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¿Deben los deportistas ser siempre ejemplo?

Lamine Yamal cumplió 18 años y lo celebró con una fastuosa fiesta digna de una superproducción. Se filtraron fotos de la celebración —no solo videos— donde se le aprecia vestido con un traje blanco estilo mafia, rodeado de lujos, joyas, cartas de póquer, pistolas simbólicas y más de 200 invitados, incluidos artistas urbanos, compañeros de equipo y animadores de talla baja que fueron contratados para ambientar el evento. La polémica fue inmediata: se acusó a Yamal de explotar a personas con acondroplasia como mero entretenimiento, lo que derivó en una investigación por presuntas violaciones de la ley de discapacidad.


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Antonio Casale
21 de julio de 2025 - 01:08 a. m.
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Hace dos meses, Carlos Alcaraz también desató debate en su documental de Netflix, mostrando con total naturalidad cómo, tras ganar Roland Garros en 2024, se fue a Ibiza a celebrar con fiestas lujosas, mujeres y exceso de placer. Nada oculto, nada edulcorado.


Hasta hace poco, estas celebraciones eran casi clandestinas. Nadie se atrevía a fotografiar —mucho menos a publicar— esas noches, resguardadas tras muros, clausuradas al celular e incluso protegidas por acuerdos de no divulgación. Hoy, en cambio, las nuevas generaciones de deportistas se exhiben sin miedo. ¿Por qué deberían ocultar algo que forma parte de su vida privada?


Es comprensible la preocupación de padres y sectores sensibles: ¿este es el ejemplo que debe seguir la juventud? ¿Una vida de excesos, joyas de medio millón de dólares, animadores de talla baja y temática mafiosa es lo que queremos transmitir? Pero también es razonable sostener que los deportistas son personas, no estatuas. Personas con derechos, con deseos de celebrar y festejar sin máscaras. ¿Debe su capacidad de inspirar condicionarse a un guion moral estrictamente edulcorado?


Los jóvenes necesitan ver que sus ídolos no solo entrenan, compiten y se sacrifican; también ríen, bailan, sienten, se relajan. Ese espectro humano —con matices— es enriquecedor. Y sí, ser figura pública implica responsabilidad, pero también autenticidad.


Mientras sus vidas personales no transgredan leyes ni derechos, celebrar no es delito. No hay que ocultar, sino educar. La grandeza también se demuestra en la vida cotidiana, no solo en el campo.


Si mantienen el profesionalismo, la ética, la disciplina y la entrega, siguen siendo ejemplo. No por lo que callan, sino por lo que muestran: que el éxito puede coexistir con la celebración, que el esfuerzo no exige una vida sin color. Que está bien celebrar con responsabilidad; que el alto rendimiento no está reñido con una sonrisa, una fiesta, un brindis. Eso también enseña.

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Alvaro(ll73e)22 de julio de 2025 - 12:45 p. m.
¡Qué manera superficial de abordar un tema complejo! Todo para justificar un comportamiento (en nuestros términos) "traqueto", para nada edificante y que toda una juventud ve como arquetipos a seguir en su vida. En fin, la mentalidad del "todo vale" si de lograr y mostrar el éxito se trata.
Richard E(krj52)21 de julio de 2025 - 03:08 p. m.
Que comentario se podía esperar de este "periodista" deportivo presuntamente prepago.
Javier Olaya(19361)21 de julio de 2025 - 03:33 a. m.
Así es don Casale: detrás de nuestros héroes del deporte hay seres humanos.
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