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La semana fue redonda para el fútbol colombiano. La selección sub-20 masculina le ganó 3-2 a España en los cuartos de final del Mundial y la de mayores goleó a México en un amistoso convincente. Dos victorias con un mismo mensaje: algo se está haciendo bien.
Lo de la sub-20 tiene un valor histórico. Colombia no le había ganado jamás a España en un torneo oficial en ninguna categoría. Pero más allá de la estadística, hay una sensación de madurez futbolística que emociona. Este grupo no se achica, no se descompone y juega con personalidad.
Ya empiezan a sonar nombres que ilusionan: Canchimbo, Jordan y Villarreal —autor del triplete ante los españoles— ya son señalados como referentes de una generación que apenas empieza su camino. Son muchachos que interpretan el juego con inteligencia, que entienden cuándo acelerar, cuándo sostener y que, sobre todo, muestran carácter. Si algo transmite este equipo es que hay base, proceso y futuro.
Ahora viene Argentina en semifinales, un rival clásico que obliga a elevar el nivel. Pero después de lo que se vio ante España, nadie puede negar que Colombia se ha ganado el derecho a soñar.
En los mayores, la victoria frente a México también dejó buenas sensaciones. Más allá del resultado, se nota un equipo con confianza, cohesión y convicción. Bajo la conducción de Néstor Lorenzo, la selección ha recuperado su identidad: un bloque sólido, equilibrado y competitivo. Y los números lo respaldan.
En estos tres años de proceso, Colombia no ha perdido ni un solo partido amistoso. Son más de veinte encuentros invictos en ese formato. Es decir, somos —para bien y para mal— campeones mundiales de amistosos. Eso habla de seriedad, trabajo y compromiso, pero también nos recuerda un rasgo que debemos cuidar: el exceso de euforia.
Porque ojalá no nos dé la enfermedad de siempre, el exitismo. El Mundial sub-20 no se ha ganado todavía y al frente está Argentina. El Mundial de mayores ni siquiera ha comenzado. Hemos tenido grandes victorias —ante España, Alemania, México—, pero de poco servirán si no aprendemos a mantener la calma cuando llegue la derrota, que tarde o temprano llega.
Hoy todo va bien, y eso se celebra. Pero es momento de guardar cordura en la victoria, para no terminar destruyendo con la misma pasión a los muchachos que hoy nos llenan de esperanza.
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