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Es la hora de comer, llamas a tu hijo para que se siente en la mesa mientras tú le sirves el menú del día. Mira el plato con cara de pocos amigos y de reojo te mira a ti, toma los cubiertos y comienza a jugar con ellos, pero de probar alimentos nada de nada. Y así transcurre jornada tras jornada, día tras día, sin que encuentres una solución.
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Tal vez tu pequeño está atravesando por una etapa en la que su ritmo de crecimiento y aumento de peso se han desacelerado, normalmente entre el año de vida y los cinco, y ya no requiere la misma cantidad de nutrientes que necesitaba unos meses atrás.
Pero también pueden ser causas de inapetencia, aunque menos frecuentes, la dentición por el fastidio que le provoca el masticar, un resfrío o malestar general, infecciones, determinadas enfermedades o algunas alergias o intolerancias nutricionales. Es necesario que identifiques pronto el motivo real de sus pocos deseos de alimentarse, de ser necesario con la asesoría de un especialista.
Lo cierto es que algo tendrá que comer. Por lo tanto, no es momento de rendiciones, y aunque parezca que has ensayado de todo, hay formas de incentivar a tu niño para que nuevamente sienta ganas y gusto por los deliciosos manjares que con tanto amor y dedicación le preparas. Tu poder de ingenio será esencial.
Con condiciones amenas. Crea un escenario donde brillen la tranquilidad y la cordialidad con el fin de establecer buenos hábitos nutricionales y en el que tu hijo se sienta entusiasmado, ojalá junto a todos los miembros de la familia, pero hazle entender que cuando es a comer, es a comer, y no a divertirse con otros distractores como aparatos tecnológicos o juegos. Tampoco es recomendable convertir la hora de comer en gritos y disgustos, tu hijo debe percibir que alimentarse es una necesidad no una obligación innegociable, que además genera castigos o reprimendas si deja algún bocado o no quiere hacerlo.
En su justa medida. “Es que el muy ‘descarado’ no se come todo, solo le serví sopa, pasta, carne, arroz, papa, ensalada, maduro…” Recuerda que ya no crece tan rápido como antes y no necesita proveerse de tantas calorías. Además, cada organismo es diferente y no puedes guiarte en niños de amigas o vecinos que con la misma edad y estatura comen más. Moraleja: no lo atosigues y permítele que consuma sus alimentos hasta que quede satisfecho, nadie mejor que él sabe cuándo parar.
Variedad sinónimo de placer. Hoy pollo, mañana pollo y pasado… también. Como dirían los jóvenes, no aguanta. Es esencial que diversifiques los menús y que incluyas en ellos los nutrientes básicos para una alimentación sana y equilibrada; será una gran oportunidad para enterarte de qué alimentos le gustan más y preparárselos con cierta regularidad. Por los que no tiene mucho afecto, puedes remplazarlos, camuflarlos o combinarlos con otras comidas de su complacencia.
Con participación directa. Para la nutricionista Silvia Margarita Contreras, “una idea que los motiva, es dejar que el niño coopere con la lista de alimentos que se van a comprar, que acompañe a los padres a hacer el mercado y ayude a elegirlos, y que colabore ocasionalmente en la preparación del menú. Además de incentivarlos a comer mejor, es buen momento para fortalecer los vínculos afectivos de toda la familia”. Entonces, invítalo a ser tu auxiliar en la cocina, siempre y cuando no implique riesgos, ya que disfrutará de un gran momento, se sentiá protagonista del proceso y, lo principal, tendrá más deseos de probar lo que ayudó a crear.
A volar con tu imaginación. Tu creatividad está en juego, pero no necesitas tener conocimientos artísticos o de arquitectura para hacer pequeñas obras que llamen su atención. Frutas y verduras de diversos y llamativos colores, purés, carnes y toda variedad de alimentos te servirán para hacer caras de payasos, animales, superhéroes y otras figuras que querrá devorar en su boca.
La disciplina funciona. Que no lo obligues a terminar todo lo que le sirves o que de vez en cuando le dejes escoger el menú o variarlo no significa ausencia de autoridad, porque no es razonable que siempre pruebe solo lo que es de su agrado, especialmente si no hay equilibrio en los nutrientes. Tampoco es aconsejable permitir que entre comidas se llene de dulces, papas fritas o chocolates y que al llamarlo a almorzar o cenar responda: “gracias mami, pero ya estoy lleno” o “no me cabe nada más”. Es necesario fijar límites, como comer siempre en los lugares destinados para tal fin y, en la medida de lo posible, establecer horarios de alimentación a cumplir por todos.
Que cunda el buen ejemplo. Eres el modelo a seguir, por eso si tu hijo observa que tu dieta es balanceada e incluyes verduras, frutas y demás nutrientes en su justa proporción, que no te excedes entre comidas y que no pruebas nada antes de estas, muy seguramente seguirá tus pasos. “Crecerá con los mismos hábitos alimentarios de sus padres y cuidadores, y estos aprendizajes serán fundamentales en su manera de alimentarse de ahora en adelante y para establecer pautas nutricionales adecuadas”, recalca Silvia Margarita.
Destaca su progreso. Todos los procesos del desarrollo integral de un niño merecen ser reconocidos cuando hay avances. Expresiones afectivas, palabras de aliento y, por qué no, un premio de vez en cuando, lo harán sentirse valorado y lo motivarán a seguir por ese camino.
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Disciplina, constancia y paciencia son tres aspectos que te servirán en tu esfuerzo por lograr que tu hijo vuelva a alimentarse bien y con la cantidad de nutrientes que realmente necesita. Si los aplicas, pronto escucharás frases como: “mamá, quiero comer ya”.

