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Bedoya, el hombre del Mundial

Parte de victoria por una organización que fue calificada por la Fifa como excelente.

Olga Lucía Barona Torres
21 de agosto de 2011 - 08:58 p. m.

Aunque tras bambalinas fueron miles las personas que trabajaron en equipo para que el Mundial Sub-20, del que Colombia fue anfitrión, resultara todo un éxito, la cabeza y máximo responsable fue Luis Bedoya, un bogotano de 50 años, presidente de la Colfútbol.

Una vez ganada la sede, hace dos años en Sydney, Bedoya acuñó una frase que luego abanderó el presiente Juan Manuel Santos: “Haremos el mejor Mundial Sub-20 de la historia”. Y a juzgar por las palabras del monarca de la Fifa, Joseph Blatter, el viernes en Bogotá, la meta se cumplió: “Colombia realizó el Mundial a la altura de las grandes competiciones. Y lo mejor que le podemos decir desde la Fifa a la organización, al Gobierno y a su población, es que Colombia está preparada para hacer una Copa Mundial de mayores, pero deberá esperar al 2026”.

Y aunque en su mente está la asignatura pendiente de resolver esta semana el delicado tema de la permanencia o no de Hernán Darío Gómez como técnico de la selección de mayores, Luis Bedoya saca hoy pecho y sintetiza con una frase la satisfacción que le produjo haber sido el líder de este éxito del país: “es el mejor legado que le queda a Colombia”.

Con el agotamiento que le dejaron intensos meses de trabajo, pocas horas de sueño, más de 40 viajes en avión durante el Mundial y unas 60 rabias, Bedoya hizo para El Espectador su balance.

¿Cómo vivió los días previos al inicio del Mundial?

Fueron meses intensos. Tras el sorteo en Cartagena sentí que comenzó la cuenta regresiva. Eran muchas cosas, coordinar las 30 áreas de trabajo que había en todo el país y, al tiempo, manejar el estrés de la terminación de las obras. Indudablemente que mi dolor de cabeza fue el estadio de Cali. Pero además tenía que resolver problemas tan curiosos como la protesta de los vendedores de arroz de lisa y butifarra, y explicarles que no podían vender esas comidas porque no tenían licencia sanitaria. Pasé angustias, pero, además, con la responsabilidad de llamar a la calma, porque la cabeza no podría descontrolarse.

Iniciado el Mundial, ¿cómo fue la presión?

El trabajo cesó, pero llegó la tensión de que en las ocho sedes operara todo perfectamente, que no fallaran el transporte, los hoteles, los traductores, la seguridad, estar pendiente de la llegada de las autoridades de la Fifa, viajar a todas las ciudades.

Algún detalle que faltó a última hora...

Lo más insólito que usted se puede imaginar para el inicio de un Mundial: la gasolina. Resulta que los sistemas de soporte eléctrico de todos los estadios requieren de combustible para que operen, así trabajen con la luz de la calle. Entonces nosotros hicimos un cálculo con base en lo que habíamos hablado con la Fifa, de que se prendían dos horas antes del inicio de los partidos, y se armó un conflicto inmenso con la Fifa porque luego exigieron que tenía que ser siete horas antes. Eso hizo que la gasolina no alcanzara, pero lo peor era que no había dinero destinado para ello. Coldeportes intervino y puso el dinero.

¿Cómo fue la calificación de las comisiones de la Fifa?

Nos reunimos el viernes con las comisiones y el presidente Blatter. Viví una alegría inmensa porque Colombia fue felicitada. Nadie, en ninguna área, dio un concepto negativo en nada. Lo único, un puntico en medio del mar, fueron los cinco minutos que no hubo energía en Cartagena. Pero el país tiene que sentirse muy orgulloso de lo que hizo, porque la evaluación que hicieron la Fifa y las delegaciones fue excelente. Es un orgullo que tenemos que sentir hoy como colombianos. Hicimos el mejor Mundial de la historia y así lo reconoció el presidente de la Fifa.

Y, ¿qué le dejó al país?


La visita de 15 mil turistas (que era más o menos lo que habíamos calculado); nuestra señal de televisión fue vista por más de 200 países y el valor de que pudimos hacer un trabajo en equipo. Este no fue el Mundial de la Federación ni de Bedoya, fue el Mundial de Colombia. Todo el país se sumó, en una muestra más de que sí podemos hacer grandes cosas.

¿Algo tangible dejó el Mundial?


Ocho estadios modernizados, 16 mil empleos directos para la adecuación de las obras y otros generadores adicionales de la economía en la compra de materiales.

De plata, ¿qué quedó?

El valor de la boletería es lo que le queda a la Federación. Es el único ingreso frente a todos los gastos. Y en eso tengo que decir que el país también tiene que celebrar por haber roto el récord histórico de asistencia en todos los Mundiales Sub-20, con la cifra de 1’309.929 espectadores.

Pero, además, Blatter dejó la puerta abierta para que Colombia pueda aspirar en el 2026 a ser sede de un mundial de mayores.

Sí, dijo que su calificación para Colombia era excelente y que él consideraba que el país ya tenía la madurez suficiente para organizar un mundial de mayores. Pero eso será en 20 años, así que hay que trabajar una base sólida en la que no importe que los presidentes, de Colombia y de la Federación, cambien, para que el proyecto continúe.

¿Cómo fue el comportamiento en las ciudades?

Excelente. En los 52 partidos sólo hubo un incidente. Una delegación de Guatemala que lanzó una botella al campo. Lo del supuesto incidente de la selección Argentina en Medellín, nunca recibimos un reporte oficial, así que no lo validamos. Pero lo que más me gustó fue ver el regreso de la familia a los estadios. Se vivió una cultura diferente, que es en la que tenemos que trabajar para que se traslade a los partidos del torneo local.

¿Volverán las mallas a los estadios?

Blatter dijo una cosa cierta. Las rejas se utilizan para encerrar animales —si son peligrosos— o para los prisioneros, y que él entiende que a los estadios no entran ninguno de los dos. Él le pidió a Colombia que por favor no vuelva a las mallas. Lo que queremos es hacer un convenio nacional, encabezado por el presidente Santos, con los clubes, las barras, la Dimayor y la policía para mirar qué mecanismos tomamos y no regresar a las mallas.

Pero la felicidad no fue completa, porque la selección de Colombia quedó eliminada en cuartos de final.

Yo creo que el país periodístico ha sido muy radical frente a la selección y yo creo que hay que avaluar verdaderamente su desempeño, porque Colombia terminó como sexta del mundo. Eso hay que evaluarlo, a ver si Colombia fracasó. Porque no podemos tampoco engañarnos frente a que hubo un penalti inexistente, eso también hay que reconocerlo, más allá de que tampoco podemos ocultar que no hubo cosas muy buenas dentro de la selección, que se ganó con ganas, con entusiasmo, y de pronto faltó en algunas oportunidades un juego más vistoso, que uno se sintiera más convencido.

¿La eliminación de Colombia fue su trago más amargo?

Sí, la verdad lo fue: lloré, para qué digo mentiras, lloré. Me dio rabia. Si había una oportunidad cercana de ser campeón del mundo, era esta. Pero también fue bonito, porque quien llegó a consolarnos fue el presidente Santos.

Y el debate que se generó por la inauguración, ¿también fue un trago amargo?


Es que ese es un tema subjetivo. Gusta o no gusta, pero eso no quiere decir que haya sido mala, fue una expresión cultural bonita, preparada, con muchos ensayos. No ayudó que lloviera ese día en Barranquilla. La queja fue que no se vio bien en televisión, que se vio oscuro. Lo más triste es que me dicen que son diferencias entre las personas de la zona, que unos coreógrafos no se quieren con otros. Pero la gente de la Fifa me dijo que les gustó; lo que pasa es que nosotros mismos nos destrozamos.

¿Pero el oso mayor fue que se dañara el sonido, justo en las palabras del presidente Santos?

Sí, qué angustia. Cuando el presidente regresó y se sentó a mi lado, la verdad yo no tenía cómo mirarlo a la cara. Esa fue una de las cosas cómicas que me pasaron durante el Mundial y es que uno siente responsable hasta de un micrófono. Pero sí, qué oso.

Bueno, ahora ya terminado el Mundial, a celebrar...

No hay tiempo para celebrar. Ahora me espera una semana dura porque tenemos que resolver el tema de Hernán Darío Gómez. Lo peor del Mundial no tuvo nada que ver con el Mundial. Uno preocupado de que todo saliera bien y viene lo más duro. Que ocurriera una cosa de esas en pleno Mundial, con todos los miembros de la Fifa, fue un golpe bravo. Por eso tomé la determinación de analizarlo después de concluida la Copa Mundo, para poder tomar la decisión más correcta. Pero nos han dado palo injustamente, nosotros no fuimos los agresores. Cada uno tiene que asumir sus responsabilidades.

Por Olga Lucía Barona Torres

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