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Tenía razón Nelson Mandela cuando decía que “el deporte tiene el poder de transformar al mundo”. En Catar, nada volverá a ser igual a partir de hoy.
El fútbol sirvió de pretexto para que uno de los países más enigmáticos del planeta abriera sus puertas y se dejara fiscalizar. Los dirigentes de este país quedaron expuestos a críticas y polémicas que con seguridad, a corto, mediano y largo plazo, generarán cambios.
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Porque más allá de las tradiciones, costumbres y creencias religiosas, siempre respetables, los casi tres millones de habitantes de este país, y también los de las naciones vecinas, están intentando abrir sus mentes, luchar contra la discriminación por cualquier motivo y garantizar los derechos humanos.
Eso, al menos, es lo que se percibe en las calles de Doha y sus poblaciones vecinas, que cada día le van ganando terreno al desierto y al mar. A pesar de sus prejuicios, de una concepción del mundo completamente diferente a la de Occidente, la tendencia marca una transformación.
Catar ya no será solo un punto en el mapa caracterizado por la prosperidad económica, producto de la explotación de petróleo y gas, o un socio comercial para las grandes potencias. Se convertirá en atractivo destino turístico respaldado por excelentes vías y medios de transporte, además de garantías de seguridad. También en un importante foco de desarrollo deportivo. De hecho, ya lo es. La inversión en infraestructura, no solo en escenarios sino también campos de entrenamiento y escuelas de formación, dará frutos pronto.
El próximo paso será optar por la sede de los Juegos Olímpicos de Verano, un proyecto ambicioso pero para el que ya se mostró capacidad financiera y logística. Habrá que seguir mejorando en temas de equidad, tolerancia y apertura para hacerlo realidad.
Sin duda alguna, el Mundial de Catar dejará huella. Además, porque será el último con 32 selecciones. Como están las cosas, desde 2026 veremos más que una Copa Mundo, un festival con 48, en el que el interés por expandir y democratizar (y asegurar votos para futuras elecciones) perjudicará el desempeño deportivo.
La final soñada
Quedan todavía algo más de 90 minutos de fútbol. Se jugaron ya 63 de los 64 partidos programados y se disputará la final soñada, por los amantes del fútbol y los organizadores.
Argentina se las verá con Francia, Lionel Messi con Kylian Mbappé, ambos jugadores del París Saint Germain, propiedad de la multinacional Qatar Sports Investments (QSI). ¿Montaje? No, aun para quienes hilan delgado y sospechan de que todo pudo haber sido un desenlace amañado. Hacerlo, sin embargo, no es sencillo, incluso para los más poderosos.
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Deportivamente hay evidencia de que al duelo final llegaron las dos mejores selecciones. Las que tuvieron mejor rendimiento y también suerte en momentos cruciales.
Argentina se recuperó de una inesperada derrota contra Arabia Saudita y supo rearmarse para superar luego con merecimientos a México, Polonia, Australia, Países Bajos y Croacia, de la mano de un Messi brillante, pero también de actores de reparto que asumieron protagonismo, como el arquero Emiliano Dibu Martínez, el volante Rodrigo de Paul y el delantero Julián Álvarez.
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Mención especial merecen los cerca de 30.000 hinchas argentinos que acompañaron a la albiceleste. Fueron ellos los responsables de ponerle el toque futbolero a un torneo organizado para aficionados con poder adquisitivo y elevados recursos, pero no para el fanático que generalmente asiste cada ocho o quince días a los estadios. Solamente los marroquíes, saudíes y japoneses, por momentos, lograron equiparar a la “barra quilombera que no deja, que no deja de alentar”.
En las tribunas se notó el “boicot” de los aficionados europeos, que por rechazo a las políticas y costumbres cataríes no asistieron masivamente al torneo. Ni siquiera los franceses, aunque muchos llegaron para la final, que tenían a su equipo entre los favoritos.
Y Les Bleus cumplieron, de la mano del técnico Didier Deschamps y con la base del plantel que levantó la Copa hace cuatro años en Rusia. No se han notado las bajas de Paul Pogba, N’Golo Kante y Karim Benzema, sobre todo porque el entrenador logró reemplazarlos adecuadamente. Sin tantos momentos de brillantez, con Rafael Varane como estandarte de la defensa, Antoine Griezmann de volante creativo, y mixto a ratos, y Olivier Giroud en punta, ha complementado la potencia y el desequilibrio de Mbappé, quien el martes podría celebrar su cumpleaños 24 años ya como bicampeón mundial y con su equipo como el tercero en refrendar la corona, pues solo lo hicieron antes Italia (1934 y 1938) y Brasil (1958 y 1962).
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Francia venció en fase de grupos a Australia y Dinamarca antes de caer contra Tunez, con una nómina alterna. Luego se deshizo de Polonia y le ganó con dificultad a Inglaterra, en cuartos de final antes del 2-0 sobre Marruecos, la revelación del campeonato.
La selección africana llegó en silencio, con pocas expectativas, pero sorprendió al ganar el Grupo F, por encima de Croacia y Bélgica, una de las decepciones del torneo. Sin embargo, su gran gesta se dio en la fase de eliminación directa, cuando superó a España, en la definición por penaltis, y luego a Portugal, que llegaba favorita.
Se recordará siempre al equipo de Walid Regragui, y de varios “europeos” hijos de emigrantes marroquíes, como el primer africano en llegar a las ‘semis’ de un Mundial.
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Volviendo a la final, como casi todas, será de pronóstico reservado. Si bien Francia luce menos desgastada físicamente y tiene más alternativas en ataque, sufre mucho cuando la atacan. Y Argentina, que aparentemente depende de la genialidad de Messi, viene de menos a más y trae un gran impulso anímico que en los estadios parece casi místico. Con cábalas, discursos motivacionales y datos históricos que coinciden, aficionados, periodistas, cuerpo técnico y jugadores alimentan la ilusión de conquistar la tercera estrella con la ayuda sobrenatural del Diego (Maradona), a quien “... desde el cielo lo podemos ver, con don Diego y con la Tota (sus padres, también fallecidos) alentándolo a Lionel”.
Argentina atraviesa por una profunda crisis económica y política. La inflación está disparada, los índices de pobreza aumentan dramáticamente y la deuda externa es insostenible. Por estos días, el único motivo de fe y esperanza es lo que hace en la cancha su selección de fútbol, lo que demuestra, o más bien confirma, la enorme pasión por el fútbol que hay en esa nación.
El último baile de Messi
La final del Mundial de Catar 2022, que se verá en directo por el Gol Caracol, desde las 10:00 a.m., será también el último partido de Lionel Messi en una Copa Mundo. Con 35 años, parece poco probable que juegue en la selección hasta 2026.
Figura internacional desde 2005, completó 17 temporadas continuas en el más alto grado de exigencia y rendimiento, algo que no ha hecho ningún otro futbolista en la historia. Ha logrado 41 títulos en su carrera, entre ellos el Mundial sub-20, el oro olímpico, la Copa América y cuatro Champions League, pero, reclaman sus detractores, aún no ha ganado la Copa del Mundo.
Esa sería la cereza en el pastel para una trayectoria excepcional. Tan brillante y exitosa que pareciera manchada por sus fracasos en los mundiales de mayores, en los que, sin embargo, es una leyenda. Al saltar hoy a la cancha del estadio Lusail, se convertirá en el futbolista con más partidos en Copas del Mundo, pues tiene 25, los mismos que el alemán Lothar Matthaus. Fue subcampeón en 2014 y es el argentino que más goles ha marcado, 11, cinco de ellos en esta edición, en la que definirá ese galardón con Mbappé (cinco), Giroud y Álvarez (cuatro cada uno). Por ahora, supera a la estrella francesa porque tiene tres asistencias, que es el ítem de desempate.
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Aquí en Doha, horas antes del compromiso, en los Fan Fest que implementó la FIFA o en las zonas turísticas de Corniche, Al Bidda, Souq Waqif, Katada o Legtaifiya, miles de personas con la camiseta albiceleste y el número 10 en la espalda le apuestan a un final de ensueño: Argentina campeón con gol de Messi. Porque tiene más seguidores Lio que su selección, a la que apoyan los 47 millones de argentinos y algunos más en todo el mundo. Con Messi están todos ellos, por supuesto, además de los que lo siguen e idolatran desde hace años en todos los rincones del planeta. Buena parte de los hinchas cataríes que asisten a los estadios, por ejemplo, no tienen ni idea de quién es el arquero o el delantero del equipo de Lionel Scaloni, pero reconocen a Messi y lo que hace en la cancha.
Sea cual sea el resultado, este Mundial representará el cambio de mando en el fútbol. La entrega oficial del trono del mejor jugador de los últimos tiempos a su sucesor, Kylian Mbappé. Ambos cumplieron con las expectativas y llegaron a la final que dejará huella, así como Catar en el mundo del fútbol, por sus espectaculares estadios, la posibilidad de ver varios juegos en un solo día, el alto promedio de goles, las sorpresas y un desenlace que será inolvidable.
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