«Me quedo con la Taliana sin maquillaje» Talina Vargas

Dos encuentros con esta bella sagitario: uno con su cuerpo en vestido de baño y otro con sus palabras en su refugio bogotano. ¡Sensual y genuina!

Por Jairo Dueñas

25 de enero de 2013

«Me quedo con la Taliana sin maquillaje» Talina Vargas
Taliana Vargas: “Me quedo con la Taliana sin maquillaje”

Taliana Vargas: “Me quedo con la Taliana sin maquillaje”

Desde que cruzo la puerta blanca de su apartamento blanco, comienza un martilleo con la misma pregunta: ¿Dónde me siento con ella? De entrada queda descartada la cocina, desde donde mi anfitriona cucharea una olla y me grita que siga.

Dan ganas de comprar esa pequeña estufa con ella al frente. Tiene un pantalón negro que le marca muy bien sus piernas torneadas, con una blusa blanca muy delicada que cae sobre su caderas como espuma. Huele a leche y cardamomo. Cómo olvidar que hace cinco años estuvo a punto de ser la mujer más bella del universo. Le pregunto qué es lo que cocina.

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Sin dejar de mirar su brebaje lanza una nube de palabras que se mezclan con el vapor de agua que reverbera: "Mi relación con la India es muy fuerte. Tomo chai todos los días, veo bollywood, leo libros de la India. He estado como ocho veces. Es mi hogar desde que mi mamá está allá porque mi papá trabaja para Unicef en Nueva Delhi. La gente dice que se va a la India buscando espiritualidad. Para mí India no es eso, es mi familia". Ahora ya sé que lo que revuelve concentrada es su querido chai, una infusión de agua, leche, té con especias indias y, al final, un toque de miel de abejas.

Me confiesa que es su "café". Le delega la cuchara a Yamile, su empleada, y sale. Miro el piso y sigo sus babuchas vinotinto, con incrustaciones de cristal en sus taconcitos dorados, que compró en Florencia, Italia. Doy tres pasos y ya estoy en la sala, frente a un zancudo gigante, que en realidad es una especie de bicho, Maríapalito, típico de su región. La mesa es rosada y carga un Don Quijote de hojalata con un libro rojizo titulado India, Gloria Eterna. Ella me mira, intuye mi pregunta y responde: "El encanto de la India es el misterio que esconden la mierda y la flor revueltas. Porque eso es, huele a mierda, pero también huele a jazmín. Es el contraste tan puro y tan diferente". Contra la ventana hay un sofá verde aceituna. Ahí tampoco dan ganas de hablar.

Me escurro al cuarto de al lado, el de huéspedes: ¡vacío! Paso a un saloncito con un tocador que más parece un tocador con un saloncito, repleto de anillos, prendedores, carteras y abrigos. El único espacio libre es el espejo. Sigo por un corredor estrecho medio curvo, con piso de madera y racks repletos de ropa, hasta llegar a su cuarto. Me recibe una camita blanca con una virgen de la paz, se la trajeron bendecida desde Italia. No hay ninguna duda que este es el lugar. Taliana sube y se posa sobre el cubrecamas acolchado con las piernas en posición de yoga, yo conquisto una esquina cerca a ella. Estamos a una grabadora de distancia.

En Google aparecen diferentes Talianas: Taliana actriz, Taliana Hot, Taliana Miss Universo, Taliana sin maquillaje. ¿Cuál prefiere?

La gente siempre me dice "mira la carita que tiene, ¡y las pecas!". Las pecas son famosísimas. Definitivamente prefiero la Taliana sin maquillaje.

¿Qué perdió y qué ganó desde sus 18 años, cuando se convirtió en Señorita Colombia, hasta hoy con 25?

Perdí un novio, pero gané muchas cosas. Gané madurez, horizonte, esencia, el porqué de mi existencia, oración, dominio.

¿Solo perdió un novio?

No, también tiempo mundano para el ocio. No he tenido tiempo, siempre he estado trabajando. Pero ahora me enseño a ocupar mejor mi tiempo. Tomo clases de italiano, de literatura, estoy organizando mi fundación y eso me tiene feliz.

¿Su fundación?

Estoy interesada en ayudar a la comunidad desplazada por la violencia en la zona bananera del departamento del Magdalena. Son millones de familias sin nada, ni agua. Y tengo a unos amigos, los papás de Inés María Sabaraín. Ellos son fantásticos y tienen una fundación que se llama San Vicente de Paúl. Hace años tiene comedores para esta gente y yo desde el comienzo estuve muy conectada con ellos. Entonces, me propongo sacar tiempo para ayudar a la primera infancia de esta población.

¿Y cómo van las cosas?

Estamos creando alianzas maravillosas con una fundación de Carulla que tiene jardines infantiles preciosos, y los de McCann Erickson me están ayudando con la publicidad.  Después de esta entrevista tengo una reunión en la cual me van hacer una propuesta de negocios para una empresa que sostenga la fundación. Estoy haciendo un proyecto para toda mi vida.

¿Cómo se va llamar la fundación?

Tengo varias opciones, una es La casa en el árbol. Me encanta. Yo tuve tablas en un árbol, nunca alcancé a hacer la casa. Ahí comía, dormía, iba a la luna y regresaba, era bailarina, fotógrafa.

Cuando estudiaba Comunicación, ¿se imaginaba de reina?

Mi destino ha sido muy extraño. Me imaginaba por el mundo, siendo  traductora porque estudiaba Comunicación e idiomas en Washington. Me imaginaba ayudando en el Banco Mundial y en organizaciones privadas. Y mira que el amor por lo que quiero sigue vivo.

Lo de ser reina ¿Cómo lo podemos llamar? ¿Una carambola del destino?

¡Una guachafita! De Estados Unidos llegué a Cartagena. Para mí Colombia era cero responsabilidad, era rumba, ¡era libertad! Y me propusieron eso y no lo pensé dos veces.

¿Y qué decían sus papás?

Yo crecí con un ítalo-griego, que es mi padrastro, que lo considero como mi papá, Paolo Mefalopulos. Él me dijo: “Sí te vas, te vas de la casa” y yo decidí irme. Nunca fui rebelde, pero en ese instante se me disparó. Yo misma me pagué el tiquete a Colombia para venir a que me dieran el decreto de Señorita Magdalena. Estaba en un paseo en lancha, me bajé y fui a la peluquería para que me arreglaran por primera vez como reina.

¿Quién es su papá biológico?

Juan Sebastián Vargas Fernández. Mi papá es guapísimo. Tiene una linda sonrisa, mucho carisma y es un paisa muy buena onda.

¿Le costó aprender los modales de reina?

Los leí, mas nunca los aprendí. Los conocí mas nunca los adquirí.

¿Cómo interpreta su propia feminidad? Porque a veces Taliana se comporta tan descomplicada como un muchachito.

Tengo una niña pequeña muy grande dentro de mí. Yo creo que es eso. Yo puedo jugar con el mundo. Mis amigos, los técnicos en las grabaciones, me dicen que soy su amigo y yo me  pongo a la par de ellos. Los que no me conocen, nunca pensarían que yo soy así.

¿Hay algo que le llame la atención y hasta envidie de los hombres? 

Envidio que se pongan un jean y una camisa, y ya, salieron. A mí me gusta el juego de la vanidad, pero a veces mi faceta descomplicada que tengo me lleva a salir como un hombre. A veces nosotras somos demasiado complicadas, meticulosas y perfeccionistas. Y eso agota mucho.

¿Tan hiperactiva y nunca pensó en ser deportista?

Soy hiperactiva, pero no para los deportes. Hice natación, parapente, buceo, voleibol, softbol. Todo lo hacía normal, nunca me destaqué.

¿Para usted qué es ser femenina?

Es estar conectada con la vanidad.

Entre dos mujeres de película, la Gatubela en Batman y Mia, el patito feo que se convirtió en princesa, en el Diario de La Princesa. ¿Con quién se identifica más?

¿Para qué voy a decir mentiras que soy la malosa? Soy el cisne que busca la historia feliz.

¿Qué mujeres la espantan?

Las de alma oscura, las que están buscando intereses.

¿A qué mujeres quiso parecerse cuando era pequeña?

A Nita, mi abuela materna. Mi abuela trabajó toda la vida en la casa de la cultura en Santa Marta, siempre andaba en un Jeep viejo pero muy glamurosa. Ella le llevaba años luz en moda a las demás. Lo admirable fue sentir cómo le cogió las riendas a la vida. Ella es mi heroína. Tiene 85 y está regia.

¿Cuántos hijos tuvo su abuela?

Cuatro, mi mamá es la menor y se dedicó a ser madre. Soy la réplica exacta de ella y de mi abuela. En cambio, mis hermanos son más bondadosos, más guapos, mejores.

¿Cuántos hermanos son?

Somos seis. Yo soy la mayor. Después me sigue Ana Laura, luego Sebastián que es chef y trabaja en Moena, Italia, en un restaurante de cuatro estrellas Michelin. El siguiente, Julián, se acaba de graduar del colegio y está estudiando Music business en Orlando. Después sigue Teo, que va a estudiar Arquitectura y le falta todavía un año. Por último, está mi pequeña Sofi, Sofía Ana Rosa, de cinco años.

¿Qué tan importante es este apartamento para usted?

Es mi refugio. Es lo que soy: mis libros, mi virgen, mi ropa, mi paz, mi meditación, mi chai, mis seres queridos, la foto de mi familia, mis flores.

¿Cuánto lleva en este refugio?

Un año y medio. Pero solo he vivido un mes en él. El año pasado estuve en Nueva York y los últimos meses estuve en Valledupar. La vida nunca me ha dado la oportunidad de ser ama de casa.

Y cuando se le baja ese voltaje que carga, ¿qué hace? ¿Dónde se refugia?

Me aparto donde me toque. Soy muy silenciosa. Lloro mucho. El mundo nos lleva a estar todo el tiempo sin parar, pero el alma necesita un reposo.

La gente a veces cree que ocuparse es estar bien.

Yo lo intenté y no lo logré. Dije: un momento, ¿qué pasa? Pausa y retomemos.

¿Cuál fue ese momento crítico?

Yo creo que terminando Chepe Fortuna, dos años de grabación, la imagen aquí, los logros, Tv y Novelas, nombramientos, la gente viéndote con otra perspectiva. Estaba "ocupadísima".

¿Qué la hizo volver?

La vida sola se ha encargado. Me llevó a Nueva York y fui completamente feliz. Yo salí corriendo de aquí y la gente me decía: ¿cómo te puedes ir? ¡Es tu cuarto de hora! No les hice caso. Un año estudiando teatro en Nueva York y seis meses en Valledupar, esos contrastes de la vida te enseñan mucho. Y mi cercanía con Dios me ha pulido, me va orientando y me dice: "A ver, mi reina, es por aquí, esto te hace feliz, busca por aquí".

El mundo se divide en los que van al psiquiatra y en los que no creen en eso ¿En qué lado está usted?

He estado en los dos lados. He tenido épocas en las que no puedo vivir sin mi psiquiatra y otras donde puedo sola. Ahora estoy conectada con las buenas obras y eso me hace ser mejor persona.

Pero en este momento, ¿hay o no psiquiatra?

En estos momentos no. Hay un rol que a mí me encanta y lo tomo de La imitación de Cristo, un libro que siempre tengo a la mano. Tú ya sabes cuáles son tus falencias y tus virtudes, pero no dedicas tiempo a ver los talentos y las virtudes de los otros. Ni siquiera los otros saben que los tienen y ese ejercicio a mí me ha sanado la vida, me ha cambiado la perspectiva completa.

Una postal muy suya: usted con los puntajes más altos y una venezolana al lado en la final de Miss Universo. Viene la pregunta final y de repente el triunfo no es nuestro. Eso fue hace cinco años. ¿Cómo ve hoy ese momento?

Nunca me lo tomé tan en serio,  para mí fue todo muy rápido. Nunca soñé con ser Miss Universo. ¿Cómo Taliana, la gordita sandunguera, iba a ser Miss Universo? Lograr el segundo lugar ya era un logro muy grande. Nunca me pregunté qué me falto, qué hice mal.

¿Falló en la respuesta?

No, tampoco. Después Donald Trump y su gente me invitaron a Nueva York. Yo fui con mi madre y Trump me dice: "Taliana te amamos, qué lindo papel hiciste y qué mujer tan espléndida. ¿Qué quieres de nosotros? Te damos todo, te quedas viviendo aquí en Nueva York, la agencia de modelaje, ¿qué quieres? Lo que tú quieras, tú tienes que entender que nosotros como organización privada escogemos y tenemos todo el derecho". Es así y ellos pueden hacer lo que quieran. Ellos me dieron explicaciones, cuando ni siquiera yo se las pedí. Eso me dio a entender el porqué yo no gané. No fue por mi respuesta, ni por puntaje. Fue porque por algún motivo la reina tenía que ser de Venezuela y no de Colombia. Ellos ponen la reina que ellos quieran. Hasta Trump tiene entrevistas diciendo que ese es su concurso y que él hace lo que quiera.

¿Es un tema inolvidable?

Creo que sí.

¿Qué le enseñó ser una mujer con corona?

Una mujer decidida, dedicada. Soy una mujer muy disciplinada, yo creo que eso más que otra cosa.

¿Cuál es la parte de su cuerpo que más le gusta?

Mi sonrisa.

Frente al espejo, ¿qué no le gusta?

Cuando me engordo, cuando se me pasan los kilos. Pero cuando dejas de preocuparte por el cuerpo y te dedicas  a preocuparte por el alma, el cuerpo mejora. Así de sencillo. Odio la palabra dieta, me da hambre y ansiedad.

¿Tiene algún exceso en su vida?

Mi hermana Ana Laura dice que tengo uno.

¿Cuál?

Dizque rezo mucho.

¿En qué cree?

En Dios y la Virgen. La Virgen es la mamá que te quiere y cuida.

¿Cómo imagina su vejez?

Mi vejez me la imagino como mi abuela Nita, en un mecedor, echando cuentos y viviendo en Macondo por siempre.

¿Cuántas cirugías plásticas?

Ninguna. Me dijeron que tenía que hacer de todo si quería ganar Miss Colombia, y no me hice nada y gané.

Otra postal suya reciente en televisión: Taliana actuando en una telenovela, como el amor del ídolo muerto Rafael Orozco.

Aquí estoy interpretando a Clara Cabello, una de las mujeres más nobles, más buenas y a la que más respeto.

Va a llegar el momento en el que tenga que salir de los personajes costeños para hacer un papel cien por ciento contrario a lo que usted es.

Estoy preparada. Llegará con el tiempo y con las experiencias. En Lee Strasberg, donde estudié en Nueva York, hice una obra de una mujer  adicta a las pastillas. Vivía en un mundo imaginario, ella era un ente y decía cosas incoherentes.

¿Cuál es la gran enseñanza de su aprendizaje teatral en Nueva York?

Que el cuerpo tiene memoria, ni siquiera es tu cabeza, sino el cuerpo. Entonces, hay que preparar tu cuerpo para que viva de verdad cualquier situación que te pongan.

¿Cómo es eso?

Hice Pantaleón y las visitadoras, yo misma la traduje al inglés para hacer la obra con un amigo chileno. Yo misma decía que la sexualidad es muy privada, entonces, ¿cómo voy a hacer de una puta? ¿De dónde voy a sacar eso de verdad? Me di cuenta en unos ejercicios de imaginación, de que mi cuerpo siente placer al tomar el sol. Entonces tomé esa esencia, lo que mi cuerpo sentía al tomar el sol. Y ese placer que sentía me ayudó a crear mi puta.

¿Lo que más le costó aprender?  

Soltar mi cuerpo, soltar mis miedos. Eso toma su tiempo. Para mi última actuación me preparé cinco horas para entrar en el personaje. ¡Eso en televisión es imposible! ¿En qué momento te van a dar cinco horas para entrar a una escena cuando tienes que hacer catorce?

¿Cómo es la relación con sus admiradores?

Por Twitter (risas). Cuando terminó Chepe había club en cada ciudad. Pero ya los unimos a todos. Este club de fans tiene diez mil seguidores. Me he reunido con ellos varias veces. Una vez en el Hilton, en Cartagena, comimos pizza y nos tomamos fotos.

¿Su mayor acto de vanidad?

El tiempo que pasó viendo qué ponerme.

¿Cuántas horas pueden pasar?

Dependiendo, ahora cada vez es menos. Estoy en un momento en el que soy rápida, sencilla, casual.

¿Su color favorito?

El verde, siempre ha sido el verde.

¿Un lujo en su vida?

El tiempo para mí es un lujo.

¿Quisiera ser una diva?

No sé, siempre han buscado que sea diva. Si ser ejemplo es ser diva, le doy un sí a lo de diva, pero no sé, no me trasnocha el tema.

Los hombres, ¿cómo le gustan?

Me gusta el hombre inteligente, me gusta el hombre sereno. Estoy en un punto donde si voy a estar, quiero que sea el que es. No es que "ay, tú me gustas", entonces pasemos un rato juntos. Prefiero estar sola y dedicada a mis cosas. Ni loca me meto con un gruñón o un perfeccionista.

 ¿Qué necesita para ser feliz?

Dar, dar y dar. Yo ya he recibido mucho, llegó el momento mío para dar, todo puede sonar repetitivo y jarto, pero esa es la verdad, si te molesta, lo siento, es mi felicidad.

***

Terminamos. Se levanta de la cama y se dirige a uno de esos monstruos voluminosos parqueados en todos los rincones cargados de ropa, toma un sombrero como el que coge del árbol una manzana. Se prepara para moverse frente a la cámara de CROMOS en iPad.

¿Muchos sombreros?

Sí, de todos muchos. Mi amor por la moda y mi fama de divertirme con ella no surge a partir de mi carrera, sino a partir de una mamá loca que se ha divertido con el vestir y una abuela glamurosa, hippie y samaria. Eso es de familia, va en la sangre. Mi hermanita Sofi usa tutús y disfraces de princesa para ir al colegio todos los días ¡Y con corona! Es algo de generación en generación.

Por Jairo Dueñas

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