Así se fabrica la acústica del Festival Internacional de Música de Cartagena

Cada año, los organizadores deben luchar contra el calor, la humedad y el viento de Cartagena para garantizar el mejor sonido posible en espacios abiertos y teatros. Pequeños y grandes detalles que hacen que la fiesta sea casi perfecta.

Por Carlos Torres

29 de enero de 2016

Así se fabrica la acústica del Festival Internacional de Música de Cartagena
Así se fabrica la acústica del Festival Internacional de Música de Cartagena

Así se fabrica la acústica del Festival Internacional de Música de Cartagena

Hace cuatro años, la primera tarea que tuvo Antonio Miscenà fue fijar la identidad del Festival Internacional de Música de Cartagena. El italiano risueño tomó la labor como si se tratara de su primera versión. Empezar casi desde cero representó un reto enorme y, a nivel editorial, un cheque en blanco. Si el festival que dirigía se desarrollaba en el Caribe colombiano, debía tener un sentido particular. Para sentar este precedente, con el que debutó su gerencia artística, tuvo en cuenta que debía pensarlo en un contexto incluyente, que abriera las puertas de la ciudad a nacionales y extranjeros.

“La identidad de Cartagena es un lugar de confrontación entre la cultura americana y europea. Este es un puerto de ida y vuelta”, explica Miscenà, quien va por su cuarto año a la cabeza del Festival, junto a Julia Salvi. Justamente este 2016, tras la realización de nueve festivales, quiso resaltar dicha identidad que se le encomendó de entrada. Para él hoy es más cómodo invitar artistas a cada cita, organizar lo que tenga que organizar. Hace rato la mano dejó de temblarle para escribirles a los músicos, hoy lo hace sin miedo a recibir un “no” como respuesta. Pero así brilla el sol de hoy y él no se olvida del pasado, cuando la situación era distinta. Una vez resolvió la identidad, se preguntó ¿cómo hacer para que un europeo se atreva a ir a Cartagena, porque allá encuentra un festival único?

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collage

Foto izquierda: El hombre que asiste a todos los conciertos.
Antonio Miscenà se formó en el Conservatorio de Música de su país y en la Universitá degli Studi di Perugia. Vive entre Colombia e Italia. El próximo Festival será su último como director general.

Foto derecha: El teatro adolfo mejía
Para Antonio Miscenà, el público colombiano es excepcional. Aclara que para disfrutar el Festival no es necesario ser académico, solo basta tener un poco de curiosidad.

 

En otras palabras, el paso siguiente fue apuntar al circuito internacional. Que el de Cartagena se hiciera conocido en el circuito mundial de música culta. “Al inicio algunos invitados pusieron resistencia, por el orden público del país. Pero hoy puedo decir que ninguno tiene problema en venir. En estos últimos cuatro años han llegado artistas que terminan influyendo en que otros acepten venir. Muchos dicen ‘si fue Vengerov, puedo ir yo al Festival’”, explica Miscenà. Una vez resueltas las primeras tareas, surgieron otras, más vinculadas a la parte técnica. “Normalmente la música clásica se escucha en teatro cerrado, con acústica perfecta. Nosotros acá tenemos locaciones muy particulares, como la Plaza San Pedro, el Convento La Popa y el Puerto, que son espacios abiertos, con demasiado viento. Mi misión es buscar la mejor condición del audio a pesar de las variables”, sostiene Claudio Carbone, productor y músico del Festival, uno de los pilares del equipo que formó Miscenà en su gestión.

El clima de Cartagena es una de las variables más resbaladizas con las que lidian los organizadores. En la calle se siente un calor de 35 grados centígrados, en los teatros, una temperatura alrededor de los 18. Los cambios bruscos de ambiente dañan cualquier instrumento. A esto hay que sumar la humedad, que puede matar un piano en cinco o seis años. A los acústicos, la mayoría elaborados en madera, los sentencia en menos tiempo. “Los artistas se preocupan porque el sonido que sale del instrumento sea igual al que le llegan al público. Los instrumentos los ponemos en tarima antes de tocar. En Cartagena no puedes instalar un piano fuerte unas horas antes, porque se desafina completamente. Debe ponerse minutos antes de un concierto”, asevera Carbone.

El proceso básico del sonido comienza con el artista tocando su instrumento. En segunda instancia está el micrófono que capta el sonido de la interpretación. Dicho sonido rápidamente desemboca en una mesa de mezcla, que finalmente pasa a los altavoces, dispuestos con una medida sugerida por un software. Entre cada bafle hay un retraso que debe coordinarse. “Colombia tiene una gran tradición musical, pero no de música clásica. Por eso no es fácil buscar un clavecín o un buen piano forte. Lo único que traemos de Euorpa son micrófonos, en total ciento treinta, con una calidad increíble que también son sensibles a la densidad del clima. Les tenemos que poner medias veladas a las cabezas, para aminorar los efectos del viento”, explica Carbone.

¿Cómo se sabe que un festival cumple las expectativas? A punto de celebrar cinco años como director general, Antonio Miscenà valora personalmente cada presentación, se fija si los músicos estuvieron conectados, la fidelidad del audio. Acto seguido, percibe la sensación de la gente. En las entradas y salidas lo buscan para darle su opinión, por más dura que sea. Sin jactarse, Antonio dice que el Festival mejora con el transcurrir del tiempo y asegura que prepararlo sin imperfecciones es igual de utópico a que un micrófono capte con fidelidad absoluta el sonido que emana un instrumento, sobre todo en Cartagena, que a pesar de su calor y su imponente mar, no volvió a ser la misma después del Festival.

Fotos: David Schwarz.

Por Carlos Torres

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