
"Mi padre fue un hombre muy amoroso, totalmente transparente y con una visión de las cosas muy especial; tenía mucha vida, era muy enérgico. Era un industrial que amaba la música (tenía una banda), vegetariano por convicción, un hombre que gozaba con todo. Recuerdo siempre su fuerza, su vitalidad y sobre todo su estilo de vivir, muy auténtico, genuino, propio.
Yo siempre pensé que éramos muy distintos, pero ya no lo creo. Murió cuando yo estaba muy joven. Tuvimos una relación entre un padre dedicado y amoroso y su hija mayor. Cuando miro atrás, veo cómo se comportó en cada instante de su vida y cada una de esas memorias me ha servido para armar la mía. Jugaba béisbol, tenis, montaba en bicicleta y preparaba los cafés más espectaculares; era un ser fantástico. Cuando escucho un jazz pienso mucho en él.
No era un hombre gris, lo bueno y lo malo lo tenía clarísimo, siempre fue muy decidido con lo que estaba bien y lo que estaba mal. Se sentía muy orgulloso de sus raíces árabes. Vivimos en Barranquilla hasta que yo tenía seis años y luego nos trasladamos a Bogotá.
Nuestras vacaciones transcurrían entre Miami, Santa Marta y Barranquilla, en medio de muchos primos. Tuvimos una infancia absolutamente feliz. Creo que crecí en medio de un realismo mágico espectacular.
Teníamos varias similitudes: él medía 1,98 y creo que tengo sus piernas y en lo espiritual gozo mucho con la estética, con los detalles que nadie ve, igual que él. Ambos éramos súper perfeccionistas. A él le heredé el ojo especial para ver la vida. Lo recuerdo siempre pero me habría encantando que estuviera conmigo cuando me casé y cuando nació mi hijo. El mejor regalo que se le puede dar a un padre en esta fecha es el amor, siempre amor"
Foto: AVSU.

