Mabel Lara, con alma de reportera

Esta aguerrida periodista acaba de ganar el India Catalina a mejor presentadora de noticiero. Confesó que su vocación son las causas sociales.

Por Redacción Cromos

12 de marzo de 2012

Mabel Lara, con alma de reportera
Mabel Lara, con alma de reportera

Mabel Lara, con alma de reportera

No iba a venir. Cuando la llamaron a decirle que estaba nominada a los premios India Catalina como mejor presentadora de noticias,  Mábel Lara se encontraba en Washington disfrutando de una licencia de tres meses. Se había ido a finales del año pasado con el fin de reforzar el inglés y hacer un curso breve de liderazgo, y no tenía planes de regresar hasta mediados de marzo, cuando planeaba retomar la presentación de noticias en Caracol. Pero fue tanta la insistencia, que se devolvió antes, estuvo en Cali visitando a sus padres y viajó con el equipo de Caracol a Cartagena para asistir a la premiación. ¡Y ganó!

“No me lo esperaba –cuenta mientras la maquillan en el estudio del apartamento donde vive, en Bogotá–. Todo el equipo me decía que ese premio era mío, pero yo no creía mucho. Por eso me llevé una sorpresa cuando lo anunciaron”.

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La estatuilla de la India descansa en la mesa del comedor;  Mábel la trajo apenas unos minutos antes, cuando entró al apartamento vestida de jean oscuro, blusa y unas gafas negras que resaltaban su rostro. Llegó tarde por cuenta del tráfico. Mientras la esperábamos, su tía, Elvia Viveros, dijo que lo mejor de  Mábel era que “no se le habían subido los humos a la cabeza a pesar de los reconocimientos”. Y es cierto: cuando uno la ve –y, sobre todo, la escucha–, se da cuenta de que tiene los pies sobre la tierra. De que, como ella misma dice, es “menos diva y más reportera”, y de que la preocupación que tiene por los otros es genuina. La prueba es esa gran cantidad de proyectos sociales en que anda metida y que incluyen, entre otros, una asesoría a la embajada de Estados Unidos en temas de comunidades étnicas, un trabajo con las alcaldías del departamento del Cauca como territorio de paz, y una maestría en Gerencia para el desarrollo que está a punto de comenzar en la Universidad de los Andes. El tema le gusta tanto que en el futuro se ve más en ese campo que como periodista. “Seguramente haré periodismo, pero no estaré tan metida como ahora. Creo que se cumplen ciclos y a veces siento que uno tiene que dar un poquito más; yo creo que a mí me falta hacer cosas. Dentro de unos años estaré trabajando en alguna entidad para el desarrollo, o en un ministerio, que también me parece interesante. Quizás en un medio internacional, pero no es mi aspiración; me jala más la parte social, siempre”, cuenta. Luego se queda pensando. Dice: “Es que yo soy un poco mamerta, lo sé”. Y suelta la carcajada. ***Hace un año comenzó a correr el rumor de que  Mábel se iría a trabajar en CNN, y se armó revuelo porque el cuento alcanzó a salir en algunas revistas. Al final no se concretó nada, a pesar de que sí hubo contactos. “Un representante habló conmigo y me dijo que estaban interesados –cuenta–. Pero yo ni siquiera alcancé a hacer pruebas. Lo que pasó fue que en algún momento puse en mi chat ‘me espera CNN’ y la gente lo dio por hecho. Pero, como no había nada firmado, se volvió gaseoso”.

Quizás hubiera sido una oportunidad importante para esta periodista nacida en Puerto Tejada (Cauca), que hizo su carrera en Cali y pasó siete años de su vida trabajando en el canal regional Telepacífico. Fue allí donde la vio el periodista Mauricio Gómez, quien regresó a Bogotá hablándole maravillas de ella a Camilo Durán, vicepresidente de Caracol, para que la contratara en 2008. Quizás lo habría sido, sí, pero la verdad es que eso no la desvela: para ella lo importante sigue siendo su trabajo como presentadora y esos escasos momentos en que la dejan salir a hacer reportería.

“Tal vez de las cosas más duras que he hecho fue una serie de informes especiales desde Haití, unos meses después del terremoto. Fue muy doloroso ver esa gente pues yo conocía la pobreza, pero no la miseria. Uno llegaba ahí de periodista, haciéndole la pregunta cliché a los niños: ¿y tú, qué quieres ser mañana?, ¿con qué sueñas? Y ellos se quedaban mirándote un rato y respondían, ¿ah? El mañana no existe, sólo piensan en pasar el día. Ese momento fue realmente duro, tuve semanas enteras de llanto incontrolable cuando volví”.

Ha habido más momentos –la muerte de Michael Jackson, la posesión de Barack Obama–, que la han probado como periodista. Pero en el directo se siente fuerte: le genera adrenalina, le encanta. Por eso al final de cada emisión, agotada, se queja de dolor de espalda. ***Confiesa que es buena lectora. Que su libro de cabecera es La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, y que ahora mismo está leyendo otro del escritor checo: La vida está en otra parte. Que le gustó muchísimo El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez, y uno de Arnoldo Palacios, La sangre y la lluvia, ese escritor chocoano al que, para ella, le falta mayor difusión. Como buena caleña por adopción le encanta la salsa (“cuando voy a Cali no perdono la bailada; no es lo mismo rumbear ahí que en otro lugar: el ambiente, la humedad…”), ni mucho menos los platos típicos con los que creció: el champús, el chontaduro, el mango biche y un buen sancocho con hogao en Ginebra (Valle).

Y aunque le gusta el fútbol, a la hora de hablar de equipos se declara “sandía”: verde por fuera y roja por dentro –en alusión al Deportivo Cali y al América–. Al final, por supuesto, no olvida a su natal Puerto Tejada: “Me acuerdo de las reuniones en el patio de la casa, que era grande, con árboles; recuerdo a mi abuela paterna, que era el centro de reunión de la familia”, dice. “Ahora las cosas han cambiado mucho, hay muchísima violencia, tenemos 33 pandillas que…”.Es inevitable: vuelve a hablar, otra vez, la periodista apasionada por los temas sociales.

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