«Quiero tener mi hogar y mis hijos, como Ricky Martin» Carlos Vargas

/El presentador de La Red habla de sus dolores más secretos y de los fantasmas que todavía lo rondan por ser un homosexual declarado. /

Por Redacción Cromos

18 de octubre de 2013

«Quiero tener mi hogar y mis hijos, como Ricky Martin» Carlos Vargas
«Quiero tener mi hogar y mis hijos, como Ricky Martin» Carlos Vargas

«Quiero tener mi hogar y mis hijos, como Ricky Martin» Carlos Vargas

Tiene 34 años y es uno de los pocos periodistas de la televisión colombiana que abiertamente ha reconocido ser gay. Hizo su ingreso al mundo del espectáculo con una sección llamada «La crónica rosa», en la que hacía entrevistas atrevidas y de doble sentido a los personajes de la farándula criolla. Impuso un estilo desabrochado y burlón con el que se ganó el cariño de los televidentes y el reconocimiento como uno de los célebres chismosos del medio. Pero aunque nos haga reír con sus comentarios repentistas, su vida está llena de dolores secretos y contradicciones derivados de su inclinación sexual.  

Carlos Vargas accedió a contar en esta entrevista algunos detalles de su vida personal para compartir la angustia, el temor y alejar los fantasmas que aún hoy lo persiguen.

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¿Desde cuándo es consciente de que es gay?

C.V. Desde que tengo uso de razón. Desde muy niño sabía que me gustaban los niños, pero lo que yo veía en mi casa me hacía pensar que no era normal. Yo sentía que eso estaba mal visto, que era malo y que yo estaba destinado a crecer, casarme y tener hijos.

¿Es cierto que quiso ser cura?

C.V. Yo veía que todo el mundo se casaba y cuando tenía seis años llegué a pensar que la solución era meterme de cura, así no me tendría que casar. Hoy creo que muchos curas lo son por eso. Un primo mío abandonó la universidad para ser misionero porque estaba convencido de su servicio a Dios, pero cuando se presentó al seminario se arrepintió por lo que vio. Él no es homosexual ni homofóbico, pero se alejó por eso.

¿El hecho de tener un papá militar hizo más difícil su situación?

C.V. Mi papá fue, en su momento, el suboficial más antiguo y condecorado del ejército; fue un ejemplo de disciplina. Viajaba mucho porque trabajaba en la Inspección del Ejército y tenía que vigilar los batallones en todo el país. Mi mamá fue un ama de casa dedicada toda la vida a mi hermana y a mí. Mi relación con él fue más bien lejana. Yo veía que mis amigos se llevaban bien con los papás y jugaban futbol. Yo no sentía esa identidad con mi papá, sentía más afinidad con mi mamá. Mi papá estuvo presente en todo momento, nos corrigió y educó, pero era como los de antes, que trabajaban mientras las mamás eran las que se ocupaban de los hijos.

¿Cree que su papá sintió también esa lejanía?

C.V. Si le pregunto hoy, no sé qué me irá a contestar. Él nunca dice nada, es un hombre de pocas palabras. Cuando se enteró tampoco dijo nada. Es un excelente papá, es lindo, pero ese es su carácter.

¿A los 34 años no sabe qué siente su papá?

C.V. Mi papá manejó un régimen exigente con mi hermana y conmigo, pero cuando nos sacó adelante como profesionales y estábamos laboralmente estables, dio un vuelco enorme: ahora es tierno, es dulce, me hace el desayuno, me tiende la cama, me hace las vueltas bancarias.

¿A qué edad decidió contar que es gay?

C.V. Yo sufrí mucho por la presión sicológica. A medida que iba creciendo y se me notaba el amaneramiento, la gente me la empezó a montar, entonces yo creé mi propio mecanismo de defensa. Dije: «voy a montársela a la gente para que no me la monten a mí». Entonces me volví el divertido; buscaba el lado débil para burlarme de todos. Y entonces decían: «el gordo es el más criticón, pero es el más chistoso».

¿Usted creó esa fachada para que no lo matonearan por gay?

C.V. Sí, esto fue creado. Y me querían. Yo creo que Dios me premió y me dio un don, una habilidad que yo fortalecí para ser feliz sin hacerle daño a nadie.

¿A qué edad decidió construir ese caparazón?

C.V. Como desde quinto de primaria. En bachillerato fue más difícil porque mis papás veían que mis amigos tenían novias y yo me la pasaba con niñas. Me daba susto contar lo que yo sentía. En mi casa comentaban: «se descubrió que “fulanito” era gay, el papá lo echó de la casa y no le pagó la universidad». Yo temía que eso me pasara. Una vez a mi papá lo entrevistó Gloria Congote para el noticiero 24 horas y nos preguntaron a mi hermana y a mí si queríamos seguir la carrera militar. Ella dijo que sí; yo dije que quería ser cantante. Creo que a mi papá le molestó.

¿A qué edad les contó a sus papás?

C.V. A mi hermana le conté cuando yo tenía 18 años. Ella me aceptó, me dijo que ni lo sospechaba. Desde ese momento se convirtió en mi confidente, se volvió la mejor amiga de mis amigos gays y me ayudó a preparar a mis papás. Les decía que tenía amigos gays y que eran chéveres. Un día, en medio de una pelea, mi hermana me gritó: «usted es mucho marica». Yo no aguanté y le contesté: «si soy marica, a quién le importa». Mi papá estaba ahí y me preguntó si era verdad. Sin mirarlo le dije con la cabeza que sí. «Si va a ser así, se va de la casa», me dijo sin levantarme la voz.

¿Y su mamá?

C.V. Yo salí de ahí corriendo y llorando. Mi mamá me buscó y me dijo que me apoyaba, que primero se iba mi papá de la casa que yo. Me dio un abrazo y me dijo que me respetaba y me amaba y que solo me pedía una cosa, que por favor no me pusiera faldas y esas cosas. Y nos soltamos a reír los dos.

¿Y cuándo se reconcilió con su papá?

C.V. Yo no era capaz ni de bajar a desayunar, no quería encontrármelo. Duramos como una semana sin vernos. Luego, por un incidente en la casa, nos volvimos a hablar.

¿Y hubo abrazo y reconciliación?

C.V. No, mi papá no es así.

¿Cuándo hablaron del tema?

C.V. Nunca le toqué el tema por miedo. Como tres años después, un día en el comedor me dijo: «a mí no me importa lo que usted sea, me siento orgulloso de usted porque ha hecho bien las cosas». Sentí una paz interior infinita, fui muy feliz. Es que uno se martiriza mucho pensando lo que puede pensar él. Mi papá ha conocido y ha hablado con mis parejas. Me hace sentir el amor que me tiene con sus actos; no me dice nada, pero con lo que hace dice todo.

¿Y qué pasó con ese caparazón después de que salió del clóset?

C.V. No pude abandonarlo, sigo siendo igual… (Risas.) Tal vez me quedé con lo mejor de ese caparazón.

¿Qué procesión lleva por dentro?

C.V. Hace poco mi pareja se fue para el cielo… (Silencio.) Solo ahora soy capaz de hablarlo. Fue un dolor terrible, casi nadie supo, aun hay gente que no lo sabe. Me encerré, me deprimí, le eché la culpa a Dios. No quería que la gente me tuviera lástima.

Usted habla mucho de Dios.

C.V. Yo lo he buscado siempre. No me sentía bien en la iglesia católica y empecé a ir a la iglesia cristiana. Pero este año empecé a sentirme diferente. En la iglesia me decían que si dejaba entrar a Dios a mi corazón dejaría de ser gay y me volvería heterosexual. Y yo decía, «¿cómo así?» y me decían que Dios ama al pecador pero aborrece el pecado. Yo no creo eso. Es que si fuera así, Dios no me premiaría como lo hace todos los días.

¿Se siente premiado por Dios?

C.V. Claro que sí, tengo un trabajo que me hace feliz, voy a hacer un comercial, todos los días me salen cosas nuevas, el año entrante me voy a Europa con mi familia. En poco tiempo me voy a Rusia para Miss Universo; la gente me quiere. He realizado mi sueño de ser famoso y trabajar en la televisión. Tengo mucho que agradecerle.

¿Qué pasó con su iglesia?

C.V. No volví. No he ha hablado con mi líder. Él ha sido muy especial conmigo, yo sé que ellos no me hieren a propósito, no es culpa de la iglesia, pero entré en crisis. Tuve que ir a un psicólogo porque me estaba ahogando, me estaba sintiendo culpable por ser gay, ¡a los 34 años! Llegué a pensar que la partida de mi gran amor era por eso, que ninguna relación me funcionaba por eso. Quiero decirles a ellos: «Yo, Carlos Huberto Vargas Moreno, nunca tomé la decisión de ser gay, no lo elegí, nadie puede decirme que cambie y me vuelva heterosexual».

¿Volvió al catolicismo?

C.V. Hace unas semanas conocí al padre Germán Restrepo, católico apostólico y romano, aunque ya se retiró. Le dije que me sentía culpable por ser gay, que estaba pensando cosas como que era mejor no estar en este mundo. Él me dijo que no era culpable de nada, que Dios me amaba, que si honraba a mis padres y ayudaba a mi familia y a terceros, seguiría siendo el hombre más feliz. Volví a sentir un respiro. Ahora me siento feliz, volví a ser el mismo de antes.

¿Cuál es su sueño ahora?

C.V. Quiero casarme y tener hijos. Pero no quisiera adoptar y no me siento capaz de acostarme con una amiga para embarazarla. Mi hermana y mi mamá me han ofrecido su vientre. Espero conocer al hombre adecuado y poder hacerlo. Yo quiero ser como Ricky Martin.

Fotos: Canal Caracol, Carlos Vargas

Por Redacción Cromos

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