El ego de Patillal

Texto de Alonso Sánchez Baute publicado en la Revista Cromos del 27 de abril de 2004.

Por Redacción Cromos

13 de mayo de 2009

El ego de Patillal
El ego de Patillal

El ego de Patillal

¿Quién dijo que la arrogancia siempre es mala? Aclaro, no la arrogancia como sinónimo de altanería, de soberbia, sino vista como el amor propio necesario para distinguirse ante los demás. Algunos dirán que se trata más bien de actitud, que es palabra de moda en las revistas del corazón pero, la verdad, cuando uno nace en un caserío de escasos quinientos habitantes, perdido en las estribaciones de la Sierra Nevada, a miles de kilómetros de la capital del país en una época en que las comunicaciones eran casi inexistentes; cuando uno nace en estas condiciones pero tiene el talento grande de dar alegría a sus congéneres, por grande que sea este talento también se necesita muchísimo perrenque si se quiere llegar lejos.

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A este perrenque yo lo llamo ahora arrogancia, que es virtud de la que han carecido otros también grandes compositores de la música vallenata. Arrogancia para, a pesar de nacer en patria chiquita, tener el descaro de codearse con la patria entera.

Patillal se llama la tierra de la que hablo, y allí nació Rafael Escalona. Claro que Patillal, en toda su historia, también ha visto nacer a muchos de los grandes compositores de la música vallenata- Freddy Molina, Octavio Daza, `El Chiche' Maestre. Se trata de una tierra prolija en talento, habitada por gente culta y bohemia.

Aunque el más celebre de todos sus hijos, sin lugar a dudas, y de lejos, es Rafael Escalona Martínez, hijo del coronel Clemente Escalona -de quien Gabo dijo alguna vez le sirvió de inspiración para la creación del famoso personaje que no tenía quien le escribiera- y de Margarita Martínez, muchacha altiva que hablaba cuatro idiomas, pues su tío, el obispo Celedón (un hombre tan importante para su época que incluso se carteaba con el Papa, la mandó a estudiar de niña a la Europa nórdica.

Rafael Escalona nació con un ta lento grande: el de componer canciones. Comenzó a hacerlo en su adolescencia, cuando era estudiante del colegio Loperena. Su primer canto habla de la tristeza de un estudiante cuando su profesor más querido se va. Se llama Él profe castañeda, y con ella inicia Escalona una carrera prolífica dedicada al vallenato. Sólo que, para entonces, esta música era prácticamente desconocida en el resto de Colombia, y le correspondió al maestro hacer eso que ahora los más jóvenes vaman crossover es decir, cambiar el ritmo de un género a otro así, sin más. En este caso, pasar de la guabina y el bambuco al vallenato parrandero.

Una parranda vallenata no es otra cosa que una tertulia. musical: la gente se reúne alrededor de unos músicos que cuentan sus historias. Estas historias son las que compuso Escalona desde su juventud, las mismas que rápidamente comenzaron a cantarse de boca en boca. El testamento, La despedida, La molinera, son cantos que hizo cuando estudiaba en el Liceo Celedón, en Santa Marta, por entonces uno de los planteles educativos más importantes de Colombia, adonde mandaban a los hijos de todas las familias distinguidas del Caribe colombiano. Como dato curioso vale mencionar que el nombre se le debe precisamente al obispo Celedón, su tío, a quien Gabo inmortalizó en Cíen años de soledad cuando, para referirse a su amigo compositor, lo menciona como "el sobrino del obispo".

Pero no fue este parentesco lo que le permitió a Escalona abrirse paso entre la aristocracia samaría en sus épocas de estudiante, sino su música. Para entonces, los salones del Club Santa Marta estaban vedados a los estudiantes, salvo al hijo de Patillal: los pisaba con frecuencia de la mano de la más rancia alcurnia de Santa Marta. De Eduardo Dávila, de Miguel Pinedo, de Chepe Riascos. Como luego también lo hizo en el jockey, cuando López Michelsen lo invitó a la capital y lo presentó a sus amigos, las familias más distinguidas de la Bogotá cachaca. De hecho, el vallenato se escuchó primero en el jockey Club que en el Club Valledupar, pues las familias tradicionales del valle no veían con buenos ojos la música que escuchaban los trabajadores en las famosas "colitas".

Y tardó mucho más en ser escuchado en Barranquilla. En realidad, el vallenato dio un salto grande de Valledupar a Bogotá, brincándose todas las ciudades íntermedías. Esto, en gran medida, se le debe al presidente López, quien de joven fue a Valledupar a trabajar unas tierras, herencia de su abuela Rosario Pumarejo, oriunda de la región. A López lo conoció en Valledupar, en la casa de Jorge Delgado Barreneche, y la amistad entre ambos se selló de in mediato y para siempre, al punto que, al ser elegido presidente, en 1974, López lo mandó como su cónsul a Panamá.

Sin el ex presidente muy posiblemente la música de acordeones no habría llegado a tantos rincones, convirtiéndose en la expresión folclórica más importante de Colombia. A partir de López, se habla incluso de un binomio "vallenato y poder", del que hay una queja generalizada de los politices de la costa, porque dicen que los acordeones suelen poner más ministros que el porro y la cumbia.

Escalona mismo siempre ha sido un hombre muy cercano al poder. Lo curioso es que Escalona confiesa haber votado a lo largo de su vida tan sólo en dos oportunidades: por López Michelsen y por Uribe Vélez. Con el actual presidente, además, lo une una amistad tan profunda que incluso Uribe visitó al maestro el tiempo que éste estuvo en la clínica, hace apenas un par de semanas, cuando casi se nos va a causa de un infarto. Por fortuna, hoy la salud de Escalona está completamente restablecida. "Lo que pasa -dice el maestro- es que el trabajo y las mujeres me volvieron como un roble".

A partir de su talento y de esa arrogancia, Escalona construyó un personaje tan importante en la cultura de nuestro país, que la televísión hizo de su vida un seriado -Escalona- que ayudó a masificarlo. Aunque, por su cuenta, Escalona siempre se codeó con las grandes personalidades de Colombia. No en vano, desde muy joven, él mismo se convirtió en una de ellas. Cuando Gabo volvió a Aracataca luego de su periplo por medio mundo, lo primero que hizo fue mandarlo a buscar para que le cantara y lo pusiera al día en todo lo sucedido en su ausencia. De esa fiesta queda un escrito del Nobel llamado La parranda del siglo, y la historia ha dado en designar este evento como el antecedente de la creación del Festival Vallenato, ocurrida cuatro años después en Valledupar bajo la iniciativa del mismo López y de Consuelo Araújo.

Con Gabo, Escalona se conoció a partir de su mutuo amigo Alejandro Obregón. Al pintor lo buscó el mismo compositor en uno de sus tantos viajes a Barranquilla. Escalona sentía profunda admiración por su obra. De hecho, al patillalero lo que le llamaba la atención en su niñez era la pintura, pero desistió de ella al descubrir que su amigo del alma Jaíme Molina hacia mejores cuadros que él. En todo caso, de la mano de Obregón, Escalona conoció a los demás miembros de La Cueva, aunque ahora confiesa que visitarla no le llamaba mucho la atencíón: "Tenía un defecto muy grande: no admitían mujeres".

Y ya que las mencionamos, no hay ní qué decir que las mujeres han sido una constante en la, vida del maestro. Muchísimas recibieron sus amores a lo largo de los años, aun que la más celebrada fue Marina Arzuaga 'La Maye', con quien se casó a los 22 años y tuvo seis hijos, entre ellos la famosa Ada Luz, la de La casa en el aíre.

Ahora el maestro tiene una nueva mujer, Luz Marina, una cachaca de Suesca que espera que Escalona componga algún día una canción sobre sus amores, una mujer que lo cuida día y noche y lo acompaña a cada ciudad donde es frecuentemente invitado a dar conferencias sobre lo que más le gusta y sabe: el folclor vallenato, la música de acordeones, la narrativa costumbrista que siempre hizo y que tanto gozo nos ha dado a los colombianos. Míami, Nueva York, Madrid, Barcelona, París, Caracas. Cada día llega una invitación desde una. ciudad diferente buscando escuchar las historias de un hombre que se hizo gran de a punta de talento, a punta de perrenque; a punta de ese don de gentes que dice que tiene cada vallenato.

Por fortuna, como a los grandes genios de la cultura, el compositor vallenato ha recibido innumerables homenajes en vida. No se cumplió en este caso aquella frase de Caro: "El hombre es una lámpara apagada. Toda su luz se la dará su muerte". Aun que no es menos cierto que para un hombre que tiene el don de alegrar a la gente ningún homenaje es suficiente. Ojalá hubiera muchísimos más como él, porque en esta vida lo que se necesita es cantar, reír, bailar, llenar el espíritu de contento, de alegría.

Quizás así podríamos seguir el consejo de Edwin Rodríguez Buelvas cuando advierte que lo único inteligente que puede hacerse en esta vida es ser feliz, y felicidad es precisamen te lo que nos produce escuchar las canciones de Escalona.

Por Redacción Cromos

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