Pacífico con alma de coco

Verónica Rentería es la creadora de una marca de cosmética artesanal que recoge los saberes y la biodiversidad del Pacífico y las selvas.

Por Redacción Cromos

03 de octubre de 2017

Pacífico con alma de coco
Pacífico con alma de coco

 

Por: Diana Franco Ortega / Fotos: Juan Zarama.

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Usualmente valoramos las historias de nuestros abuelos cuando ya no están. Crecemos y, de repente, como si nos iluminaran desde una dimensión paralela, entendemos que su sabiduría nos puede servir para la vida. “Siempre tuve presente el aceite de coco gracias a mi abuelo, quien era del Patía –cuenta Verónica Rentería–. Él solía contarme que a las mujeres negras se les dificultaba peinarse porque tenían un pelo muy duro. Por eso, recurrían a los aceites, a la manteca y a las pinzas para intentar darle forma”.

 

Todos esos saberes de sus abuelos (y de sus padres y de otros ancestros del Pacífico) comenzaron a revelársele a Rentería en un momento crucial de su vida: estaba a punto de renunciar a un trabajo que no cumplía con sus expectativas y crecía en ella un imperioso afán por llegar a los 30 años con un proyecto de vida bajo el brazo, que recogiera todas las pasiones e ideales que había nutrido a lo largo de su existencia. En su pelo halló la respuesta. Alma de Coco, su marca de cosmética artesanal, surgió inspirada en el cuidado y la hidratación de la mujer negra. “Nuestro pelo siempre ha sido un tema muy conflictivo. La misma sociedad hace que tú quieras ver hacia otros horizontes. Y cuando creces con referentes europeos o de cualquier otro lugar, diferentes a los de tu origen, deseas tener un pelo más suelto y con caída, no te das cuenta que tal como lo tienes también es lindo”. 

 

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Verónica Rentería. Esta caleña de 26 años llegó a Bogotá en el 2008 para estudiar Enfermería. Luego hizo una especialización en Administración de Salud y se formó como dula. Siempre ha trabajado en salud pública, labor que la ha llevado a lugares como Guainía y Amazonas, donde vive.

 

Primero fue la mantequilla de coco. Una versión muy sencilla, que contenía aceite de esa fruta –que ella misma extrajo de manera artesanal– y manteca de cacao comprada en la droguería. Hizo la mezcla, la envasó en un tarro de compota vacío y la ató con un trozo de cabuya. Se la ofreció a una amiga que después de probarla  quedó maravillada. 

 

Luego vinieron las esencias. “Siempre he sido muy cercana a la aromaterapia. Un día estaba preparando una esencia de rosas con aceite de almendras para hacerme un masaje y pensé que las mantequillas también podían llevar esencias”. Las preparó con diferentes aromas y las vendió. Su producto tuvo éxito dentro de su círculo de amistades más cercano. Verónica no paró de experimentar con fórmulas. Además de vender preparaciones para el cabello, empezó a producir productos para la piel y con variedad de aromas. Escogió un nombre, creó un logotipo y abrió una cuenta en Instagram. Así nació Alma de Coco. 

 

Explorar la materia prima

 

Biodiversidad Veronica Renteria

 

Aunque el primer acercamiento de Verónica con las materias primas de sus productos ocurrió en el Pacífico, su búsqueda se expandió a medida que se adentró en las selvas colombianas. “Ahí me di cuenta de que hay muchos lugares del país donde es posible encontrar materias primas que nunca se han usado. Y no se han usado porque hay una presencia imponente de lo internacional en el mercado, que nos lleva a comprar productos de fuera y a dejar de lado la riqueza nacional”. 

 

La creadora de Alma de Coco guarda en una libreta una lista de frutos por explorar, pero su trabajo no solo consiste en encontrar esas materias primas exóticas, buscar el proveedor más conveniente, comprarlas y preparar sus productos. No. Su proceso comienza con un ejercicio profundo de investigación: cuál es el origen del fruto, qué propiedades tiene, cuál es la mejor forma de utilizarlo. Además, persigue su historia: qué familias lo cultivan, cómo es la tierra que lo ve nacer y cuál es la cosmovisión que se ha tejido a su alrededor. “Para mí es importante obtener todo ese conocimiento, porque así puedo asegurar a mis clientes que se trata de un producto que recoge saberes ancestrales y culturales, y que no lo compré en una farmacia. También me interesa comprarlos directamente a quien los produce, sin ningún tipo de intermediarios, para ayudar a las familias que viven de sus cultivos”.

 

Cuando tiene en sus manos una materia estudiada y la certeza de que proviene de una cadena de extracción completamente natural, la transforma de la manera más simple posible, para conservar cada una de sus propiedades. Hoy, Alma de Coco cuenta con 50 productos, entre capilares, corporales y faciales. “Lo que quiero hacer son procesos completamente limpios. No quiero dañar la materia prima con un montón de químicos para luego venderlos como si fueran cremas milagrosas a base, por ejemplo, de borojó, cuando en realidad está más compuesta de químicos que de la misma fruta”.

 

Biodiversidad Veronica Renteria

La cosmética artesanal requiere lectura, conocer territorios, convivir con las comunidades y darles valor a las materias primas.

 

Tres tesoros de la región

 

“La biodiversidad con la que cuenta el Pacífico colombiano es inmensa, extensa y maravillosa. Su flora, su fauna, su gastronomía, sus usos y costumbres son de mostrar a nivel mundial. Yo trabajo con ese legado cultural y con su compilado botánico. Los productos son valiosísimos para su uso medicinal, cosmético e, incluso, ritual. Cuando hablo de ritual me refiero a esa idea de espiritualidad –que nada tiene que ver con una religión u otra– que hace referencia al cuidado de uno mismo, desde el ser, desde el alma”. 

 

El coco

 

Las historias de los ancestros cuentan que el coco llegó a Chocó flotando por el Océano Pacífico. Nadie atina a decir con absoluta certeza de qué región de la tierra provino, pero lo cierto es que se ha convertido en una fruta con un fuerte arraigo cultural en la región. Sus usos van desde la gastronomía hasta la cosmética. De esta fruta se destaca que podamos aprovecharla en su totalidad: “Es útil para todo lo que quieras desarrollar. Sirve la palma, las hojas y hasta la fruta. El agua de coco ayuda a prevenir la deshidratación y es ideal para la piel y el cabello; su pelusa sirve como abono, y la cáscara es materia prima para muchas artesanías. Realmente, cuenta con una cadena productiva muy grande”. 


El cacao

 

El cacao es un alimento de reyes. A Verónica, el hecho de que África sea el mayor productor a nivel mundial la entusiasma, porque considera que esta materia prima la conecta con su africanía. Es una fruta que entreteje historias de saberes, de cantos y de familias que viven de esta planta, de su siembra, de su secado y de la producción del chocolate mismo en Chocó, Tumaco y Valle: “El cacao tiene unas ventajas competitivas en su cultivo, que se derivan de las características agroecológicas de la región. El clima, la humedad y el ambiente hacen que podamos encontrar en el Pacífico una variedad muy apetecida internacionalmente: el cacao fino de aroma”. 

 

El coco y el cacao son los elementos claves de Alma de Coco. “Trabajan como oráculos que nos permiten ver cuáles son las tradiciones, los cuentos, las historias y las dinámicas familiares del Pacífico. Además de hacer que nuestras fórmulas sean absolutamente hidratantes, deliciosas y perdurables, estos frutos dan, a quien usa nuestros productos, la posibilidad de deslizar sobre la piel y el cabello un poco de esa sabiduría ancestral de ese pedazo de Colombia”.

 

El chontaduro

 

Aunque no es muy conocido en el resto de Colombia, el chontaduro tiene fama de “crecer en cualquier lado”. Las comunidades indígenas y negras que habitaban el occidente del país solían comer el fruto y botar la pepita en el suelo; ahí mismo salía una palma de chontaduro. Es un alimento con un gran valor nutricional y con cualidades para la cosmética, especialmente para el cabello de las mujeres negras. “El aceite de chontaduro es maravilloso para aplicarlo en el pelo porque provee una hidratación profunda. Su olor es un poco más fuerte que el de otros aceites vegetales y esto hace que podamos tener una extracción mucho más delicada y limpia, sin solventes. Es un aceite completamente orgánico”. 

 

Tesoros como el coco, el cacao, el chontaduro, el azúcar, el borojó y las aromáticas se incorporan en los productos de Alma de Coco en forma de macerados, tónicos y aceites. Verónica suele incluir productos que sirvan para recordar las selvas, las montañas, los ríos y toda la riqueza natural que sus ojos han podido apreciar. “Alma de Coco siempre cuenta una historia y esa historia está relacionada con mis vivencias, con los saberes de mis ancestros y con lo que leo. Hacer cosmética artesanal es un proceso que requiere lectura, conocer territorios, convivir con las comunidades y darles valor a las materias primas y a las dinámicas que se gestan alrededor de ellas”. 

Por Redacción Cromos

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