@antartidaparavalientes / @valento_fotografia
Un bloque de hielo empieza a derretirse. El sonido interrumpe el silencio del lugar mas frio, más ventoso, más seco de todo el planeta. El lugar al que le estoy pidiendo que se teletransporte es la Antártida. Pocas personas han tenido la posibilidad de visitarlo. La física santandereana Paola Tello es una de ellas. Desde que fue y volvió, su vida dio un giro radical. Lo que podría resumirse en una experiencia personal mágica se convirtió en un proyecto de divulgación de conocimiento.
Antes de recorrerlo durante dos semanas, el continente blanco colonizó su mente de profesora. Motivada por el inminente viaje, Paola creó un taller para estudiantes de un colegio distrital de Bogotá, en el que la Antártida fue el eje de la clase. El objetivo era contagiar su curiosidad, fijar una conexión con un espacio lejano y fantástico. “Los niños ponían la mano en el bloque de hielo y les decía que cerraran los ojos y se imaginaran la Antártida. Les pregunté cómo la veían, les hablé de los pingüinos, sus habitantes de siempre”, dice Paola, por teléfono, desde Londres.
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En un momento, sus pupilos se interesaron tanto por la vida de los pingüinos, que Paola pidió que les redactaran cartas. Para que el ejercicio fuera útil, se comprometió a llevárselas a su hábitat. “Les había explicado que a estas aves les encanta nadar, les expliqué su relación con los océanos, que desafortunadamente están llenos de plástico”. El experimento la sorprendió. Los niños se tomaron en serio la tarea de hilar un mensaje a los animales, que seguramente solo han visto en cine y televisión. “En la noche leí con mi papá lo que habían escrito. El amor que sentimos en esas cartas fue lo que más nos impactó. No encontré imágenes apocalípticas, al contrario, estaban llenas de positivismo”.
El ejercicio fue replicado en veinte colegios, antes de que se embarcara rumbo a la Antártida. En su equipaje, Paola dejó un espacio para las cartas, que fueron leídas con las otras 79 científicas de veinte países que realizaron la expedición. “Lloré. Fue impresionante, porque pude palpar el poder de las palabras. Regresé de la Antártida con el compromiso de contarles a las niñas y a los niños lo que había visto”.
A la vuelta, lo que arrancó como una actividad aislada se convirtió en el taller ‘Antártida para valientes’. Paola regresó transformada. El contacto con el paisaje diáfano, a -20 grados centígrados, y la compañía de sus colegas mujeres dieron un nuevo aire a sus clases. “El día que los humanos pisaron por primera vez la Antártida, ¿en dónde se encontraban las mujeres?”, le preguntó a un puñado de estudiantes de colegio. “Esperando en la casa”, respondió alguien. “Preparando la comida”, dijo otro. “Las mujeres estaban cuidando a los hijos”, se escuchó decir al fondo del aula.
Paola intuyó las respuestas. El estereotipo de mujer que le estaban planteando alimentó el nombre ‘Antártida para valientes’. “Valiente es de los pocos adjetivos que no tienen género. Quería que mi mensaje también fuera muy fuerte para las niñas”, aclara.
El piloto de su nuevo programa incluyó una pared con los mensajes a los pingüinos. Las palabras inspiraron a los niños y niñas que recibieron lecciones en las que aprendieron sobre reciclaje, empoderamiento femenino, solidaridad animal y el uso indiscriminado de materiales, como el plástico. Con una cámara les mostró a los niños lo que había dentro de una ballena: paquetes de galletas, vasos desechables, botellas que contenían agua.
¿Es posible estimular el cuidado del planeta sin recurrir a escenas apocalípticas? Según Paola, sí se puede: “Tratamos de enamorar a los alumnos de los pingüinos, que son mis aliados número uno, derriten a cualquiera, son familiares, son valientes, son preciosos. Los llamaban las aves tontas, porque no pueden volar. Pero nadan. A las niñas y a los niños les cuento cuánto tiempo están adentro, les hago una analogía con las habilidades especiales que tenemos cada uno de los humanos”.
Hasta ahora, este programa educativo ha tenido pilotos en Españay México. Desde Inglaterra, Colombia y España, un equipo de ocho mujeres voluntarias lucha por integrar educación, cultural y tecnologia en una propuesta innovadora. Con las uñas, en sus ratos libres, diseñan los talleres, los actualizan y apuntan a patrocinadores para que un día sea realidad en varios colegios a la vez. Su objetivo es que toda una generación de colombianas y colombianos entiendan qué es el cambio climático y desarrollen habilidades claves para mitigarlo. “Queremos motivarlos a la acción, no desde el miedo, para eso usamos la Antartida y los pinguinos. Los objetivos apuntan a que la gente se involucre a través de los juegos, la cultura, los sonidos, el viento y la música para concientizarnos”.
A estas alturas del irreversible cambio climático, ¿estamos a tiempo de reaccionar? Paola Tello no duda en decir “¡Sí!”. La física, que estudia las propiedades de las rocas, prefiere ser optimista ante los diagnósticos negativos. En vez de quedarse de brazos cruzados y dedicarse a su trabajo en un laboratorio en Londres, saca horas de su tiempo libre para educar a los pequeños y pequeñas que son el presente de un mundo que los necesita.
En la foto: Lina Garcia, Paola Tello, Claudia Ruiz, Luisa Casas, Alejandra Coy. Crédito: @