Las diferentes versiones y comentarios que una futura madre escucha a cerca de la cesárea pueden producir ansiedad e interrogantes, no solo por ser una cirugía que consiste en la extracción del feto y la placenta, si no por los riesgos y consecuencias que se generan durante y después del parto. Alexandra Casasbuenas, Ginecóloga especialista en Medicina Materno Fetal, explica la realidad acerca de la cesárea y aclara algunos mitos y verdades.
La cesárea es, por definición, una cirugía que consiste en la extracción del feto y la placenta a través de una incisión en la pared del útero para llegar a la cavidad donde está el bebé y la placenta. Este procedimiento tiene por naturaleza propia algunos riesgos como sangrado, infección y la posibilidad de lesión de otros órganos, que también se encuentran en la cavidad abdominal, como los intestinos y la vejiga. Por esta razón, aunque se considera un procedimiento seguro, cuando se toma la decisión de realizarla se deben considerar todos estos aspectos que pueden tener un impacto importante en la salud materna y fetal.
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En términos generales, existen tres circunstancias en las cuales las futuras madres deberán realizar una cesárea, estas son: cuando el canal del parto no permite que el feto nazca de manera natural, porque la pelvis materna es muy estrecha, porque el feto es constitucionalmente muy grande, o porque el mismo canal está obstruido por la placenta o el cordón, en cuyo caso se hace cesárea para evitar la hemorragia y el sufrimiento fetal secundario a la misma.
La segunda circunstancia esta dada por la capacidad de la placenta para mantener un aporte de oxigeno adecuado al feto. Así, en situaciones normales la placenta debe permitir un adecuado intercambio de oxigeno y nutrientes, cuando por alguna razón no funciona bien este proceso, lleva a que el feto pueda sufrir y tener lesiones de diferentes grados de severidad. Durante el parto se pone a prueba la función placentaria pues con cada contracción disminuye el aporte de sangre a este órgano.
“Un buen ejemplo es pensar que durante el trabajo de parto, el bebé está nadando de un extremo a otro de una piscina y debe aguantar varias veces la respiración. Durante cada contracción el proceso se comporta como si el bebe estuviese bajo el agua. Sí el feto está sano y la placenta le proporciona la cantidad de oxigeno necesario para tolerar este tiempo el bebé nacerá bien. Sí existe algún factor que no permita un buen aporte de oxígeno o el bebé tiene alguna patología que aumente el consumo del mismo, existe la posibilidad de que se produzca sufrimiento fetal. En esta situación la cesárea es una alternativa para protegerlo.” explica, Alexandra Casasbuenas.
La última circunstancia definitiva para decidir hacer una cesárea es cuando la salud de la madre no tolera el esfuerzo físico del trabajo de parto.
Culturalmente, se han generado una serie de mitos acerca de la cesárea. Uno de ellos es las ventaja o desventaja que este procedimiento puede tener en la salud del bebé, la cuál depende de múltiples factores preparto, intra-parto y post parto. El bienestar neonatal se puede comprometer tanto por complicaciones en el parto vaginal, cómo en la cesárea. Por otro lado, aún cuando la madre y el feto se encuentran sanos y el embarazo sigue un curso normal la extracción fetal, puede ser difícil tanto en el parto vaginal cómo en la cesárea.
Con relación al vínculo entre madre e hijo y a la maternidad entendida en todos sus aspectos, las futuras madres deben saber que los niños nacidos por cesárea son totalmente normales en su desarrollo. Las diferencias encontradas con relación a alergias o trastornos digestivos, no son contundentes y requieren más estudio. En cuanto a la lactancia, ésta se puede demorar un poco más al inicio, sin embargo, las mamás con cesárea pueden lactar igual de bien que las que tienen parto vaginal.
Sí se considera cada caso en particular, los riesgos en una cesárea son bajos. Pero en términos poblacionales el número de estas complicaciones puede tener un impacto importante.
De acuerdo con el último reporte del DANE, la frecuencia de cesáreas ha aumentado en los últimos años. En Colombia la tasa de este procedimiento es alrededor del 40%, cuando hace tres años oscilaba entre el 25% y el 30%, y puede variar de acuerdo a las características de cada institución y conductas clínicas del obstetra.
El aumento de las tasas de cesárea es un tema que preocupa por el impacto que ésta práctica puede tener en la salud poblacional materna y las consecuencias en los siguientes embarazos. Para determinar las causas de este fenómeno se deben tener en cuenta los antecedentes de cada paciente, en otras palabras, no podemos considerar de la misma forma las cesáreas que tienen indicaciones absolutas de las que no. Por la misma razón especular a cerca del comportamiento de estas tasas, en un futuro, es un tema complejo de difícil análisis. La Organización Mundial de la Salud (OMS) propone evaluar por separado los diferentes grupos de pacientes que por sus características sean mutuamente excluyentes. Los aspectos que se tienen en cuenta son: los partos vaginales o cesáreas anteriores, sí se presenta un trabajo de parto espontáneo y el número de fetos. De esta forma se espera generar políticas para controlar el aumento en la frecuencia de la realización no justificada de este procedimiento.
La especialista Alexandra Casasbuenas concluye que es importante tener presente que la cesárea y el parto vaginal no son procedimientos que compiten entre sí. Ambos tienen indicaciones claras y el objetivo final es tener un bebé y una mamá sanos, respetando al máximo la autonomía materna, pues en la decisión de la misma debe considerarse el contexto cultural, la autonomía y las convicciones de cada mujer.