El déficit de atención e hiperactividad se refiere a un conjunto de síntomas que abarcan dificultades para mantener la atención a estímulos, impulsividad y altos niveles de inquietud que interfieren con las labores diarias y académicas.
No todos los niños que son activos, los que tienden a ser muy inquietos o los que pierden la atención presentan este diagnóstico. Es necesario tener una evaluación exhaustiva por parte de profesionales expertos para hacer establecerlo; elegir y adaptar el tratamiento que mejor se ajuste a las necesidades de los niños, sus familias y su ambiente.
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Para Claudia Valencia, psicóloga clínica y docente de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, la evaluación y tratamiento integral es fundamental. “Desde una perspectiva psicológica, se identifican cuáles son las conductas que presentan, las situaciones y los efectos en su entorno. Así, se logra establecer las condiciones que evocan las conductas del niño y las posibles situaciones que favorecen que estos comportamientos se mantengan y repitan en el tiempo”, sostuvo.
Con esta información, se diseñan planes de intervención que incluyen al niño, la familia, el colegio y los demás contextos involucrados.
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Recomendaciones de la experta para su manejo
- Establecer rutinas claras y sencillas tanto en casa como en colegio. Favorecer un ambiente predecible en el que el niño sepa qué debe hacer paso a paso; es útil brindar ayudas visuales, auditivas, relojes, agendas, y cronogramas.
- Hacer énfasis en aquello que el niño hace bien. Felicitarlo y resaltar su esfuerzo día a día.
- Asignar tareas cortas, sencillas, que faciliten la autoeficacia del niño y el recibir elogios por parte de los adultos. Ir aumentando la dificultad en la medida en que el niño logre adquirir fluidez en la tarea.
- Si al niño se le dificulta una tarea en particular, dividirla en pequeños pasos y recompensarlo por cualquier mínima aproximación a la tarea objetivo.
- Hacer uso de la escucha activa. Estar atento a lo que el niño exprese y entender sus emociones. Escucharlo con calma mostrándole que es comprendido y que puede recibir apoyo y afecto incondicional por parte de sus cuidadores independiente de sus dificultades o errores.
- Evitar cualquier comentario que pueda lesionar al niño: “no lo vas a lograr”, “eres malo”, “no te quiero si no haces bien las cosas” “siempre pasa lo mismo” etc.
- Aprender en familia ejercicios de respiración, mindfulness o meditación. Esto ayudará a que el niño logre identificar sus impulsos, las conductas automáticas y el control atencional.
- Y, por último, es esencial que padres y docentes cuenten con estrategias de autocuidado y gestión emocional que les ayudará a solventar mejor las situaciones del día a día con niños que presentan este tipo de comportamientos.