Vladimir, ¡el guerrero!

Rompiendo los esquemas clásicos del béisbol, el gigante de la pequeña población de Don Gregorio, es el nuevo miembro latino del Salón de la Fama del Béisbol. Chipper Jones, Jim Thome y Trevor Hoffman, con boletos ganadores a Cooperstown.

ANTONIO ANDRAUS BURGOS
02 de febrero de 2018 - 05:59 p. m.
Vladimir Guerrero ganó su cupo a Cooperstown.  / AFP
Vladimir Guerrero ganó su cupo a Cooperstown. / AFP

Nunca lo vieron con la clase necesaria para llegar a las Grandes Ligas. Sus técnicos cercanos, lo calificaban como un ‘’pelotero más’’, con pocos argumentos serios y convincentes con una cualquiera de las cinco ‘’herramientas’’ básicas, necesarias e indispensables, para pensar en llegar a la Gran Carpa.

Pero el ojo de otro dominicano, un curtido hombre del béisbol como lo es Felipe Alou, vio en Vladimir Guerrero lo que muchos otros técnicos no alcanzaron a detectar: un brazo que bien dosificado podría rendir mucho a la defensiva; un poder al bate gracias a unas envidiables muñecas con las que hizo de las suyas frente a los ofrecimientos de los lanzadores rivales; una frialdad a toda prueba, para hacer del béisbol su pasatiempo favorito; un bateador que le hacia la vida imposible a los serpentineros de turno, porque el uso de su bate le permitía llegar a todos los rincones del pentágono; en fin, descubrió en el hijo de la pequeña población de Don Gregorio, en la localidad dominicana de Nizao, a una estrella en ciernes del béisbol de las Grandes Ligas.

Y Felipe no se equivocó. Y Vladimir no lo hizo quedar mal.

Lució por primera vez el uniforme de los hoy desaparecidos Expos de Montreal en aquél 19 de septiembre de 1996, cuando ya agonizaba la temporada de la Gran Carpa y apenas contaba con 21 años. Pero a partir de abril de 1997, Vladimir se convirtió en un guerrero a carta cabal, haciéndole honor a su apellido, y en un gladiador de tiempo completo en las Grandes Ligas.

Quienes tuvimos la suerte de verlo actuar en casi toda su carrera, somos testigos de excepción de sus extraordinarias cualidades como pelotero. Era un bateador de extraordinaria vista, con gran poder y con mucho tino para tropezar los envíos de los lanzadores contrarios. Pero por fuera de los diamantes, esa sonrisa incomparable de Vladimir, y su manera de vivir para relacionarse con sus compañeros de equipo, con la gente de las otras novenas y para con la prensa, la radio y la televisión, lo catapultaron como un hombre ejemplar dentro y fuera de los parques de pelota.

Todo a su favor

Ciertamente no resultó elegido en la primera ocasión en que apareció en la nómina para el Salón de la Fama. Eso ocurrió en la votación del 2017. Pero en este 2018, Vladimir tuvo todo a su favor, hasta el punto de convertirse en el primer pelotero latino en llegar a la cúspide de la nominación, acumulando el 92.9 por ciento de las papeletas, solamente superado por el formidable e inolvidable Roberto Clemente, de Puerto Rico, con el 93 por ciento de la votación.

Vladimir es el tercer jugador dominicano y el décimo latino en ser ciudadano de Cooperstown, pero el primero en llegar a la inmortalidad en calidad de pelotero de campo para la isla de Quisqueya, pues los otros dos, el sensacional Juan Marichal y el formidable Pedro Martínez, don Pedro, conquistaron los honores en calidad de lanzadores.

El natural de Don Gregorio, con sus 449 ‘’bambinazos’’ en sus 16 años de permanencia en las Grandes Ligas, ocupando la casilla 40 de todos los tiempos; su ofensiva de por vida de 318 puntos, en el puesto 42 de por vida; sus 1.496 carreras remolcadas y 1.328 anotadas, lo empujaron indiscutiblemente hacia la inmortalidad.

Jugador Más Valioso en la temporada del 2004 con los Angelinos de California, Vladimir participó en 9 Juegos de Estrellas, cinco por la Liga Americana y 4 por la Liga Nacional; acumuló 8 bates de plata, como mejor bateador en su posición, 5 en la Liga Americana y 3 con la Nacional; con 100 o más carreras impulsadas en 10 temporadas de las Grandes Ligas; con 13 campañas bateando por encima de los 300; con sus 44 cuadrangulares como mejor marca en este departamento, en el año 2000, y sus 131 carreras remolcadas en 1999, le dieron más que respaldo al inmortal pelotero dominicano.

En las 16 temporadas en las Grandes Ligas, Vladimir jugó para los Expos de Montreal; los Angelinos de California; los Vigilantes de Texas y los Orioles de Baltimore.

Chipper, el bravo

Siempre perteneció a los Bravos de Atlanta, erigiéndose como una de las verdaderas insignias de la novena en 20 temporadas, ganando un anillo de Serie Mundial, conquistada en la Cita de Otoño de 1995; Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en 1999; participante en 8 Juegos de Estrellas del Viejo Circuito y ganador de 2 bates de plata, Chipper Jones resultó elegido para el Salón de la Fama en su primera aparición en las boletas de la nominación.

Bateador ambidextro, una ventaja para las estrategias del béisbol, despachó 468 ‘’bambinazos’’ a lado y lado del pentágono, con promedio de por vida de 303 a la ofensiva, incluyendo 10 campañas con 300 o más con el uso del bate, y 2.726 indiscutibles despachados; con 1.623 remolcadas y 1.619 anotadas, Chipper fue también un baluarte a la defensiva, custodiando la ‘’esquina caliente’’, creciéndose en los momento difíciles para su novena con promedio defensivo de por vida de 954, con 223 errores en 4.830 lances, 3.446 asistencias, 1.161 outs, y participando en 275 jugadas de doble-out.

Chipper fue campeón de bateo en la Liga Nacional en el 2008, cuando tuvo registro de 364; acumuló 1.512 bases por bolas, 176 de ellas intencionales; y 1.409 ponches registrados.

Si alguien merecía llegar al Salón de la Fama, otro no podía ser que Chipper Jones. No hay duda alguna en ello. Y lo consiguió, cuando por primera vez estuvo en la nómina de los elegibles.

Por encima de Chipper, en materia de cuadrangulares por bateadores de ambos lados del plato, solo aparecen el inolvidable Mickey Mantle, de los Yanquis de Nueva York, con 536; y el formidable Eddie Murray, con 524 ‘’bambinazos’’ y quien compiló además 3.255 imparables, en su larga carrera en la Gran Carpa. Ambos, en el Salón de los Inmortales.

La afición de Atlanta siempre lo recordará como gran pelotero, mejor compañero, un animador de tiempo completo en el banco y en los diamantes, excelente persona, gran ‘’profesor’’ para los novatos, y un extraordinario jugador para el club y el béisbol.

Jim, a batazo limpio

Superando la barrera de los 600 cuadrangulares con su descomunal poder bateando a la zurda, Jim Thome se ganó el respeto dentro del béisbol devolviendo a las graderías las esféricas que sus lanzadores rivales le ofrecían sobre el pentágono.

Su promedio de por vida a la ofensiva de 276, producto de 2.328 imparables en 8.422 turnos al bate, le permitieron al zurdo Thome rebasar la barda de los parques de pelota en 612 ocasiones, para quedarse entre los 10 mejores toleteros de todos los tiempos, al adueñarse de la octava casilla con su número de cuadrangulares despachados en su prolongada carrera en la Gran Carpa.

En esa galería de bateadores de largo metraje, apenas lo superan, Barry Bonds, con 762 cuadrangulares; Hank Aaron, con 755; Babe Ruth, con 714; Álex Rodríguez, con 696; Willie Mays, con 660; Ken Griffey Jr., con 630; Albert Pujols, con 614, quien puede sumar otros tablazos de cuatro esquinas en lo que resta de su brillante carrera; y luego está el octavo lugar de Jim Thome, con sus 612 ‘’vuelacercas’’ de por vida. 

Sumó, además, 1.699 carreras impulsadas y 1.583 anotadas, jugando entre 1991 y el 2012 con los Indios de Cleveland, los Filis de Filadelfia, los Medias Blancas de Chicago, los Mellizos de Minnesota y los Orioles de Baltimore.

Jim Thome todo lo consiguió a batazo limpio, participando en 5 Juegos de Estrellas, señalando 52 ‘’bambinazos’’ en la campaña del 2002, su mejor registro en esas estadísticas, y 131 carreras remolcadas en la temporada del 2003.

Su elección se produjo en su primera aparición en las boletas para ingresar a Cooperstown, en este año 2018, tras los cinco años de haberse retirado de la actividad.

El gran taponero

Trevor Hoffman no fue un ganador en las Grandes Ligas, pues tuvo marca de 61 victorias y 75 derrotas. Pero a cambio de esas frías estadísticas, se convirtió en uno de los más afamados taponeros de todos los tiempos en la Gran Carpa, especialmente luciendo el uniforme de los Padres de San Diego, en donde actuó durante 16 de las 18 temporadas.

Hoffman también resultó elegido para el Salón de la Fama este 2018, al concluir su faena en el Béisbol Organizado con 601 juegos salvados, 1.133 abanicados, y efectividad de 2.87.

Segundo en las estadísticas de todos los tiempos como el gran taponero de los ‘’frailes’’, Trevor compiló 53 partidos salvados en 1998, su mejor registro en una campaña; permitió apenas 100 cuadrangulares; entregó 307 bases por bolas y actuó en 1.089 episodios y un tercio, en plan de relevista.

Participó en siete Juegos de Estrellas por la Liga Nacional, y fue exaltado como el Relevista del Año en los años de 1998 y 2006.

Por anticipado se le otorgaba a Trevor gran favoritismo para llegar al grupo de los inmortales del béisbol, porque sin duda alguna, después del panameño Mariano Rivera, de los Yanquis de Nueva York, Hoffman reunía todos las condiciones para adjudicarse un nicho en Cooperstown por su brillante trayectoria.

Hasta la fecha, ningún lanzador taponero con excepción de Mariano y Trevor, alcanza la cifra de 500 salvados, porque el tercer lugar en la historia lo ocupa Lee Smith, con 478; Francisco Rodriguez, quien todavía está activo, con 437, es cuarto; John Franco, es quinto, con 424 y Billy Wagner, ocupa las sexta casilla, con 422 partidos salvados. 

Estos cuatro grandes del béisbol de las Mayores vienen a engrosar la lista de extraordinarios peloteros que dejaron huella en la práctica del Rey de los Deportes, y para los latinos, la presencia del dominicano Vladimir Guerrero en Cooperstown, significa que las puertas de la ciudad de los inmortales estarán abiertas para muchos otros que vienen en camino, buscando la ciudadanía por méritos propios para alcanzar la gloria, la fama y la inmortalidad.

Por ANTONIO ANDRAUS BURGOS

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