¿Cómo podemos educar en tiempos de pesimismo extremo?

La física Paola Tello creó ‘Antártida para valientes’, un programa de divulgación científica para niños y niñas, que busca estimular la sensibilidad y el cuidado del medioambiente en los colegios del país.

Por Carlos Torres / Revista Cromos

10 de septiembre de 2019

@antartidaparavalientes / @valento_fotografia

@antartidaparavalientes / @valento_fotografia

Un bloque de hielo empieza a derretirse. El sonido interrumpe el silencio del lugar mas frio, más ventoso, más seco de todo el planeta. El lugar al que le estoy pidiendo que se teletrans­porte es la Antártida. Pocas per­sonas han tenido la posibilidad de visitarlo. La física santande­reana Paola Tello es una de ellas. Desde que fue y volvió, su vida dio un giro radical. Lo que po­dría resumirse en una experien­cia personal mágica se convirtió en un proyecto de divulgación de conocimiento.

Antes de recorrerlo du­rante dos semanas, el con­tinente blanco colonizó su mente de profesora. Moti­vada por el inminente viaje, Paola creó un taller para es­tudiantes de un colegio dis­trital de Bogotá, en el que la Antártida fue el eje de la clase. El objetivo era conta­giar su curiosidad, fijar una conexión con un espacio le­jano y fantástico. “Los niños ponían la mano en el bloque de hielo y les decía que cerra­ran los ojos y se imaginaran la Antártida. Les pregunté cómo la veían, les hablé de los pingüinos, sus habitan­tes de siempre”, dice Paola, por teléfono, desde Londres.

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En un momento, sus pu­pilos se interesaron tanto por la vida de los pingüinos, que Paola pidió que les re­dactaran cartas. Para que el ejercicio fuera útil, se com­prometió a llevárselas a su hábitat. “Les había explica­do que a estas aves les en­canta nadar, les expliqué su relación con los océanos, que desafortunadamente están llenos de plástico”. El expe­rimento la sorprendió. Los niños se tomaron en serio la tarea de hilar un mensaje a los animales, que segura­mente solo han visto en cine y televisión. “En la noche leí con mi papá lo que habían escrito. El amor que senti­mos en esas cartas fue lo que más nos impactó. No encon­tré imágenes apocalípticas, al contrario, estaban llenas de positivismo”.

El ejercicio fue replicado en veinte colegios, antes de que se embarcara rumbo a la Antártida. En su equipa­je, Paola dejó un espacio para las cartas, que fueron leídas con las otras 79 científicas de veinte países que reali­zaron la expedición. “Lloré. Fue impresionante, porque pude palpar el poder de las palabras. Regresé de la An­tártida con el compromiso de contarles a las niñas y a los niños lo que había visto”.

A la vuelta, lo que arrancó como una actividad aislada se convirtió en el taller ‘An­tártida para valientes’. Pao­la regresó transformada. El contacto con el paisaje diáfano, a -20 grados centí­grados, y la compañía de sus colegas mujeres dieron un nuevo aire a sus clases. “El día que los humanos pisaron por primera vez la Antártida, ¿en dónde se encontraban las mujeres?”, le preguntó a un puñado de estudiantes de cole­gio. “Esperando en la casa”, res­pondió alguien. “Preparando la comida”, dijo otro. “Las mujeres estaban cuidando a los hijos”, se escuchó decir al fondo del aula.

Paola intuyó las respuestas. El estereotipo de mujer que le estaban planteando alimen­tó el nombre ‘Antártida para valientes’. “Valiente es de los pocos adjetivos que no tienen género. Quería que mi mensaje también fuera muy fuerte para las niñas”, aclara.

El piloto de su nuevo progra­ma incluyó una pared con los mensajes a los pingüinos. Las palabras inspiraron a los niños y niñas que recibieron leccio­nes en las que aprendieron so­bre reciclaje, empoderamiento femenino, solidaridad animal y el uso indiscriminado de ma­teriales, como el plástico. Con una cámara les mostró a los ni­ños lo que había dentro de una ballena: paquetes de galletas, vasos desechables, botellas que contenían agua.

¿Es posible estimular el cui­dado del planeta sin recurrir a escenas apocalípticas? Según Paola, sí se puede: “Tratamos de enamorar a los alumnos de los pingüinos, que son mis alia­dos número uno, derriten a cualquiera, son familiares, son valientes, son preciosos. Los llamaban las aves tontas, porque no pueden volar. Pero nadan. A las niñas y a los ni­ños les cuento cuánto tiempo están adentro, les hago una analogía con las habilidades especiales que tenemos cada uno de los humanos”.

Hasta ahora, este pro­grama educativo ha tenido pilotos en Españay México. Desde Inglaterra, Colombia y España, un equipo de ocho mujeres voluntarias lucha por integrar educación, cultural y tecnologia en una propuesta innovadora. Con las uñas, en sus ratos libres, diseñan los talleres, los actualizan y apuntan a patrocinadores para que un día sea realidad en varios co­legios a la vez. Su objetivo es que toda una generación de colombianas y colombia­nos entiendan qué es el cambio climático y desarrollen habilidades claves para mitigarlo. “Queremos motivarlos a la acción, no desde el miedo, para eso usamos la Antartida y los pinguinos. Los ob­jetivos apuntan a que la gente se involucre a tra­vés de los juegos, la cultura, los sonidos, el viento y la mú­sica para concientizarnos”.

A estas alturas del irre­versible cambio climático, ¿estamos a tiempo de reac­cionar? Paola Tello no duda en decir “¡Sí!”. La física, que estudia las propiedades de las rocas, prefiere ser optimista ante los diagnósticos negativos. En vez de quedarse de bra­zos cruzados y dedicarse a su trabajo en un laboratorio en Londres, saca horas de su tiempo libre para educar a los pequeños y pequeñas que son el presente de un mundo que los necesita.­

En la foto: Lina Garcia, Paola Tello, Claudia Ruiz, Luisa Casas, Alejandra Coy. Crédito: @naturalphotocolombia

Por Carlos Torres / Revista Cromos

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