Ana Lucila Barrera: “Acordamos no sembrar coca, lo que sigue es cumplir y tener otra vida”

Esta mujer campesina del Sur del Meta cambió los cultivos de coca por especies maderables para darle una nueva oportunidad a su tierra y a su familia.

Por Yulieth Mora/ @YuliethMora_

24 de octubre de 2019

Ana Lucila Barrera.  / Foto: Fondo Europeo para la Paz

Ana Lucila Barrera. / Foto: Fondo Europeo para la Paz

Ana Lucila Barrera vive en la Finca Cabellos, Vereda Alto Canaguay, municipio de Vista Hermosa, Sur del Meta. Hoy siembra plátano y yuca, pero ahora quiere sembrar unos palos de abarco y caoba y esperar que pasen los años para verlos crecer. También espera poder ordenar la finca con menos ganado y de pronto cultivar cacao y aguacate. Ella ya no quiere volver, nunca más, a tener que sembrar coca.

En el marco del proyecto Mascapaz del Fondo Europeo para la Paz, Ana Lucila y otros 75 campesinos de los municipios de Vista Hermosa, San Juan de Arama y Mesetas, visitaron la Estación Experimental El Trueno, en San José del Guaviare. Unas cuatro horas y media de recorrido en carro.

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La Estación experimental ubicada en El Retorno, Guaviare, es una finca de 119 hectáreas, propiedad del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, donde investigadores experimentan con especies de maderables y frutales y luego transmiten sus conocimientos a productores campesinos para hacer de sus fincas proyectos sostenibles y productivos.

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Ana Lucila lleva puesto un saco con conejos estampados. Sus compañeros de viaje en estos dos días le pusieron: “El conejito preguntón”. Se ganó el apodo porque pregunta todo: ¿Cómo se llama este árbol?, ¿Para qué sirve este fruto?, ¿Cómo puedo hacer el abono en mi finca? Quiere saberlo todo, tiene ese deseo de que sus tres hijos vivan en un bosque en unos años, que sean productores de frutales; que se queden en su tierra y vivan de ella.

“Estamos contentos por la invitación que nos hicieron. Aprendimos la importancia de preservar la naturaleza, los años que llevan esos árboles y cuáles se adaptan más a nuestra región. Sabemos que es momento de reforestar nuestras fincas. Ya acordamos no sembrar coca, lo que sigue es cumplir y tener otra vida”, afirma. 

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Ana Lucila ya tuvo que empezar de cero y sabe que puede hacerlo otra vez. Le ha tocado lidiar con la separación de su esposo, la erradicación de los cultivos, el asesinato de su hermana y lo más duro, dice, la enfermedad de su hija; una bacteria que le partió el hueso de la tibia. A ella ya le tocó trasnochar, viajar con su hija enyesada a Bogotá, llorar, devolverse, ir de urgencias, esperar una operación, lidiar con el dolor, sufrir la impotencia. Ya le tocó lo más duro. Ya su hija está bien, pero sabe que todos pueden estar mejor.

“Para mí lo único difícil de esas transiciones es la economía. Sabemos que en un futuro mis hijos pueden aprovechar lo que sale de estos proyectos. Sabemos que hay que seguir conservando y cuidando nuestro territorio. Tenemos que dejar la idea de esa vida de antes”, explica.

Las visitas de campesinos productores como Ana Lucila desde el Sur del Meta al San José del Guaviare, para conocer las diferentes funciones del bosque, les permitieron comprender la importancia de mantener el recurso hídrico en sus territorios, si se tiene en cuenta que la selva de la Amazonia regula el 50% del agua dulce del planeta que va a parar a los acueductos.

Se estima que el proyecto Mascapaz en 2020 beneficie a unas 3.200 familias campesinas en el Sur del Meta con modelos productivos y sostenibles para sus fincas.

Pasarán algunos años para ver los árboles altos en la finca de Ana Lucila, pasarán más cosas en su vida y los árboles serán testigos.

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Por Yulieth Mora/ @YuliethMora_

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