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Alexis Viera, el terco que se le rebeló a la silla de ruedas

Desde hace cuatro meses, el arquero uruguayo convive con una bala alojada en su médula. Quería ver crecer a sus hijos y volver a caminar. Ambas cosas están pasando. Él recibió el premio Juego Limpio Guillermo Cano.

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DIANA DURÁN NÚÑEZ
13 de diciembre de 2015 - 04:31 p. m.
Viera dice que ha recuperado bastante su pierna derecha. Con la izquierda, admite, va más lento.
Viera dice que ha recuperado bastante su pierna derecha. Con la izquierda, admite, va más lento.
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“En (máquina) caminadora a veces hago 10, 15 minutos. A veces me bajo del auto en la unidad, el cual maneja mi papá, y camino más o menos 60 metros. En casa hago movimientos cortos. Mirá, con esta rodilla yo me paro (hace la demostración, apoyado sobre su pierna derecha). Con la izquierda aún no. Tengo que fortalecer los músculos, porque imagináte que de la cintura para abajo se me durmió todo, porque vos para caminar tenés que tener fuerza en los abdominales, la espalda y la cadera. Es lo que te aguanta todo el equilibrio del cuerpo, no son los pies. Ya ando con el caminador. Obvio que te camino lento, pero te camino. Y a medida que pasa el tiempo se me va a ir despertando todo”.

Alexis Viera, el arquero de fútbol que en las canchas se ganó el apodo como el Pulpo Viera, despide así este año: a paso lento. Desde que los médicos y psicólogos le dijeron que se preparara para una vida postrado en silla de ruedas, el Pulpo Viera se declaró en estado de rebeldía con ese aparato que se posaba junto a su cama y pretendía casarse con él. “Yo no me iba a quedar con lo que dijeran los médicos. Ellos son seres humanos y los seres humanos se equivocan. Aparte, uno con Dios todo lo puede”, dice, reafirmando una vez más sus creencias. “Él me da la fuerza, me muestra el camino, pero obvio que yo tengo que poner lo mío, ¿no? No me puedo quedar en una cama o rezando convencido de que Dios me va a curar”.

Este arquero uruguayo apenas se estrenaba con el equipo caleño Dépor FC, justo después de haber sido el custodio de la valla del América de Cali y el Ñublense de Chile, cuando dos hombres armados lo abordaron a él y a su esposa, Andrea Espel. Ocurrió el pasado 25 de agosto frente a su casa, en el sur de Cali. En medio de un atraco breve, confuso y violento, el cuerpo delPulpo Viera recibió dos disparos. Una de esas balas se hospedó en la médula, permanece dentro de él y aún no lo deja ponerse de pie sin ayuda. “Cuando vi la silla de ruedas por primera vez dije: ¡Uy, tengo una ferrari! La primera que me regalaron era eléctrica, estaba recontento, como niño chico. Nunca dramaticé mi situación, nunca recriminé, nunca me sentí mal por lo que me pasó”.

Alexis Viera asegura que no le dio espacio a la idea de estar en silla de ruedas para siempre, pero el equipo médico que inicialmente lo acompañó sí que lo puso a dudar. Como esa vez que un psiquiatra, que no había visto antes ni vería más, le dijo: “Te vamos a preparar para que seás independiente, pero te tenés que hacer en la cabeza que vas a estar en la silla de ruedas”. Les preguntó a los médicos y fisioterapeutas, quería esperanza a toda costa. El resultado fue el mismo. “Que te digan que no vas a volver a caminar te da impotencia. Me pegó muy duro; me llenó de mucha amargura, de tristeza, de bronca. Tenía ganas de llorar.

Su estrategia, entonces, fue hacerse de oídos sordos: “Creo, sobre todo, que soy terco. Desde chico nunca me gustó que me dijeran que no podía hacer algo, porque más intentaba hacerlo. Me dijeron que no iba a ser arquero por mi altura y ya llevo 21 años jugando profesionalmente. Y yo, sobre todo, quería ver a mis hijos crecer”. No ha sido fácil, como era de esperarse. En su primera terapia no duró sentado ni un segundo, no pudo mantener el equilibrio. Y además, el fuego: “El dolor neurológico es muy fuerte, es como si tuvieras fuego en las piernas y te estuvieran poniendo más fuego. Pero yo me aferré de lo positivo: de mis hijos, mi señora, mis padres. Y empecé a luchar”.

En la segunda terapia logró permanecer sentado tres segundos. El tercer día, diez segundos. Ya se pone las medias sin lío, la primera vez que lo intentó le tomó 30 minutos. Y así, de a poquitos, se ha llenado de victorias personales diarias. Luego empezó a mover los dedos de la pierna derecha y al mes ya la movía bastante. “Hoy por hoy la derecha me aguanta todo el peso del cuerpo, aunque no está al 100% todavía. La izquierda viene un poco más lento porque el disparo fue por el lado izquierdo, que lo afectó un poco más. La primera vez que intenté caminar sentía que el caminador estaba mal, me temblaban las manos, no tenía equilibrio, me sentía asustado, quería volver a la silla; hasta que empecé a romper esos miedos”.

Hay días en que el dolor se le hace, en una palabra, inaguantable. Sabe que no lo va a matar, pero a veces lo vence. “Estoy tomando calmantes siempre. Estoy tomando entre 10 y 12 pastas por día para el dolor, que se me alborota más que nada cuando estoy mucho tiempo en un lugar, se me hinchan las piernas, o me acalambro y me viene ese fuego en las piernas insoportable. Pero nada. he aprendido a convivir con él”. Para combatirlo y para recuperar ciertas habilidades, hace terapia en las mañanas y en las tardes. Su esposa le hace masajes con cremas naturales. Se inyecta suero y le hacen acupuntura. Se conecta a una máquina que estimula sus músculos. Camina, aunque a veces todavía pierde el equilibrio y se vuelve a caer.

“Me he caído varias veces, pero como me caigo me levanto. Esas caídas me dan más fuerza para seguir luchando. Yo siempre lo hice: en mi vida, en mi carrera, y ahora con esto que me pasó obvio voy a luchar mucho más. Es para mí, para mi futuro: yo no me quiero quedar en esa silla de ruedas”.

 

Por DIANA DURÁN NÚÑEZ

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