Metiéndose de lleno en la lucha por el título que dirimen Sebastián Vettel y Fernando Alonso, Lewis Hamilton se convirtió en el gran protagonista del G. P. de Estados Unidos. El piloto británico, de 27 años, superó a Vettel a falta de 15 vueltas para la conclusión y se aseguró su cuarta victoria de la temporada. De esta forma, el piloto de Red Bull impidió que la ventaja de Vettel sobre Alonso en el Mundial fuera de 20 puntos y quedara sólo en 13. Una diferencia que se antoja suficiente para que el alemán pueda adjudicarse el título en Interlagos, en Brasil, la carrera que cerrará el campeonato es un semana.
Hamilton ganó, Vettel fue segundo y Alonso subió al último eslabón del podio. Si el asturiano lograra ganar aquella carrera, al piloto de Red Bull le bastaría ser cuarto para ser campeón.
Previamente a la salida, Ferrari puso toda la carne en el asador. Tomó la decisión de abrir la caja de cambios de Felipe Massa y provocar una sanción de cinco posiciones al piloto brasileño. Ni siquiera llegaron a cambiar la caja, simplemente rompieron el sello de seguridad. Esta circunstancia debía conceder al asturiano la posibilidad de realizar una buena salida. La teoría no siempre coincide con la realidad. Pero esta vez sí. El sacrificio a que se obligó a Massa —salir 11º pudiendo ser el sexto— tuvo su efecto: Alonso realizó una excepcional salida y consiguió colocarse cuarto.
La carrera entró en una fase en la que el máximo interés estaba centrado en dos pilotos: Vettel y Alonso. Todo lo demás pasó a ser circunstancial. Lo que se estaba dirimiendo era si el alemán sería capaz de mantener el liderato, salvando la presión de Hamilton, y si el asturiano podría superar a Webber para minimizar las pérdidas. Y la única posibilidad que se vislumbraba de que la diferencia de 10 puntos que tenía a favor el alemán no aumentara, era que sufriera alguna avería. Si no, parecía imposible que Alonso concluyera por delante de Vettel, sólido en su conducción. El asturiano ganó una posición cuando Webber tuvo que parar.
La situación para el asturiano pasó a ser de estabilidad. Ni tenía opciones de luchar por el segundo puesto ni tenía a nadie que le presionara por detrás. Su sueño, entonces, pasó a ser que Hamilton le echara un cable y acabara adueñándose de la carrera.
La pugna entre el británico y el alemán se convirtió en el foco de interés, porque Hamilton estaba restando décimas. Se acercó hasta poder utilizar el DRS y buscar el adelantamiento. Pero la zona en la que podía levantarse el alerón trasero era excesivamente corta para que Hamilton pudiera adelantar. Le faltaban metros, a pesar de que su ritmo era bastante mejor que el del alemán. Transcurridas 40 vueltas, Alonso estaba a más de 30 segundos de los dos primeros y llevaba una ventaja de 11 segundos a su compañero de equipo, Felipe Massa, que estaba realizando una enorme carrera.
Lo único que podía cambiar era el líder. Hamilton lo estaba buscando, atacaba a un Vettel que se veía obligado a ofrecer lo mejor. El adelantamiento se produjo en la 41ª vuelta, a 15 del final. Entonces, Hamilton recibió la felicitación de su equipo que lo celebró desde su taller. Y Alonso también esbozó una sonrisa cuando Ferrari se lo comunicó. Los muebles estaban a salvo. La diferencia en el Mundial bajó en siete puntos y de poder ser de 20, pasó a ser de 13.