Transformando corazones: campeones que inspiran

Más de 3.000 deportistas de 11 países se reunieron en la XXIII Olimpiada Especial Fides-Compensar, donde además de competir ayudaron a transformar el corazón de quienes conocían sus historias. Esta es una de ellas.

Por María Alejandra Castaño Carmona - mcastano@elespectador.com

08 de junio de 2019

Sarelis Andrea Cuesta Peñalver, una de las protagonistas de la XXIII Olimpiada Especial Fides-Compensar / Fotos: Mauricio Alvarado

Sarelis Andrea Cuesta Peñalver, una de las protagonistas de la XXIII Olimpiada Especial Fides-Compensar / Fotos: Mauricio Alvarado

“El mundo que soñé se vivirá en colores, tendrá mil corazones. Para poder latir tendrá un millón de amores”, dice una de las canciones de la cantautora italiana Laura Pausini. Y en Bogotá, durante una semana, se vivió ese mundo, el del amor y las sonrisas, la humildad y el agradecimiento, el esfuerzo, la inclusión y el compromiso.

¿Los protagonistas? Más de 3.000 deportistas en condición de discapacidad cognitiva que participaron de la XXIII Olimpiada Especial Fides-Compensar 40 años Iberoamérica en Colombia, que se realizó del 2 al 8 de junio en Bogotá, y contó con la participación de 11 países y 14 regiones de Colombia.

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“Ha sido una semana llena de alegría y felicidad. Reunir a 3.000 deportistas e igual número de familias y más de mil voluntarios en torno a una actividad llena de trabajo colaborativo, entrega y corazones que transforman vidas, nos hace sentir muy orgullosos”, asegura Juan Manuel Rivadeneira, gerente de recreación, educación y deporte de Compensar, institución que desde hace 15 años acompaña a Fides en la organización de las olimpiadas.

“Me ha impactado mucho ver historias tan inspiradoras y ser testigo de cómo cada competidor entrega su espíritu, su cuerpo y su corazón para dar lo mejor de sí. El mejor premio es la gratificación de todos los que vienen a esta olimpiada”, añade Rivadeneira.

Por otro lado, Alejandro Escallón, presidente de la Fundación Fides, asegura que esta vigesimotercera olimpiada se ha caracterizado por tener un grupo humano comprometido, que lo llena de satisfacción y responsabilidad, pues desde la creación de la Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Educación Especial (Fides), en 1975, se están haciendo las olimpiadas y cada año aumenta el número de participantes.

“Estas olimpiadas nos han servido para poder socializar, unir voluntades y hacer que la sociedad tenga conciencia sobre qué es la dignidad del ser humano a través de nuestros muchachos Fides”, asegura Alejandro Escallón.

Sarelis Andrea Cuesta Peñalver

No tiene otro nombre, es ella, única, talentosa, romántica, estricta, especial. Tiene muy claro lo que le gusta y lo que no. Desde los siete años se enamoró de la gimnasia artística y desde los ocho compite en todas las pruebas que puede.

Sarelis camina con la espalda recta, la cara levantada, los ojos hacia el cielo. Entra al escenario con ganas de arrasar, de seguir recogiendo las medallas de oro que tanto le gustan. Los colores y movimientos de sus ojos, sus labios sonrientes, el delicado vestido y la cinta que se menea a su ritmo, hipnotizan.

“La primera vez que Sarelis vino a una Olimpiada Fides fue como invitada, porque no tenía la edad para competir; sin embargo, la fogueamos e hizo una presentación bellísima, era la más pequeña. Todos la felicitaban. Ahí ratificamos lo talentosa, inteligente y carismática que es”, cuenta Yamile Ramírez David, entrenadora de gimnasia especial de la delegación del Cesar.

“Mi mamá y la profe Yamile siempre me acompañan y me enseñan. Están siempre muy pendientes de mí”, dice Sarelis.

El amor más puro

Mientras no compite, la gimnasta habla de su vida, de sus miedos, gustos y sueños. Hace amigos tan fácil como mueve la cinta, la modalidad de gimnasia en la que, según cuenta, se ha ganado “como 17 medallas de oro” gracias a su entrenamiento diario, dedicación y compromiso con el deporte.

Sus palabras, con acento vallenato, son igual de rítmicas a sus movimientos con la cinta. En una conversación donde el tiempo parece no correr, la vallenata cuenta que le encanta el frío porque la deja moverse más. Dice que le gusta Bogotá, que no le da miedo montar en avión y que su sueño es estudiar ingeniería de sistemas.

“Aparte de ser mamá, es una mujer, es una artista, como yo. Ella cuando vamos a salir a cine, o alguna cosa, siempre se viste elegante, se pinta su cara y yo igual, pero con los colores más fuertes. Fucsia, rojo... de todos los colores”, cuenta Sarelis, quien cada vez que habla de su mamá, le brillan más los ojos y su sonrisa le sale más natural.

En el avión desde Valledupar se sentaron juntos, se agarraban de la mano. Ella lo espera por las mañanas en una silla, él siempre está pendiente de ella.

“Said es muy bonito, y es como yo, especial. Él me dice que soy muy linda, y me dice cálmate, cálmate y yo me calmo. Porque yo tengo el papel de novia estricta, él es blandengue”, dice Sarelis.

Llegó de nuevo la hora de competir, otra vez entrará a escena la Sarelis estricta, la deportista apasionada y comprometida pero al mismo tiempo, amorosa y agradecida. Solo una de las 3.000 historias que forma el mundo de colores y corazones.

“Estos grandes maestros de la vida nos enseñan que son los reales embajadores de Dios en la tierra, que vinieron a cambiar a la sociedad y están cumpliendo una misión, porque no vinieron por algo, si no para algo: para hacernos mejores seres humanos”, concluye Alejandro Escallón.

Por María Alejandra Castaño Carmona - mcastano@elespectador.com

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