lo haga todos los días y no solo antes, durante y después de una actividad deportiva o física, al igual que el consumo de alimentos abundantes en agua y sales: frutas como patilla, papaya, melón, fresa, guayaba y cítricos, o verduras como rábano, pepino, apio, tomate, lechuga, perejil y zanahoria cruda, entre muchos.

*Pediatra Sandra Pabón (www.sandrapabonpediatra.com.co).

Por Sandra Aguja

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