Yojaira Carrascal, la voz de los campesinos de Aracataca

Yojaira ha sido pieza clave en temas como la adquisición de seguros de vida para los campesinos, el proceso de restitución de tierras y, en general, en cómo exigir sus derechos como víctimas del conflicto.

Por Carlos Eduardo Barragán Rozo

08 de abril de 2015

Yojaira Carrascal, la voz de los campesinos de Aracataca

Yojaira Carrascal, la voz de los campesinos de Aracataca

Cuando me invitaron a hacer esta historia en la vereda Río de piedra de Aracataca, Magdalena, imaginé este sitio como un paraíso salido de uno de esos afluentes escondidos en las letras de Cien Años de Soledad. Pero cuando conocí a Yojaira Carrascal y me empezó a relatar la violencia que han tenido que padecer y vivir los campesinos de su tierra, me di cuenta que iba a revivir el infierno del éxodo de decenas de familias para sobrevivir. 

Desde el mismo momento en que partimos desde el casco urbano del municipio hacia la vereda, Yojaira empezó a contar historias. Durante las dos horas de recorrido por un camino destapado, cada repecho, cada curva, cada bajada, removía un recuerdo, una historia. Por ejemplo, me contó que hace unos años, los poderosos del pueblo lograron represar y desviar el río dejando sin agua a centenares de campesinos que no pudieron regar sus cultivos. Como no hubo reacción del gobierno local, tuvieron que buscar ayuda en Bogotá. Tuvieron que pasar varios meses antes de que las autoridades devolvieran el río a su cauce natural.

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Más adelante, al pasar por un puente de concreto, recordó con detalles la tragedia que desencadenó la construcción de esa obra. Dijo que un niño de la vereda enfermó y cuando lo llevaban a la ciudad el río se creció. El menor murió porque fue imposible pasar. Motivada por la rabia y la tristeza de semejante injusticia, Yojaira recorrió la zona y buscó recursos en algunas empresas hasta que lograron construir el puente.

Para Yojaira, su vereda es un refugio del que muchos han querido apoderarse. Y recuerda que en 2001 ocurrió el primer desplazamiento masivo, por la incursión de los paramilitares, que además destruyeron el generador de energía que les daba luz 24 horas al día. Y cuenta que volvieron tres años después, y una vez más en 2007. “Ese día, además de robarse todo lo que tenía paticas, se llevaron el cable de la interconexión eléctrica con Fundación. Dejaron los postes porque no los pudieron arrancar”, dice con sorna. 

 

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Cuando el camino se angosta, desde lo alto se ve el caserío, un poblado de 4 ó 6 calles que desembocan en el río, en una refrescante playa. Allí, cada semana se reúnen unos 50 campesinos a tomar decisiones trascendentales para la comunidad. El día que acompañamos a Yojaira, ella quería que discutieran qué productos sembrarían en los próximos años. 

Su liderazgo es evidente. Oírla planear el futuro de esta tierra es como ver sembrar una semilla, luego ver la plántula crecer y 10 minutos después estar recogiendo una cosecha sagrada. Es una mujer que convence, porque todo lo que se propone lo ha logrado, cada vez que ha ido a buscar algo a la ciudad, lo ha conseguido y los labriegos lo disfrutan. 

“Aquí degollaban a la gente, y aunque a nosotros nunca nos dijeron que nos fuéramos, nos fuimos”, relata Agustín Cantillo, uno de los campesinos que asiste a la reunión. Pero Oneldo aporta que fue Yojaira quien organizó el retorno de la gente al caserío. Ella logró que el gobierno le ordenara al ejército crear un batallón de montaña que les garantizara vivir en paz.

Esta mujer nacida en Sahagún no se conformó con ayudar al retorno. Cada vez que se produce una decisión desde el gobierno o desde cualquier instancia del Estado, ella se va de gira por las veredas y se dedica a enterar a la gente de lo que significan esos logros. Yojaira ha sido pieza clave en temas como la adquisición de seguros de vida para los campesinos, el proceso de restitución de tierras y, en general, en cómo exigir sus derechos como víctimas del conflicto.  

Este trabajo ha llevado a Yoyaira a ser miembro de la Mesa Nacional de Víctimas e integrante de la Comisión de Seguimiento y Monitoreo. Es decir, es una de las colombianas que supervisa hasta dónde alcaldes y gobernadores implementan políticas en favor de las víctimas. La última vez que hablamos con ella dijo que estaba en Santa Marta, explicándoles a los personeros del país cuál va a ser su papel en el posconflicto. Porque ella confía en que la guerra algún día se va a acabar.

Por Carlos Eduardo Barragán Rozo

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