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Ariel Carreño, bogotanísimo

El argentino ha jugado con los tres equipos bogotanos de la A. Ahora quiere ser campeón con Santa Fe.

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Juan Diego Ramírez Carvajal
06 de febrero de 2011 - 10:12 p. m.
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En apenas tres años jugando en Colombia, Ariel Sebastián Carreño consiguió ingresar a la historia del fútbol nacional. Ante Júnior, el año pasado, anotó el gol más rápido de la historia del rentado, a los siete segundos de juego. Y además, ha vestido las tres camisetas bogotanas de primera división, logro que ya había alcanzado el delantero Herly Alcázar. Tras enfundarse las camisetas de Millonarios y Equidad, ahora su presente lo ata a Independiente Santa Fe, un club al que llega a ganar la séptima estrella.

Haber lucido la camiseta de 13 clubes con apenas 31 años, ha hecho que su carrera deportiva sea difícil. Nacido en el seno de un humilde hogar ubicado en la provincia Córdoba, en Argentina, Carreño, como si fuera el patio de su casa, empezó a hacer de las suyas con el balón en el estadio la Talquera del equipo Unión San Vicente, de la Liga Cordobesa de fútbol.

Por su talento, rapidez, capacidad de gol y brío dentro del terreno —incluso años después jugando para Nueva Chicago, su DT Néstor Gorosito lo comparó con el exdelantero albiceleste Claudio Paul Caniggia—, el ‘pibe’ de 16 años emprendió su periplo a la capital para probarse con Boca Júniors, en donde forjó precisamente una amistad con el volante albirrojo Ómar Pérez, con quien además vivió en la misma pensión.

Ariel, nacido el 4 de marzo de 1979, asegura que jugar en Boca es lo más lindo que le pudo pasar en su carrera deportiva. Tres años después, el 16 de agosto de 1998, debutó ante Gimnasia en Jujuy. “Carlos Bianchi me envió a la cancha, yo no lo podía creer y entré por Juan Román Riquelme”, dice aún emocionado. Sin embargo, lo que para unos es un sueño: jugar para el club del barrio La Boca, para él significó convertirse en un nómada de por vida.

“Fui un privilegiado en ser parte de esa generación de Boca que era invencible. Pero algunos como yo no teníamos la fortuna de ser titulares, porque el equipo estaba muy definido. Por eso pedía que siempre me cedieran a préstamo”, dice con cierta desilusión, pues tal situación lo llevó a vestir 13 camisetas de todo el mundo, incluyendo la del Thun de Suiza, en donde jugó por un año e hizo realidad su deseo de jugar en el Viejo Continente.

Aferrado a su positivismo, a su sencillez y bondad, el cordobés no se queja de su carrera. Por el contrario, la ha disfrutado, aun cuando sus valijas siempre estaban listas para emprender un nuevo viaje y carecía de estabilidad. Desde que vistió la número 16 ‘xeneize’, hasta hoy que es el 17 cardenal, asegura, “ha habido cosas buenas y malas, pero lo más importante es que he dejado amigos en todas partes, por ejemplo, el ‘Pelado’ Pérez, quien me convenció de que viniera a Santa Fe.

Y así, saca lo mejor de cada equipo en el que estuvo. “En Nueva Chicago con Gorosito tuve mucha continuidad, en la segunda vuelta con Boca salí campeón de la Sudamericana aportando; en Suiza aprendí mucho, en Puebla jugué con Gerardo Bedoya y eso me va a servir para entenderme mejor con él en Santa Fe; en Once Caldas me coroné campeón en 2009 de la Liga y siendo protagonista, en fin... cada club me ha enseñado algo”.

En Colombia ha conseguido ser más regular. Llegó proveniente de San Martín de Juan, de Argentina, a jugar con Millonarios, en donde sólo jugó nueve partidos y rápidamente cambió la altura de Bogotá por la de Manizales. Con el cuadro albo fue goleador detrás del peruano Johan Fano (anotó seis goles) y pieza clave de la tercera estrella del blanco-blanco. En La Equidad, uno de los clubes más organizados en los que ha estado —según él— y en donde actuó con un gorro protector tras una fractura en el parietal derecho, también fue figura y allí marcó el gol más rápido del fútbol colombiano.

¿Y por qué quedarse en Bogotá cuando tenía ofertas en clubes de Chile y Argentina? Sencillo. Su esposa Valeria así lo deseaba y “yo por verla feliz hago lo que sea”. ¿Aun cuando el albirrojo pasa por una crisis económica? “El ‘Pelado’ Pérez me recomendó con el presidente y además me explicó cómo iba a ser todo y yo le creí. No lo pensé ni un segundo cuando me contactaron para firmar”, suelta con total sinceridad y alegría.

Sin embargo, él no se jacta, su nobleza no lo permite. Su seriedad en la cancha es la misma afuera de ella y la humildad ha sido la marca registrada de su prolija carrera deportiva. De ahí que prefiera un jugador como el uruguayo Enzo Francescoli —su ídolo— a uno como Diego Armando Maradona, quien hizo de la drogadicción y las polémicas sus cómplices y enemigas. Ariel prefiere, antes que un futbolista, una persona correcta y completa, características que él mismo trata de seguir a diario.

Aunque le enorgullece inscribir su nombre en la historia, dice que sólo son números y que él no es famoso, actor o director de cine, simplemente es un profesional de primera y ahora en su nuevo reto quiere ser campeón otra vez y ganar la anhelada séptima estrella albirroja.

Se vale de muchos argumentos para augurarse un futuro promisorio con Santa Fe. Su esposa es feliz en Bogotá y además está en el tercer mes de gestación, un motivo más de inspiración. Se entiende afuera y dentro de las canchas con Ómar Pérez y con Gerardo Bedoya; los 2.600 metros de altura ya no son un problema para él; su protector de cabeza, con el que parecía más un jugador de rugby que de fútbol, ya no lo usará más porque se recuperó por completo y, además, acompañará a la dupla goleadora Sergio Galván Rey y Léider Preciado. “Si yo fuera el técnico rival, le diría a mi defensa que tuviera cuidado”, dice entre risas.

El forastero que nació en la generación equivocada si su sueño era jugar toda la vida para Boca Júniors, hoy encontró estabilidad en la capital de Colombia. Querer que su hijo —todavía no sabe cómo llamarlo— sea bogotano es la mejor forma de agradecerle a esta ciudad y al Nemesio Camacho El Campín, un estadio que hace rato se convirtió en su casa.

Por Juan Diego Ramírez Carvajal

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