Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Todo lo que tenga que ver con James ha sido, es y será polémico. A pesar de que el 10 de la selección ha intentado dedicarse solamente a lo suyo que es jugar fútbol, y pocas veces ha dado de qué hablar por lo que pasa con su vida fuera de las canchas, los juicios de valor sobre su existencia son infinitos. Ha de ser por lo genio que es y esas cosas son propias de los genios.
Por más que lo intenten, James no es uno más adentro ni afuera de la cancha. No debe ser fácil ser James y no debe ser fácil esperar de él lo que no tiene por qué ser. James es un extraordinario futbolista, no es político, actor, cantante ni científico.
La semana pasada, cuando Fuad Char, máximo accionista de Junior, anunció que iba con toda por James para que se vistiera con la camiseta de su equipo este año, muchos pensaron que iba a ser imposible que le dijeran que no. Problemas de dinero no hay en la casa Char y a don Fuad, toda una institución en el Caribe colombiano, nadie le dice que no.
Así las cosas, el dirigente armó maletas y se fue a la casa de James, contrato en mano, para lograr lo que, pensaron, iba a ser mero trámite. Reitero, a don Fuad nadie le dice que no. La gente en Barranquilla, con razón, se emocionó y durante unas horas James fue más ídolo que nunca.
Pero James le dijo que no a don Fuad, quien volvió desilusionado a Barranquilla, quejándose un poco de la actitud de James por haberlo hecho perder el viaje. Entiende uno la reacción desde el ego de don Fuad, porque no está acostumbrado a que le digan que no. A partir de ese momento James pasó de héroe a villano de la historia porque don Fuad es, por encima de todas las cosas, alguien respetado, con sobrados méritos en la costa.
Pero es que esto no tenía cómo salir bien. Si James no le abría la puerta de su casa o don Fuad, quedaba mal. Si iba a Barranquilla y no firmaba el contrato, quedaba mal. Si públicamente decía lo que muchos sabemos, que es que todavía no quiere jugar en Colombia porque entiende que esa sería la recta final de su carrera, quedaba mal. James no tenía cómo salir bien de esta historia. En cambio don Fuad ganaba con cara y con sello. Intentó hacer de lo imposible lo posible, como tantas otras veces, y aunque no le salió, su pueblo sabe que ese valor, el de intentarlo, lo ha caracterizado siempre.
Una vez más, James quedó como el malo de la historia, aunque en franca verdad el 10 tiene todo el derecho de jugar donde lo considere porque por ahora, gracias a su talento, tiene, a pesar de todo lo bueno y lo malo que ha pasado en su carrera en los últimos años, varias opciones.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador