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Alexis García, un hombre soñador

La pobreza lo marcó durante la infancia, pero luego el fútbol lo convirtió en alguien famoso y exitoso. Su objetivo a largo plazo es dirigir la selección de Colombia.

Olga Lucía Barona Torres
30 de enero de 2011 - 09:00 p. m.

Alexis García, aquel jugador que gracias a su exquisito talento en la cancha y su ejemplo fuera de ella fue apodado El Maestro, es un hombre que llegó al mundo marcado por el fútbol y que hoy, 50 años después de su nacimiento en el barrio La Floresta de Medellín, sigue anclado con más ímpetu que nunca, con su nuevo rol de técnico-mánager que estrenará desde el próximo fin de semana con La Equidad, equipo con el que ya registra su quinta temporada.

Llegar a la cima no fue fácil para Alexis. Como la mayoría de nuestros futbolistas comenzó de abajo, de muy abajo, marcado por una infancia cargada de muchas carencias económicas. El cuarto hijo de ocho de la familia integrada por Ceferino García y Neiva Vega, creció con la ausencia de su padre, quien falleció de un infarto en Valledupar, cuando el paisa apenas tenía seis años.

Su madre, entonces, tuvo que sacar adelante sola a sus hijos y mientras se ganaba el sustento haciendo labores de aseo y cocina, Alexis tejió sus primeras pinceladas en una cancha improvisada al frente de su casa, con un balón hecho con la cabeza de una muñeca rellena de papel periódico, y bajo la complicidad de su hermano mayor, Eduardo, quien lo motivó a jugar fútbol, pero también lo llevó por el placer de la lectura.

Se ganó muchas tundas de su mamá, recuerda hoy, no sólo por estar todo el día en la calle, sino porque siempre era el primero de sus hermanos que dañaba el único par de zapatos que tenía. Tuvo que trabajar para ayudar en casa y se ganó sus primeros pesitos podando jardines.

Alexis dice que nació marcado por el fútbol, porque su casa sólo quedaba a cuatro cuadras del estadio Atanasio Girardot, sitio al que acudía cada vez que había partido. No podía ingresar, claro, no había dinero. Por eso, él se conformaba con escuchar los gritos desde afuera y soñaba con que algún día esos coros invocaran su nombre. Sueño cumplido.

El primer equipo que tuvo fue el Barcelona, una escuadra aficionada de San Javier, un barrio vecino al suyo. Tenía 12 años y su técnico fue Guillermo Melán, su primer orientador, a quien hoy todavía recuerda con cariño. Su hermano Eduardo luego lo llevó a unas pruebas con el Medellín y de una entró al equipo juvenil, con el que jugó varias versiones del Pony Fútbol y donde el ojo clínico de Guillermo Hinestroza lo condujo a jugar en el medio campo.

Luego pasó al club de Fabricato, el equipo boom del fútbol aficionado en Antioquia, donde encontró como técnico a Francisco González, a quien Alexis hoy considera como su padre. Inclusive vivió un tiempo en su casa y pasó una época dorada, pues “allí tenía asegurados los tres golpes”.

Gracias a su talento, fue convocado a la selección de Antioquia, con la que ganó, de la mano de Tucho Ortiz, tres títulos nacionales. Recuerda como anécdota el día que le entregaron todo su kit deportivo, que incluía sudadera, tenis, guayos y uniforme. “Esa noche dormí con todos mis implementos, además porque al otro día tenía mi primer viaje, mi primera montada en avión y nada más ni nada menos que a Valledupar, donde murió mi padre”.

En 1980 le llegó la hora de convertirse en profesional. Tuvo pedido del América, Cúcuta y Once Caldas, pero se decidió por el cuadro manizaleño por una razón extradeportiva. “Sencillamente era la ciudad que me quedaba más cerca de Medellín y me quedaba fácil para ir a visitar a mi novia, mi primer amor”.

Con el Once chuleó varios sueños. Convertirse en profesional (debutó contra Santa Fe en Manizales), marcar su primer gol (justamente al Nacional) y comprarle con el primer sueldo (75 mil pesos) una lavadora a su mamá. También pudo adquirir su primer carro, “un Renault 6 destartalado”, y luego un apartamento. Se casó y tuvo dos hijos en la capital caldense: Julián Andrés y Álvaro Felipe, quienes hoy ya son profesionales. Tiene otras dos hijas: Melisa, 16 años, y Valentina, de seis.

En su último año con el Caldas, cuenta Alexis, llegó a la dirección técnica Francisco Maturana, otro técnico al que le ‘achaca’ gran parte de su éxito. “Pacho me marcó, porque me empezó a hablar de cosas diferentes a la pelota, me reforzó mi parte personal, de crecimiento y de hacerme entender que el fútbol era una disculpa para ser feliz”.

En diciembre del 86, Maturana se fue para el Nacional y se llevó a Alexis, luego de que se le dañara un traspaso al Medellín, el equipo del que fue hincha. “Viví una época dorada con el equipo de los puros criollos, me convertí en capitán. Fue un conjunto que dio de qué hablar, jugamos diferente, nos divertimos, crecimos en la parte personal, material y social, y le dimos una identidad al fútbol colombiano. Allí viví mi mayor alegría como jugador, al ganar el título de la Copa Libertadores en 1989, en una época en la que nuestro país pasaba por una dura de violencia”.

En su proceso con la selección de Colombia, García padeció una etapa de dolor, pues pese a que participó en varias eliminatorias, nunca fue tenido en cuenta para un Mundial. Y es que tenía por encima nada más ni nada menos que a Carlos Valderrama y Freddy Rincón. “Eso yo lo sabía, pero es que al Mundial no sólo van once y yo me sentía con el derecho de obtener un cupo. Sentí mucha frustración, porque era mi máximo sueño. Sentí rabia, porque los técnicos de la selección eran los mismos que me tenían a mi en Nacional como capitán, líder y consentido. No lo puedo negar, me dio dolor”.

A los 38 años pensionó los guayos, sencillamente porque ya no disfrutaba jugar. “El día que sentí eso, entendí que era la hora de irme”. Se fue de las canchas, pero no del fútbol. Se quedó con el Nacional como director de las divisiones menores y creó la escuela de fútbol que lleva su nombre. Se fue al exterior a capacitarse como técnico, estudió en Holanda, e hizo pasantías con el Ajax, y luego con el Real Madrid y el Boca Juniors.

Dirigió al Once Caldas, al Pereira, al Bucaramanga y al Nacional, pero cree que su paso por el cuadro verdolaga fue desafortunado porque “fue una cita a destiempo, no me fue bien, pese a que quedé subcampeón de la Copa Sudamericana, pero no salí bien; caí como caen los ídolos, a pedacitos. De parte de la directiva no hubo cariño en la despedida, fue una cuestión fulminante y dolorosa”.

Hace cinco años recibió la llamada de Carlos Mario Zuluaga, un alto directivo de Coomeva, quien lo contactó con Clemente Jaimes, el presidente de La Equidad. La propuesta de venir a Bogotá fue rechazada inicialmente por Alexis, pues no le interesaba estar en la B. Luego de entender que era un proyecto serio y ambicioso, en que el máximo objetivo era ascender a la A en tres años, el técnico paisa aceptó, pero con la palabra de subir en tan sólo una temporada. Y cumplió: al año siguiente ya se pavoneaba en la A. Y desde entonces ha disputado dos finales y ganó la Copa Colombia.

Ahora su nuevo papel de técnico-mánager le depara grandes desafíos, pues sabe que no será fácil rendir en los dos frentes. La idea inicial era sólo dedicarse al trabajo de mánager, pero los directivos le pidieron que también lo hiciera desde el banco. Así que redoblará esfuerzos para poder empezar a nutrir la divisiones menores del equipo visitando colegios en Bogotá y ganando con el equipo de la A para poder cristalizar su meta inmediata: “ser campeón de Colombia y llevar a La Equidad a la Copa Libertadores”.

El sinsabor de no poder estar en un Mundial como jugador lo quiere borrar haciéndolo como técnico de la selección, pero una vez haya culminado el actual proceso de Hernán Darío Gómez, a quien considera la persona definitiva en su desarrollo como profesional y persona, su mejor amigo, un papá.

Por Olga Lucía Barona Torres

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