La revolución que desató Gio Urshela en Cartagena

El estelar jugador de los Yankees de Nueva York es el responsable de que haya vuelto el gusto por el béisbol. Sus pasos por la capital de Bolívar hoy los siguen millones de niños con el mismo sueño: ser un jugador de las Grandes Ligas.

Andrés Montes Alba - Enviado Especial a Cartagena - @amontes023
27 de octubre de 2019 - 04:49 a. m.
En la cancha del Mono Judas, detrás del castillo San Felipe de Barajas en Cartagena, todos los fines de semana se hacen competencias y juegos amistosos de béisbol. / AFP
En la cancha del Mono Judas, detrás del castillo San Felipe de Barajas en Cartagena, todos los fines de semana se hacen competencias y juegos amistosos de béisbol. / AFP

Nunca buscó excusas porque sabía que el mundo iba a hablar de él. Giovanny Urshela siempre mantuvo la disciplina para demostrar ser distinto. Base a base con su brazo y guante se dio a conocer en los arenales que sirven de cancha de béisbol en Cartagena. La misma ciudad que hoy camina, respira y vive como en una celebración de un jonrón constante. Eso sí, al son de Gio, el espectacular tercera base de los poderosos Yankees de Nueva York.

En la cancha de Comfenalco, la principal caja de compensación de Bolívar, en la parte más alta de la montaña, en un campo de sóftbol que hoy está en reparación, fue donde Gio Urshela se enfundó a sus cuatro años su primer uniforme como jugador de béisbol.

Bajo las órdenes de Neder Horta, Jhonny Pantoja y de Miguel Teherán, tío del otro Grandes Ligas, Julio Teherán, Gio comenzó a dar sus primeros rollings, sus primeros coqueteos con el béisbol. “En la primera pelota que le tiré demostró clase”, recuerda Miguel, quien hoy sigue en las mismas de cuando tenía en sus manos al menor de los Urshela: entrenando a doble jornada con grupos de más de 20 jóvenes que antes soñaban ser como el Niño de Barranquilla, Édgar Rentería, pero que hoy vibran porque Gio Urshela firmó este 2019 como su mejor temporada desde su llegada al béisbol de las Grandes Ligas, en 2008, cuando fue fichado por los Indios de Cleveland.

El azar marcó el destino de Gio. Siempre practicó con una bola de trapo en las cuadras del Paseo Bolívar, un barrio céntrico de Cartagena, a unos cuantos metros del castillo de San Felipe de Barajas.

“Cuando era muy pequeño no le interesaba competir en equipo. Por ahí hasta los nueve años que comenzó a jugar torneos, antes se la pasaba era tirando bola con su hermano”, recuerda Miguel, quien hoy dirige el club Bravos de Atlanta, un equipo llenó de niños cuyo único futuro es el béisbol.

Si uno se para en cualquiera de las canchas de sóftbol y las pocas que hay de béisbol en Cartagena, entre los murmullos de los padres solo se escucha una palabra en común: la firma. Ese es el gran sueño: poder firmar un contrato con alguna de las franquicias que forman parte del béisbol de las Grandes Ligas.

Tras ese sueño trabajaron Giovanny y Álvaro. “Cuando cumplió 14 años su papá se lo llevó de Comfenalco y lo metió a la academia que había creado Miguel Teherán. Querían firmarlo y por eso se lo llevaron”, recuerda Jhonny Pantoja, quien por ese entonces dirigía unas de las categorías para niños en Comfenalco.

En esa salida de la caja de compensación hay un episodio del que nadie quiere hablar, ni siquiera el propio Álvaro, quien dejó de ser uno de los contadores de esa empresa, según algunos, porque ellos le estaban pidiendo dinero en caso de que Urshela firmara, algo similar a los derechos de formación en el fútbol. “Eso era ilegal, porque ellos no podían pedir dinero por la firma de un jugador, son una caja de compensación”, cuenta un conocedor de toda esa novela.

Superando eso, en el camino de Giovanny se cruzó un viejo zorro del scouting en el béisbol del Caribe, José Tito Quintero. Un hombre flaco, calvo y con bigote canoso quien no termina una llamada cuando ya está comenzando la siguiente.

“El día que firmamos a Giovanny con Cleveland, en el televisor dieron la noticia de la liberación de Íngrid Betancourt. Por eso la emoción bajó un poco, pero ese día firmé mi primer Grandes Ligas. Tenía confianza de que Gio iba a llegar. Cuando a él lo cambiaron de posición, porque jugaba era de parador en corto, Marco Paddy, un directivo de los Medias Blancas de Chicago, fue quien al verlo en un Try Out en Venezuela, se dio cuenta de que el lugar ideal para él era ser tercera base”, recuerda Tito, quien sigue reclutando jugadores, pero con los Atléticos de Oakland. En junio pasado firmó a un cartagenero y a otro barranquillero, ambos soñando instalarse en los récords de Rentería, Orlando Cabrera y ahora Urshela.

Desde la firma, la historia ya es conocida. Con los Indios de Cleveland hizo todo su proceso y debutó en Grandes Ligas en 2015, tres años después pasó a integrar a los Azulejos de Toronto y de ahí ingresó a las filas de los Bombarderos del Bronx.

Su paso por Grandes Ligas ha sido fugaz, al igual que lo fue su proceso formativo. Impulsado por su talento saltó de categoría en categoría porque era mejor que todos. En menos de un año, su conocida facilidad con el guante lo llevó a la novena más importante del béisbol. Aunque antes estuvo en el equipo de clase Triple A de la organización, el Scranton Wilkes-Barre RailRiders.

En los entrenamientos de primavera en marzo pasado, antes de iniciar la temporada que terminó en la caída hace poco más de una semana ante los Astros de Houston, por la final de la Liga Americana, un promedio al bate de .321, tres carreras impulsadas y dos cuadrangulares hicieron de Urshela un candidato para el primer equipo. La lesión del dominicano Miguel Andújar terminó por abrirle la puerta de un destino que estaba escrito desde que tiraba pelota en Cartagena.

“Mira que lo de Gio esta temporada ha sido de ensueño, pero impensado. Él, con todo el respeto, ha borrado todo lo que hizo Édgar u Orlando, pero no en el sentido de los récords, sino en lo que ha hecho por la ciudad, los niños y el béisbol mismo. Pero es que cuando El Espectador, el Daily News, cadenas de televisión francesas, hasta el propio The New York Times, dijeron que es increíble lo que ha generado en la ciudad. Que todos los cachacos estén hablando de béisbol es por Giovanny, que hace tres semanas más de 52 niños, estudiantes de dos colegios de la gente con más dinero en la ciudad se hayan probado y sueñen con ser beisbolistas también es por Giovanny. Es que así suene feo, el béisbol siempre fue cosa de negros y de estratos uno y dos”, afirma Tito.

Sus palabras se mezclan con las de Hárold Ramírez, jugador de los Miami Marlins, quien durante su descanso y con su hijo visitan el campo de Las Palmeras, muy en el interior de Cartagena, lejos de las murallas, los edificios y el turismo. Aquí, sin falta, cada ocho días la categoría de Teteritos, niños entre tres y cinco años, se juntan para hacer béisbol recreativo. El único bache en todo este despertar del interés por este deporte está en los escenarios.

Las remodelaciones de los estadios para los Juegos Nacionales que comienzan en la ciudad en noviembre y el abandono de los campos existentes hacen que todos los clubes de Cartagena tengan que ir a jugar a los pueblos aledaños, como en el de Takurika, donde también jugó Urshela y que hoy administra la gente que trabaja para Orlando Cabrera.

Cartagena, ciudad de béisbol, pero también yankista, incluso antes de ver a Urshela vestido de rayas y luciendo los colores de los Mulos de Manhattan. Durante días, los hinchas del béisbol siguieron los pasos del segundo colombiano en los Yankees de Nueva York; Dónovan Solano fue el primero. La derrota ante los Astros impidió que el país disfrutara de su estelar jugador en la final de la Serie Mundial, por ahora.

“Creo que los que llegamos hasta aquí nos terminamos convirtiendo en un modelo a seguir”, le dijo el cartagenero de 28 años a El Espectador hace un tiempo, como si fuese una premonición de su brillante final de temporada. Nada volverá a ser igual después de Giovanny Urshela, por lo menos para el béisbol colombiano.

Por: @amontes023

Por Andrés Montes Alba - Enviado Especial a Cartagena - @amontes023

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