“El vacío que dejó mi esposa siempre va a estar”: Diego 'El Cigala'

Tras la muerte de las mujeres más importantes de su vida, el cantaor flamenco se armó de melancolía para sobrevivir.

Por Gabriela Castro Rico

27 de marzo de 2017

“El vacío que dejó mi esposa siempre va a estar”: Diego 'El Cigala'
“El vacío que dejó mi esposa siempre va a estar”: Diego 'El Cigala'

... Así produjo Indestructible, un disco gitano y salsero a la vez. Hicimos un recorrido por su vida, antes de sus conciertos en el país. 

 

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En los últimos dos años, 'El  Cigala’ ha vivido momentos muy amargos. El 19 de agosto del 2015, un cáncer se llevó a Amparo Fernández, la mujer que lo acompañó durante 26 años, primero en España y luego en República Dominicana, donde vive actualmente. La madre de dos de sus hijos, también era su representante. Y la base de todo. Falleció unas horas antes de que él se presentara en el Super Bowl. Luego, en octubre del 2016, su madre, Aurora Salazar, murió mientras él estaba de gira por México. “No se puede describir tanto dolor”, confesó unas semanas después de ese suceso, al diario español 20 minutos. 

 


En medio del luto, sin embargo, sacó fuerza y produjo Indestructible, el disco número once de su carrera. No se dejó aplacar por la melancolía, ese sentimiento se convirtió en su alimento, y esas mujeres —dueñas del vacío que llevaba en el estómago—, fueron su inspiración. 

 


La música de su disco, que fusiona  su estilo con ritmos de la salsa, le sirvió de impulso para sobrevivir, hasta que, finalmente, la calma llegó: encontró el amor nuevamente en los brazos de Dolores y su hijo Manuel, quien nació hace unos cuantos meses.

 


Su sangre gitana y flamenca le mueve los pies y la lengua. Es una fuerza arrolladora que lo impulsó a la música desde muy pequeño. Siguió los pasos de su padre, José Córdoba, y de sus tíos maternos. Aprendió de los mejores y conoció el mundo con ellos. Así como la vida. En ese camino se cruzó, con Bebo Valdés, su ídolo. Y también se le atravesó Gabriel García Márquez, el amigo que lo obligaba a ser el mejor en el escenario, para hacerlo sentir un poco más vivo. Una mirada al pasado y al presente de un hombre indestructible.

 

 

P: ¿Cómo es la historia de la disputa familiar por su nombre durante el bautismo?
R: Resulta que mi padre, José, mi madre, Aurora, y mi tío, Ramón, estaban en la pila de bautismo. Justo cuando me estaban echando el agua, mi tío Ramón le dijo a mi padre: “El niño se llamará Ramón”. Y mi padre respondió: “El niño se llamará Diego”. Y así, hasta que al final mi padre dijo: “Bueno, tú ponle Ramón, que mi hijo se llamará Diego”. Quedé bautizado como Ramón, pero todo el mundo me dice Diego.

 

P: ¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de la música?
R: Tenía como diez años y siempre estaba embarrado y con un balón de fútbol en las manos. En la celebración de las fiestas patronales del barrio yo me subí a cantar al escenario. Cuando las vecinas me vieron, llamaron a mi madre: “Aurora, Aurora, que tu niño está cantando”. Ella salió corriendo y apenas me vio me dijo: “Baja, baja”. Yo no le hice caso y me puse a cantar. A partir de ahí tuve claro lo que quería hacer en mi vida. 

 

P: ¿Recuerda a su madre cantando flamenco?
R: Cantaba como los propios soles. Ellos vienen de una dinastía de cantaores, de mi tío Rafa Alfarín, Ramón, Ángel, Caito... todos cantaban maravilloso. Y, no es porque fuese mi madre, pero ella cantaba bestial. Lo que pasa es que mi padre se dedicó a cantar profesionalmente, junto a Camarón y Torre Bermejas en el tablao, y nunca la dejó cantar profesionalmente. Yo le decía al llegar a casa: “Mami cántame algo”. Lo hacía con un quejido tan fuerte que alimentaba mi alma.

 

P: ¿De dónde vienen sus raíces gitanas?
R: De Andalucía. Mi padre era de Granada y mi madre de Castilla y León de Salamanca. Son unas raíces bastantes fuertes.

 

P: ¿Quién fue su apoyo incondicional durante sus inicios?
R: Mi padre, porque de cuatro hermanos ninguno salió con vena musical, solo yo. Recuerdo que mi padre llegaba de fiesta por la mañana con todos los artistas, me despertaba, me ponía en sus rodillas y yo me ponía a cantar. A mis 15, 16 o 17 años, él me decía que esta era una profesión muy dura y de muchos altibajos, de alegrías y de penas. Llegar a conquistar el éxito era muy difícil, para lograrlo tenía que tener algo especial y destacarme. Eso era lo que siempre me decía mi padre: “Sí tú quieres cantar, ya sabes a lo que te tienes que atener”. El flamenco no se puede estudiar porque yo no soy un erudito del flamenco, pero he cantado como fragua la vida, creo que la mejor escuela que uno puede tener a la hora de cantar es la calle, la vida misma.

 


P: ¿Quiénes son los hermanos Losada para usted?
R: Son amigos de toda la vida, compartí con ellos desde mis inicios. Cantamos y bailamos con las compañías de Paco Peña. Viajamos mucho. Era otra manera de vivir, porque te dedicabas solo a eso. Además, ellos me pusieron  ‘El Cigala’, porque era muy inquieto, menudillo y nervioso, y porque, según ellos, me movía más que los precios. A mí me llamaban Dieguito hasta que uno de ellos me dijo: “Pero mira, Dieguito, es que a ti en el mundo del flamenco como Dieguito no te conocen, te conocen como  ‘El Cigala’”. Yo me enojaba y decía: “¿Cómo puede ser que me digan  ‘El Cigala’?”. Al final me gustó.

 

P: ¿Qué escuchaba a sus 12 años cuando ganó el primer premio del certamen Flamenco Joven de Getafe o el concurso de TVE Gente joven?
R: A mi tío Rafael, a Caracol, pero sobre todo a Camarón y a Paco de Lucía, desde chico me marcaron para toda la vida.

 

P: ¿Lo deslumbraron en su adolescencia?
R: Bastante. Me producían muchos deseos de cantar. Además de mi padre, ellos dos me impulsaron a hacerlo. Yo veía a Camarón como un 'Che' Guevara, adelantado a todos los gitanos de ese tiempo. Él estaba a años luz de su canto. En esa  época, era muy complicado meter un bajo o un teclado, y cantar poemas de Federico García Lorca, de Omar Kayan o de San Juan de la Cruz. 

 

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P: ¿Qué le quedó de hacer colaboraciones en ese momento con Cristóbal Reyes, Mario Maya o Farruco?
R: Tenía 16 o 17 años cuando comencé a cantar con todos los grandes del baile. No me quedó ni uno. Era el niño consentido, por eso aprendí muchísimo. Estuve con ellos hasta finales de los 80, cuando ya me nombraron artista revelación en la Sala Revólver y dije: “Ya no canto más para otros, voy a cantar solo”. Me costó soltarme, llevar un grupo, pero era lo que yo realmente buscaba y a partir de ahí vino todo. Grabé mi primer disco, Undebel, con el que me divertí mucho. Fue una experiencia grandiosa, pero por cosas de la vida el disco se grabó y se tiró al cajón por dos años o tres. Las disqueras todavía no confiaban. Al final salió y fue un boom. En esa época, que un gitano tan joven hiciera un disco así, era rarísimo.

 

P: ¿Qué importancia tuvo Bebo Valdés en su carrera?
R: Cuando lo conocí, conocí a mi superhéroe. Siempre le estaré agradecido por hacer Lágrimas negras, mi séptimo disco. Y por todo lo que me enseñó. Me emociono con solo recordar a ese genio majestuoso. De mayor me gustaría ser como él.

 

P:  ‘El Cigala’ representa el flamenco del bueno, ¿por qué quiso mezclar el jazz, el bolero, el tango y la salsa con el flamenco?
R: Por lo menos estamos entre los crustáceos, pero tiene muchísimo más sabor la Cigala (risas). Decidí mezclar cuando conocí a Bebo. Con la incursión de Lágrimas negras, la gente pensaba que era una españolada más, que eso no iba a funcionar. Pero del boca a boca se llegaron a vender unas 200.000 copias y luego como un millón de discos. Ese disco se grabó en tres días y yo no sabía nada del son cubano, la clave, el cha cha cha, el montuno... Bebo me decía: “Tú canta como el gitano que eres y yo toco el piano como el cubano que soy”. De hecho, gracias al piano de Bebo trascendí mucho más en el mundo de la música, él me abrió ese mundo latino. Fue un descubrimiento increíble.

 

P: ¿Fue la manera de entrar a América Latina?
R: Totalmente. Me cautivó la música latina, me agarró y no me soltó. No he parado de escuchar y aprender. Nunca haría nada que fuese contraproducente a la hora de meterme en otros ritmos. Tengo que cantar cosas que para mí sean elocuentes y que nunca vayan a dejar de ser flamenco, finalmente.

 


P: ¿Con qué otros sonidos le gustaría hacer alguna fusión?
R: Con los sonidos de Brasil; los boleros rancheros; los sonidos mexicanos y los peruanos; la música clásica, y con Marco Antonio Solís, Mercedes Sosa y Armando Manzanero. Espero un día poder hacer un disco de flamenco con una filarmónica y piezas de Manuel de Falla, Albenis, Manolo Caracol. 

 

P: ¿Qué lo hizo llorar al escuchar a Héctor Lavoe?
R: Pensar que era como la simbiosis de Camarón. Eran canciones tan personales que me cautivaban. 

 

P: ¿Él fue su motivación para hacer Indestructible?
R: Sí, aunque mi primera motivación fue Amparo, que en paz descanse. Ella ya había visto mucho antes que yo el viaje. Muchas veces le decía: “Pero ¿cómo voy a cantar esto?”. Y su respuesta era: “Eso te va perfecto”. Así que comenzó la búsqueda. Lo más difícil fue encontrar los onces temas. El viaje fue de ‘El Cigala’ en busca de la salsa, no la salsa en busca de ‘El Cigala’. En la Habana, con Los Muñequitos de Matanzas; en Puerto Rico, con la Fania All-Stars. Reuní a todos estos genios que llevaban muchos años sin verse. Fue asombroso.

 

P: ¿Qué tiene Diego de indestructible?
R: El alma, el alma se vuelve indestructible. Después de la tormenta llega la calma. Dios me quitó lo más preciado y querido que tenía, a mi esposa, pero me recompensó con la llegada de mi hijo Manuel. Nació el mismo día que yo y ya se le ve que va a ser importante. 

 

P: Su esposa y su madre murieron mientras usted trabajaba, ¿de dónde sacó tanta fuerza para subirse al escenario el día que murió su esposa?
R: Ese día me despedí de Amparo a las 3:00 de la mañana y a las 10:00 estaba en un avión para Los Ángeles, porque tocábamos en el Super Bowl, en un estadio para veinte mil personas. El público no se percató de nada, pero nosotros llegamos desechos. Estaba en ánimo de no puedo, no puedo, no puedo cantar. La voz cerrada dos días. Los ojos hinchados de tanto llorar. Ese ha sido el reto más duro al que me he enfrentado en mi vida. Pero fue pararme en el escenario y todo salió. Es probablemente el mejor concierto que he dado, y fue gracias al alma y al ángel de la guarda que es Amparo.

 

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Indestructible se presentará en los escenarios de Medellín, Bogotá, Cartagena, Manizales y Cali entre el 25 de marzo y el 4 de abril. 


 

P: ¿De qué manera ha llenado el vacío que dejó su ausencia? 
R: Con los hijos, pero ese vacío siempre va a estar, no se puede llenar con nada. Todos los días, desde que me levanto hasta que me acuesto, hay minutos y horas para ella, siempre está en mi pensamiento. Muchas veces me levanto en la mañana llorando sin saber por qué. El tesón para seguir me lo dan los hijos. Ese vacío se llena un poco con Diego, Rafael y Manuel, que son para mí los hijos más maravillosos que hay en la Tierra.

 

P: ¿Cómo es Diego ‘El Cigala’ en familia?
R: Muy padre, muy hogareño. Me gusta mucho jugar play con mis hijos. Juego FIFA o Call Of Duty y arraso. Juego tanto que a veces me salen callos en las manos. También me gusta ir a la playa con ellos a jugar partiditos de fútbol.

 

P: ¿Qué lo enamoró de República Dominicana?
R: El clima, el Caribe y el pueblo.

 

P: ¿Volvería a España?
R: Por ahora no. Yo soy dominicano, llevo en mi sangre al español que soy, pero me encanta República Dominicana. La amo en todos los sentidos. Me acuerda al pueblo cubano y al gitano. Estoy muy feliz de estar ahí.

 

P: ¿Qué queda de ese niño guerrero y espartano?
R: Todavía queda algo. No quiero perder esa infancia. Muchas veces grito en rebeldía y al hacerlo me mantengo alerta. Es lo que más me gusta, ser un niño, tener la capacidad de sonreírle a la vida y darle gracias por todo lo que ha deparado, y también de gritar en rebeldía cuando tengo que hacerlo.

 

P: ¿Por qué estuvo tan nervioso cuando Gabriel García Márquez fue a un concierto suyo el 31 de octubre del 2013 en Ciudad de México? 
R: Mi querido Gabo llamó a la puerta. Dije: "Adelante". Cuando lo vi entrar se me cayeron los calcetines. Yo tenía una amistad grande con él desde mi disco Lágrimas negras. Él me confesó que se había emborrachado muchas noches de fiesta con este disco. Cuando entró a ese auditorio, con mi querida Mercedes, llevaba cuatro años sin salir de casa por su enfermedad. Me dijo: “Vengo a escucharte cantar para sentirme un poco más vivo”. Me puse a llorar y le di un abrazo muy grande. A los cinco meses murió. Le dediqué Lágrimas negras en el concierto, fue muy emotivo. Luego salimos a cenar y nos reímos muchísimo. Me contó sus anécdotas en Cuba, lo que quería a Colombia, sobre El amor en los tiempos del cólera y Cien años de soledad, que creo que es el libro por excelencia del siglo pasado. Hablamos mucho, fuimos muy buenos amigos. Ha sido una de las cosas más bonitas que me han pasado en la vida, conocer a Gabriel García Márquez.

 


P: ¿Cómo fusiona sus emociones con el flamenco?
R: En el escenario, siempre. En esas dos horas que estoy cantando soy dueño y señor de ese espacio, no dejo que entre nadie, me vuelvo un comesolo, superegoísta. Pero de una manera sana, porque lo único que hago es pagar todas mis penas, alegrías, penurias o depresiones. El flamenco es un estado de ánimo. En el flamenco no hay medias tintas, conforme estás ese día, así actúas y lo dejas clarito en el escenario.

 

Fotos: Daniel Álvarez.

Por Gabriela Castro Rico

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