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El clima no da para menos: el mismo Valcke, señalado de haber facilitado un soborno de US$10 millones para que Sudáfrica fuera sede de Mundial, ya aterrizó en la tela de juicio donde están hoy 11 directivos vigentes o antiguos de la FIFA y seis empresarios —incluido José Hawilla, quien ya confesó—, porque, supuestamente, recibieron u ofrecieron sobornos y dádivas para quedarse con contratos de transmisión de partidos o para influir en la selección de anfitriones de la Copa del Mundo.
La mayor crisis que haya afrontado la FIFA en sus 111 años de existencia estalló hace dos semanas y no promete llegar pronto a su fin. Un portavoz del organismo le confirmó a la prensa que, en julio, se reunirá un comité ejecutivo extraordinario para determinar la fecha en que se elegirá al sucesor de Joseph Blatter, quien forma parte de los directivos de la FIFA atrapados en la marejada de señalamientos de corrupción, aunque no está siendo investigado aún. Según el diario británico The Guardian, la opción más probable es el próximo 16 de diciembre. Mientras esta discusión ocurría, los delegados del Mundial de Rusia insistían: “No hay duda de que los eventos de 2018 serán del más alto nivel”.
Paralelamente, en Argentina, este escándalo ha golpeado con particular fuerza debido a que tres de los empresarios señalados de haber conseguido contratos de la Copa América, a través de sobornos son de ese país: Alejandro Barzuco, cabeza de Torneos y Competencias, y Hugo y Mariano Jinkis, de Full Play. Los tres tenían en su contra circulares rojas de la Interpol. El diario Clarín aseguró desde el martes 9 de junio, horas después de que se hiciera público que Barzuco se había entregado a la Policía en Italia, que los Jinkis seguirían sus pasos. Sin embargo, al cierre de esta edición, eso no se había confirmado.
Ese mismo diario reveló que Barzuco logró escaparse del FBI el pasado 27 de mayo, a pesar de que se hospedaba en el mismo hotel donde arrestaron a siete dirigentes de la FIFA, porque bajó a desayunar tan temprano que pudo observar desde la mesa en la que comía a los agentes estadounidenses ingresando al edificio. La versión que dieron los abogados del empresario deportivo es que éste se escapó a Italia, país del que tiene nacionalidad, para definir su estrategia legal antes de ser privado de la libertad. Tanto Burzaco como los Jinkis, según EE.UU., cometieron delitos como fraude y lavado de dinero.
Entrevistado en un programa radial argentino, el defensor de Burzaco afirmó que la extradición de Burzaco a EE.UU. se podría resolver en unos dos meses y que no se van a oponer. Negó, además, que fuera testaferro de Julio Grondona. Burzaco Permanecerá en detención domiciliaria, en un apartamento que alquiló a las afueras de Bolzano, la ciudad donde se entregó.