Andrea Tovar y Mabel Lara: colombianas, mediáticas y orgullosas de sus raíces

Desde sus oficios recalcan el valor de la diferencia como parte vital en la reconstrucción de un país en época de paz.

Por Mónica Diago

07 de marzo de 2017

Andrea Tovar y Mabel Lara: colombianas, mediáticas y orgullosas de sus raíces
Andrea Tovar y Mabel Lara: colombianas, mediáticas y orgullosas de sus raíces

Hay una cualidad indiscutible que identifica a estas dos mujeres, Andrea Tovar, Señorita Colombia y Mabel Lara, periodista: honran con orgullo, en cada una de sus palabras, sus raíces étnicas y culturales. Por eso mismo conocen cada uno de los problemas que aquejan sus ciudades natales, Quibdó (Chocó) y Puerto Tejada (Cauca), reconocen los estereotipos que pesan sobre la raza negra, y evidencian la alegría y la fortaleza de las mujeres que representan. No siempre fue así. No siempre sus vidas fueron un derroche de alegría y atenciones, como las que reciben hoy por ser mujeres reconocidas, figuras públicas, mediáticas y ejemplo para muchos colombianos.  Y sus vicisitudes no pasan por un tema económico, pues ambas crecieron en familias de clase media, que lograron darles educación universitaria y prepararlas para enfrentar la vida en un país “más clasista que racista”, como bien dice Mabel Lara.

 

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Sus luchas han atravesado otros campos igual de pantanosos. Andrea nunca perteneció del todo a su comunidad afrodescendiente porque su piel era más clara que la de sus amigos; porque hay quienes miden la raza por las variaciones en el tono de la piel, como si perteneciéramos a un sistema de identificación y comparación del color, a un Pantone racial. Poco a poco fue descubriendo que su identidad provenía de una mezcla, de una combinación riquísima entre blancos, indígenas y negros. Por fin se reconoció como una mujer mestiza y así se definió. Y justo cuando se identificó tuvo que aplazar su presentación al Concurso Nacional de Belleza, porque el color de su piel no representaba del todo a su departamento. 

 

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Andrea Tovar, señorita Colombia y Mabel Lara, periodista, reconocen los esfuerzos que pesan sobre la raza negra, y evidencian la alegría y la fortaleza de las mujeres que representan. 
 

Pasaron un par de años y pudo demostrar que ella, como sus amigos negros, compartían una misma identidad: la chocoana. Y una vez tuvo la corona de la más bella sobre su cabeza, proclamó ante los medios de comunicación su propia definición, la que había construido años atrás, después de un proceso de reconocimiento, de una adolescencia confusa: “soy mestiza”. Y otra vez fue Troya porque la reina de los colombianos y de los chocoanos no se reconocía negra. Soportó el matoneo en las redes sociales, que siempre están listas para catalogar y tildar, por honrar su pasado indígena, presente en los ojos de su abuela, su legado negro, nítido en la sonrisa de su madre, su mestizaje, latente en su rostro y en su piel. 

 

La misma sociedad que le dictaba a la reina cómo debía denominarse le recordaba a Mabel Lara que en Cali, la ciudad con mayor población afrodescendiente del país, no podría ser presentadora de noticias. “Yo hice varios castings, para noticieros y nada. Me parecía paradójico que teniendo tanta gente negra en Cali los negros no tuviéramos tanta presencia en los medios de comunicación de la región. En realidad, los medios allá no tuvieron el carácter que se necesita para poner negros en las noticias. Tuve que trasladarme a Bogotá para poder cumplir uno de mis sueños y descubrir que el público aplaude estas decisiones de los directivos porque se ve identificado. Es que en este país no todos somos rubios, ‘ojiverdes’, o blancos pelinegros, somos distintos, diversos, mestizos”, confirma Mabel.

 

Pero la caucana tenía un as bajo la manga llamado disciplina. Mabel se formó con dedicación para alcanzar el reconocimiento que tiene hoy. Estudió en la Universidad Autónoma de Occidente, estuvo también en el exterior y practicó, desde que era una universitaria, los conocimientos que le iba dando la academia. “A mí no me pusieron a presentar por ser negra, por ‘ponerle color a las noticias’, como decían algunos medios cuando llegué a Caracol. ¡Hombre, yo estudié, yo me capacité, yo soy una periodista y una reportera apasionada por el oficio!”, dice orgullosa, después de aceptar que por ser una mujer de raza negra ha tenido más obstáculos que las mujeres blancas. “Sí, es cierto, nos toca más duro por la discriminación y el prejuicio que recae sobre nosotras: que las negras somos las buenonas, las sexies, más los estereotipos banales que construyen algunos sobre las mujeres; se unen estos dos componentes de discriminación (etnia y género) y toca trabajar más duro”, dice pero sin victimizarse. Detesta la auto victimización, por eso antes que sentirse menos Mabel prefiere encantar: “la tarea la hacemos desde la seducción. Venga yo le muestro que soy diferente pero no se asuste, en la diferencia hay placer. Qué pereza que todos fuéramos igualitos”, dice.

 

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Mabel también tiene su proyecto personal. Con la fundación Futuro pazcífico busca empoderar a comunidades y jóvenes del norte del Cauca a través de la educación. 

 

Lo mismo piensa  Andrea Tovar, “yo quiero representar la plurietnia chocoana y quiero que la gente no se minimice ni se auto discrimine. Yo, por ejemplo, valoro mucho lo que soy por eso no me siento discriminada. Por nuestra historia de negros, que incluye a los que lucharon y fueron esclavizados, muchas mujeres en la actualidad se victimizan, se minimizan, sienten que no pueden aspirar a cosas más grandes o que deben tener menos por pertenecer a cierto grupo racial. Ahí empieza la discriminación, en nosotros mismos”, cuenta la reina y recuerda a una de las mujeres afrodescendientes que la ha inspirado: Josefina  Klinger, la Mujer Cafam 2015, fundadora de la Corporación Mano Cambiada con la que creó un modelo ecoturístico en Nuquí. “Es chocoana, pudo sacar adelante a sus tres hijos, sola, y además trabajar por mejorar las condiciones de los demás. Ser negra no significó más que una característica en su fisionomía”. Y lo define muy bien Klinger: “empecé a ver mi territorio y me di cuenta de que debíamos quitarnos de la cabeza eso de que somos pobres. Si somos víctimas es por nuestras circunstancias”, le dijo a El Espectador Josefina días después de recibir su premio.

 

Construir paz desde el oficio

Uno de los retos de estos tiempos de reconciliación es lograr construir paz desde nuestra cotidianidad, desde lo que tenemos a nuestro alcance, lo que nos atañe. Dejar de mirarla como una negociación que se hace lejos, que no nos concierne. Así lo entienden las dos protagonistas de esta portada. Mabel, desde su papel de reportera, ahora radicada en Cali, está comprometida con darle visibilidad a las poblaciones que han tenido reporte en los medios de comunicación pero en el contexto de la guerra. Le propuso al Canal Caracol una serie de informes desde estas poblaciones y su cotidianidad en el post conflicto. “Quiero que contemos cómo es Toribio, Caldono, Caloto, San José del Guaviare en esta época. No conocemos estos territorios en realidad porque hemos visto a sus pobladores víctimas de ataques, bombardeos, guerra…Tenemos que darle espacio a nuevas voces, escuchar más verdades; el país debe estar preparado para que la guerrilla, nos guste o no, cuente su versión de la guerra, porque hemos escuchado siempre la versión oficial. El lenguaje también tiene que cambiar, usar uno que no estigmatice, asumir el momento histórico que estamos viviendo, y para los periodistas es un momento clave para salir del escritorio”, comenta la presentadora que ahora disfruta como nunca su rol como reportera.

 

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"Yo quiero representar la plurietnia chocoana y quiero que la gente no se minimice ni se auto discrimine".
 

Andrea además de cumplir su agenda de reina Nacional de Belleza, que incluye visitas y trabajo en distintas comunidades vulnerables del país, tiene sus propias iniciativas. Una vez entregue el título de Srta. Colombia seguirá transmitiendo el mensaje que quiere imprimir, especialmente en la mente de sus coterráneos: auto valorarse. “Quiero, además, seguir trabajando en el programa que lideraba antes, que se llamaba Chocó con todos sus cuadernos, en el que recogíamos kits escolares, los entregábamos y además ofrecíamos una tarde de esparcimiento a los niños para que salieran, por un momento, de las realidades difíciles que deben vivir en el Chocó”.

 

Su infancia estuvo también marcada por la guerra. Tenía 13 años cuando secuestraron a su tío materno, Francisco Velásquez, en el corregimiento de Tutunendo. “Fue un choque directo con la realidad, ver que mi tierra no era solo alegría, sabor y risas”, afirma. Su tío quedó en la mitad en un enfrentamiento entre el ejército y la guerrilla. Su abuela perdió el conocimiento después de enterarse de la situación de su hijo. La mamá de Andrea tuvo que vender varias de sus pertenencias para pagar el dinero con el que se logró la liberación de su hermano, seis meses después. La guerra no era un recorte de periódico, era un sentimiento que causaba dolor en su familia y en su territorio.

 

Por eso llegó al Concurso Nacional de Belleza con algo más que sus 1,79 cm. y su rostro atractivo. “Yo sabía que no solo podía llegar a Cartagena siendo bella,  extrovertida, alegre y carismática porque así son todas, así somos las mujeres colombianas. Tenía que llevar algo más, un objetivo por el que quisiera trabajar y lo encontré. Yo quería cambiar esa imagen negativa que hay sobre mi departamento, quería que se hablara de otra cosa, de la plurietnia que hay en el Chocó y demostrarles a los niños que si puede haber más oportunidades en el futuro para los que así lo deseen si trabajan por conseguirlo. Sé que hay muchas niñas que me ven como un ejemplo”, asevera la reina.

 

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"Quiero que contemos cómo es ahora Toribio, Caldono, Caloto. No los conocemos en realidad porque hemos visto a sus pobladores víctimas de la violencia".

 

Mabel también tiene su proyecto personal. Con la fundación Futuro Pazcífico busca empoderar a comunidades y jóvenes del norte del Cauca a través de la educación. Los mejores alumnos reciben beneficios en la escuela de liderazgo donde debaten sobre el proceso de paz, el conflicto, donde ven películas con diferentes visiones del mundo lo que contribuye a la formación de un criterio. Además los llevan a diferentes actividades a Cali. “Solo sacarlos del pueblo un rato les cambia el chip”, cuenta Mabel. Además se encarga de generar conexiones estratégicas para los niños, actúa como un coach que potencia sus capacidades. Su misión es inspirar, motivar a los jóvenes de su tierra para que desarrollen todas sus habilidades y, como ella, puedan conseguir lo que se proponen en la vida, haciendo a un lado cualquier sentimiento de exclusión pues en la cédula de todos está escrita una sola identidad: colombianos.

 

Mujeres negras de admirar

Waris Dirie 

 

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Su historia es de novela y por eso se hizo en 2010 su película: Flor del desierto, que es el significado de su nombre. Nació en 1965 en Galkayo, Somalía. A los 13 años huyó por el desierto a donde su hermana, para no cumplir la cita que tenía con su futuro marido de 60 años. Un matrimonio concertado. Después se fue para Londres. A los 18 años un fotógrafo la vio en Mc Donald's y la impulsó a ser modelo. Fue portada del calendario Pirelli junto a Noami Campbell y la primera negra que apareció en la portada de Vogue Europa. Pero su lucha ha sido la mutilación genital femenina. Ella fue circuncidada cuando tenía 3 años, de acuerdo a la tradición de su país. Tradición que sigue vigente. Fue nombrada embajadora de Buena Voluntad de las Naciones Unidas. En 2002 creó Waris Dirie Fundation. En 2004, Gorbachov le entrega el premio Women's World Award.

 

Angela Davis

 

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Nació en 1944 en el estado de Alabama, USA. Fue miembro de las famosas Panteras Negras y una de las más conocidas activistas por los derechos civiles de su raza. Estuvo en la lista del FBI como una de las personas más buscadas en los años 60. En 1972, fue condenada a pena de muerte, pero debido a la gran movilización internacional en contra de esa pena, fue absuelta. Ángela se dio cuenta de que solo cuando hubiera igualdad entre hombres y mujeres, podría haber igualdad entre blancos y negros, y por eso se convirtió en símbolo también del movimiento feminista.

 

Fotos: Hernán Puentes 

 
 

Por Mónica Diago

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