Publicidad

Darío Gómez: del amor al despecho

La vida de tragedias, nostalgias, éxitos, amores y desamores de Darío Gómez.

Carolina Gutiérrez Torres
29 de enero de 2011 - 03:33 a. m.

Luz Dary

La romería de hombres y mujeres de luto marchaba a unos pasos de él. Adelante, el ataúd con Luz Dary Gómez Pineda, su hija, 24 años, La Niña. Y también su esposa, sus otros hijos y los familiares más cercanos. Ni una lágrima había derramado Darío Gómez durante el entierro, pero cuando se acercaba a las bóvedas, a la despedida final, no aguantó más el dolor y se desmayó.

Un día una madre muy joven/ ha perdido la vida/ La desgracia ocurrió/ Sucede, la guerra entre pandillas/ Y una bala perdida/ con su vida acabó/ y Daniela muy niña/ huerfanita quedó (…) ¡Daniela! ¡Soy tu abuelo materno!/ Y aunque nadie reemplaza/ ese amor para ti/ Tú mamá desde el cielo/ quiere verte feliz. (Canción: Daniela. Año: 2004).

Luz Dary iba en un colectivo, sentada junto al conductor que era su amigo especial, o su novio. Dicen que él le insistió para que ocupara una silla en la parte de atrás. “Si te ven aquí conmigo me parte el tránsito”. Pero ella no lo escuchó. No lo escuchó porque “se tenía que morir ese día”, dice hoy Darío Gómez sentado en un sofá blanco y pomposo en la sala de su casa (La Castellana, Medellín). Sonó un disparo lejano. Luego una ráfaga más cerca, más cerca, y el final: una bala perdida en el cuerpo de Luz Dary. ¿Quién la mató?

Caracol, febrero 19 de 2002. Una hija del popular cantautor antioqueño Darío Gómez fue asesinada anoche durante un atraco en el noroccidente de Medellín. Las autoridades policiales precisaron que un grupo de hombres armados interceptó un vehículo colectivo que se desplazaba por la carrera 80 con la calle 81. En el mismo episodio resultó herido el conductor, cuya identidad no ha sido precisada.

Hoy el cantante no quiere recordar. Se limita a decir, con voz tranquila y pausada, que la muerte de un ser querido “es muy dura, pero la de un hijo no se puede describir”. La de Luz Dary es sin duda el dolor más grande de su vida. Y no pudo llorar. En aquel funeral sentía una opresión en el pecho, sentía que el aire se le iba, y de pronto dejó de sentir y se derrumbó.

La Niña fue la única mujer del primer matrimonio de Darío Gómez. Del matrimonio por la iglesia —como Dios y su mamá mandaban— con Marta Nubia Pineda. Él de 19 años y ella de 16. La ceremonia fue en Sopetrán, un pueblo cerquita a San Jerónimo, donde el cantante había nacido (6 de febrero de 1956). Se fueron a vivir a Medellín. Nació Wílmar, nació Wálter y nació Luz Dary. Siete años después firmaron el divorcio. “Yo fui un hombre muy dado a ella, muy entregado. Las circunstancias de la separación no te las puedo contar, es muy maluco hablar de una mujer que uno amó tanto. Lo que sí te puedo decir es que de esa separación nació el despecho”. Nació el Rey del Despecho.

Te recibí el corazón con toda el alma/ No me arrepiento a pesar de tu traición/ al darme cuenta que eres una tirana./ Me enamoré y el destino me engañó./ Habiendo tantas mujeres en el mundo/ tenías que ser tu mi única desesperación (…) Por qué eres tan tirana/ con el que sabe amarte./ Debías de matarme para ya olvidarte. (Canción: Tirana. Año: 2004).

Olga Lucía

Olga Lucía Arcila vestía una falda hasta las rodillas, de flores pequeñitas y pretina azul. Una blusa negra que dejaba al desnudo la espalda. Pelo corto y lacio. Sin maquillaje. Le dijo mucho gusto a Darío Gómez, es un placer conocerlo pero no puedo hablar mucho con usted porque mi mamá me regaña. Era 1979. Ella tenía 13 años y él 27 (ya el muchacho llevaba once años viviendo en Medellín y trabajando, veintidós de estar soñando con ser cantante, quince de empezar a escribir canciones y uno de haber grabado su primer LP, titulado “La novia del chofer”. Era director artístico de Codiscos).

El cantante seguía visitándola y ella haciéndole cualquier tipo de desplantes porque era muy niña, porque tenía miedo; porque su mamá era muy brava, muy militar. Entonces él, cansado de las negativas, un día decidió dedicarle una canción para no volver jamás.

Cuando te perdí/ sentí un dolor./ Sin ti a mi lado no creí que pudiera sobrevivir,/ pero en las noches que pasé tan preocupado por tu amor/ vi tu error, me he sobrepuesto ya sin ti aprendí a vivir (…) Y viviré/ porque otro amor llegó con fuerza para amar/ y en mi anhelo de vivir tengo mucho que entregar./ Lo has de saber/ que no haces falta, sin ti sobreviviré. (Canción: Sobreviviré. Año: 1992).

“Cuando escuché la canción que hablaba de conseguirse a otra y de que iba a sobrevivir a pesar de mi desamor, me dije ‘lo perdí’ y me puse a llorar”, contó Olga Lucía en una entrevista a la revista Cromos. Ese fue el remedio. Aceptó y un año más tarde quedó en embarazo. Cuando tuvo a su primera hija, Kenlly Johana, descubrió que el cantante tenía exesposa, tres hijos y un pasado por el que ella nunca preguntó. Lloró, le reprochó y lo perdonó, como lo perdonaría tantas veces en la vida por otras historias con otras mujeres.

Juntos enfrentaron la pobreza absoluta. Vivieron en habitaciones prestadas, en la casa de algún primo y luego en la de la mamá de ella. Nació Jorge Armando —luego vendría su última hija, Lady Catalina—. Darío Gómez fue despedido de Codiscos. Y cuando pensaban que el infortunio seguiría arrasándolos, el cantante creó su propio sello, Discos Dago, y empezó a publicar su obra. La primera canción, Pensando en ella, les daría todo lo que hoy tienen —en palabras de su esposa Olga—: reconocimiento, conciertos,  una casita en el barrio 12 de Octubre, más éxitos. Larga vida al Rey del Despecho.

Le dije adiós, amor mío, me voy pero volveré./ Mi ausencia en ti la confío, yo nunca te olvidaré./ Me dio un beso como abrigo, respondió con un suspiro,/ por siempre te esperare. (Canción: Pensando en ella. Año: 1982).

Rosángela

Los años de niño los vivió en la vereda Los Cedros (San Jerónimo, Antioquia) con sus padres —Ana Abigail Zapata y Marco Aurelio Gómez— y doce hermanos: nueve hombres y tres mujeres. A la mayor, Rosángela, la amaba y la respetaba como a una madre. Vivían en una finca de cafetales y ganado, a dos horas del pueblo. Fue en aquel tiempo que empezó el muchacho a identificarse con la nostalgia, con la tristeza, con el despecho, luego de que un arma se disparara accidentalmente derrumbando a su padre, provocándole la muerte en segundos. La muerte, que ha estado tan cerca del cantante, a la que le ha dedicado tantas de sus composiciones. La muerte por la que se bebió todo el aguardiente que su cuerpo podía soportar —hoy sufre de la presión alta, sólo puede tomar whisky—. La muerte que le llegó a su hermana Rosángela el mismo día que estaba cumpliendo los 33 años —1978—, a causa de un derrame cerebral. A ella también le cantó.

¡Vuelve mi ángel perdido! ¡Amor mío dónde estás!,/ mi corazón no ha vencido esta horrible soledad./ Sabes que sin tu cariño todo mi ser se destruye,/ sin ti seré como un niño que no tiene quien lo arrulle... (Canción: Ángel perdido. Año: 1978).

Dejó la finca de Los Cedros a los 16 años. Viajó a Medellín, a casa de sus abuelos maternos, en busca de fortuna y disqueras. Soñaba con grabar. Y grabó, luego de diez años de estar en la ciudad pidiendo citas con directores artísticos, escuchando gracias por su tiempo, lo estaremos llamando. Grabó La novia del chofer, El solterón fiestero, Las ideas de una viuda. Canciones parranderas, de doble sentido, que algunas emisoras recatadas se negaron a reproducir. Luego llegó la música de despecho que cantaba bajo el nombre de dueto Los Legendarios. Y pasado unos años empezó a ser simplemente El Rey.

A su pueblo volvió, ocasionalmente y muchos años después. Allí engendraría su canción más memorable, en una cantina frente a un viejo cementerio, bebiendo unas copas de aguardiente junto a su amigo Luis Ernesto —quien murió cuatro meses después de este encuentro—. “Nadie es eterno en el mundo, Luis”, le diría El Rey viendo que el antiguo camposanto estaba hoy habitado por decenas de familias, que se habían habituado a vivir allí con los cráneos, los huesos, los restos de ataúdes, arrumados en algún rincón.

La canción se convertiría en un himno, en el trágico himno de la violencia cruda y despiadada que vivía Medellín; eso eran sus canciones: la radiografía de un país de balas y muerte. La canción resonaría en incontables funerales. En el de César Augusto Torres, un fotógrafo que participó en la producción del disco y que fue asesinado meses después del lanzamiento, por una bala perdida como la que mató a Luz Dary, a La Niña.

Nadie es eterno en el mundo/ ni teniendo un corazón/ que tanto siente y suspira/ por la vida y el amor./ Todo lo acaban los años,/ dime qué te llevas tú,/ si con el tiempo no quedan/ ni la tumba ni la cruz. (Canción: Nadie es eterno en el mundo. Año: 1989).

Las consignas de El Rey

‘‘Cuando tenía 15 años empecé a hacer música, a medio tocar la guitarra, pero no la toco muy bien, sólo para componer mis canciones”.

‘‘Yo era duro de llanto. En mis malos momentos sentía una opresión en el pecho, pero no la exteriorizaba. Gracias a mi segunda esposa, Olga, incluso he aprendido a llorar”.

‘‘La música es la posibilidad de postergar en el tiempo los hechos que uno no quiere dejar pasar ni olvidarse. Esa es la aspiración del poeta”.

Cifras del cantante

60: países ha recorrido Darío Gómez con su música, especialmente en Europa y América.

6: millones de discos, aproximadamente, calculan que ha vendido El Rey del Despecho en su carrera.

600: mil copias vendió ‘Ángel perdido’, su primer gran éxito nacional, en los primeros seis meses.

100: mil pesos calcula el cantante que le costó la creación de su propio sello, Discos Dago, en 1982.

 

Por Carolina Gutiérrez Torres

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar