Semana Mundial del Parto Respetado: mi cuerpo, mis decisiones

Tener un hijo debería ser una experiencia gozosa y transformadora, sin embargo, no siempre lo es.

Por Natalia Roldán Rueda

19 de mayo de 2020

Desde 2004, en mayo se celebra la Semana Mundial del Parto Respetado, una iniciativa creada por la Asociación Francesa por el Parto Respetado e impulsada por UNICEF. / Pixabay

Desde 2004, en mayo se celebra la Semana Mundial del Parto Respetado, una iniciativa creada por la Asociación Francesa por el Parto Respetado e impulsada por UNICEF. / Pixabay

Cuando pienso en el momento en el que recibí a Lucas en mis brazos, después de nueve meses de llevarlo en la panza, revivo esa sensación de paz y bienestar que tuve el día de su nacimiento. Nunca antes había experimentado tal plenitud. Algunas amigas me cuentan que, después del parto, tuvieron miedo por la responsabilidad que se les venía encima. Otras me confesaron, entre lágrimas, que para ellas fue un momento de rabia y tristeza porque, aunque en ese instante no lo entendían a cabalidad, habían sido víctimas de violencia obstétrica.

Yo, en cambio, tuve suerte. Viví la experiencia tal y como la había planeado, gracias a la compañía de un grupo de doulas que me guío durante todo el proceso y a una obstetra fabulosa que antepone la autonomía de las mujeres, en el momento más trascendental de sus vidas, a los protocolos que durante décadas se han enseñado en las escuelas de medicina (siempre priorizando, eso sí, la salud de las madres y sus hijos).

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Por eso, por haber tenido la guía adecuada y la posibilidad de tomar mis propias decisiones, el parto se dio de la manera más natural posible y, depués del nacimiento, pude perderme en medio de todas esas hormonas de bienestar que produjo mi cuerpo y de esa poderosa satisfacción de dar a luz. El nacimiento de Lucas me hizo sentir ligera, volátil, serena. El alivio de haber logrado lo que en un momento parecía imposible (muchas madres, durante el expulsivo, aseguran que se van a morir), ligado a ese torrente de oxitocina natural que viajaba por mi organismo y a los ojos empapados de euforia, felicidad y orgullo de mi esposo, quien fue testigo de todo el proceso, hicieron que la llegada de mi hijo significara paz, armonía, dicha profunda. 

Ver Cómo es un un parto natural

Mi historia debería ser la de todas las mujeres que traen vida al mundo, pero infortunadamente no lo es. Hace décadas el parto empezó a medicalizarse para prevenir las muertes maternas y neonatales, lo cual es maravilloso, pero en ese camino las madres fueron perdiendo la confianza en su cuerpo, olvidaron a oírlo y a entenderlo, y se les metió en la cabeza que era un médico el encargado de tomar las decisiones durante esa experiencia tan íntima y animal. También ocurrió que algunos médicos empezaron a pasar por alto que nosotras somos capaces de parir solas y que cada elección que toman en el proceso deberían compartirla de manera respetuosa para hacernos partícipes.

La reducción de los fallecimientos de madres y niños debería considerarse uno de los milagros de la medicina, pero debería entenderse, primero, que tener un hijo es un proceso natural y que la intervención médica solo debería ocurrir si los implicados están en riesgo o si la mujer prefiere contar con esa intervención, luego de conocer todo lo que conlleva. Por esta razón, desde 2004, en mayo se celebra la Semana Mundial del Parto Respetado, una iniciativa creada por la Asociación Francesa por el Parto Respetado e impulsada por UNICEF, cuyo objetivo es alzar la voz y generar conciencia para que el nacimiento vuelva a ser considerado un proceso natural, en el que se respeten los derechos de la madre y el bebé.

Violencia obstétrica

Es un tipo de violencia que ocurre en un entorno íntimo, en el que a la persona maltratada le cuesta diferenciar si ha sido lastimada o si así es la experciencia de cualquiera cuando tiene un bebé. Es un tipo de violencia que a veces se encuentra en el trato cruel o humillante hacia la mujer, pero que en otras ocasiones ocurre en el momento en el que un obstetra realiza procedimientos correctos pero innecesarios, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no recomienda y que implican mayor sufrimiento para la paciente, ya sea en el momento de dar a luz o en el posoperatorio. Un tipo de violencia del que es difícil hablar en Colombia, porque no está escrito dónde se traza la frontera entre el comportamiento agresivo de un tratante y el de una mamá sensible que carga con una historia traumática que influirá inevitablemente en su percepción del parto.

Ver La violencia invisible detrás del parto

A pesar de que en términos prácticos es difícil determinar qué es violento y qué no, podríamos decir que, en la teoría, la violencia obstétrica ocurre desde el momento en que le quitan a la mujer el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Para que un parto no sea violento, deber ser informado, libre y seguro. Y, en esta trilogía, la palabra ‘informado’ es clave, ya que en nuestros tiempos muchos médicos no explican los procedimientos y, lo que es más importante, nosotras no conocemos nuestro cuerpo y no sabemos cómo es el proceso de un parto, ni el que ocurre en una casa ni el que se da en un hospital.

La información, para mí, fue la base detrás de la grata experiencia del nacimiento de Lucas. Yo sabía que, si llegaba muy rápido al hospital, una vez empezaran las contracciones, pediría anestesia muy pronto y, al solicitar la epidural, el proceso se ralentizaría, posiblemente tendrían que reurrir a occitocina artificial para inducir el parto y ese círculo de intervenciones médicas me llevaría, muy probablemente, a una cesárea. Por eso viví gran parte del trabajo de parto en mi casa, con contracciones fuertísimas que pude manejar y resistir con el apoyo de las doulas. Esa fue mi decisión, pero otra mamá, con otros deseos, podría seguir un camino distinto. Lo importante es que la ruta la elija ella con un conocimiento pleno de su cuerpo y del proceso.  

Ver Todas las cesáreas deberían ser más humanas

Claro, a toda esa información que tenía se sumó el echo de tener la compañía adecuada, tanto en casa como al momento de llegar al hospital. Mi obstetra siempre veló por mi seguridad pero, consciente de mis deseos, vigiló el proceso y permitió que mi cuerpo actuara con libertad. Aunque hubo momentos en los que yo pensé que no iba a ser capaz de pujar de la manera adecuada o con suficiente potencia para ayudar a Lucas a salir, ella sí confió en mí. Aún recuerdo la dulzura de su mirada diciéndome “Sí puedes”. Nunca se afanó, nunca pensó en hacer la episiotomía para facilitar la salida del bebé, nunca perdió la paciencia. Me dio la fuerza y el tiempo que necesité para lograrlo y lo logré. En muchas instituciones de salud, no obstante, con recursos humanos limitados, no hay tiempo ni posibilidad de mantener la paciencia.   

También conté con el soporte permanente y milagroso de mi esposo. “Sí puedes”. “Está ahí, ya veo la cabecita”. “Estás a punto de lograrlo”. Sus palabras fueron mi trampolín. Y su mano (¿qué habría hecho sin su mano?), mi anestesia. Era capaz de recibir cada contracción porque él la recibía conmigo cuando le destrozaba los dedos en cada apretón. Y no menciono su presencia como un hecho anecdótico, lo hago, porque la presencia de un ser querido durante el parto puede ser tan importante como la medicina. Por eso la Organización Mundial de la Salud también recomienda que las mujeres tengan a un acompañante durante el proceso, pero esta sugerencia, muchas veces, especialmente en los hospitales públicos, no es tenida en cuenta. 

Parir en tiempos de pandemia

En medio del miedo y la incertidumbre que ha generado el covid-19, en muchos países han sido ignoradas, con mayor frecuencia, las recomendaciones de la OMS a la hora de parir. Dicen que, con las medidas que han tomado, han querido minimizar el riesgo de contagio, pero de esta manera han puesto en riesgo a los bebés y a las madres en otros sentidos.

Por ejemplo, en algunos hospitales el protocolo actual, a causa de esta crisis, apuesta por mantener separados a las madres de los bebés cuando ellas han dado positivo en Covid-19, algo que elimina la oportunidad de hacer el ampliamente recomendado piel con piel o la posibilidad de que el bebé reciba la primera dosis de leche materna, que es la primera vacuna que recibe el recién nacido. 

Ver ¿Es seguro que una madre con coronavirus amamante a su bebé?

En otras instituciones, se ha prohibido el acompañamiento del padre durante el parto, que, como hemos visto, puede salvar a la madre emocionalmente en uno de los momentos más desafiantes de su vida.

Aunque sin duda son tiempos difíciles, es importante continuar procurando las indicaciones de la OMS para que las madres tengan un parto respetado, siguiendo las medidas de prevención necesarias pero sin dejar de lado los derechos de la madre y el bebé.

Por Natalia Roldán Rueda

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