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Caterine Ibargüen, fuera de serie

A la Deportista del Año El Espectador-Movistar le faltan dos retos por alcanzar: la medalla de oro olímpica y el récord mundial de salto triple. “Dos metas que no me quitan el sueño y que busco con placer”, dice la antioqueña.

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Ricardo Ávila Palacios
13 de diciembre de 2015 - 01:23 p. m.
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Apenas tiene dos desafíos por conquistar para cantar ¡bingo! y sumarlos a su envidiable vitrina de honores deportivos: la medalla de oro olímpica y el récord mundial de salto triple (15,50 metros) que desde el 10 de agosto de 1995 ostenta la ucraniana Inessa Kravets.

“Aunque todo está enfocado en la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río y el récord mundial es uno de mis grandes anhelos (su marca personal es de 15,31 metros), estos objetivos no pueden convertirse en una tortura para mí, porque disfruto mucho con el atletismo, es una de mis pasiones favoritas. Son dos metas que no me quitan el sueño y que busco con placer y disfrute”.

Una respuesta con la que Caterine transmite su alegría de saltar. “El atletismo para mí no es un trabajo. Cuando eso ocurra, debo dedicarme a otra cosa para seguir siendo feliz como lo soy hoy”, reflexiona en charla con El Espectador, minutos antes de que este diario y Movistar la destacaran, el 10 de diciembre, como Deportista del Año 2015.

Y aunque, para ella, superar su propia marca para acercarse más a la de Kravets “es tan difícil como fácil”, tiene la convicción de que “si en mi conciencia estuviera que no puedo seguir mejorando, pues para qué entreno. Cada día me levanto con el objetivo de mejorar, poco o mucho, pero mejorar”, en cada una de las tres fases que tiene el salto triple.

Revisando las hojas de vida de sus antecesoras más ilustres (Kravets, Françoise Mbango, Tatyana Lebedeva y Hrysopiyí Devetzí), sale a flote esta conclusión: que la madurez de una saltadora de triple se da entre los 28 y los 32 años, edades límites en las que ellas lograron sus mejores marcas personales y conquistaron medalla olímpica.

Caterine, precisamente, llegará con 32 años a Río-2016 con la pretensión de obtener el primer oro olímpico en la historia del atletismo colombiano. Será la segunda atleta más veterana del grupo que llegará a Brasil. ¿Qué tan ventajoso o desventajoso será? “Yo me enfoco más en lo positivo. Considero que mi madurez deportiva es un punto a mi favor, estoy en una edad perfecta. Mi cuerpo está en óptimas condiciones y mi mente está más fuerte cada día”, comenta.

Un punto de vista con el que coincide el cubano Ubaldo Duany, entrenador de la colombiana desde finales de 2007 y quien la ha guiado por la senda de la excelencia deportiva. “Para mí, la ventaja de Caterine es que llegará con mucha experiencia a los Olímpicos de Río. Las desventajas nunca las miramos. Eso no es bueno para nosotros los entrenadores, porque puede quedarse en el disco duro del deportista”.

–¿Es prematuro hablar del retiro de Caterine de las pistas? ¿Han hablado de eso?

“A nosotros no es que no nos preocupen algunas cosas, pero cuando uno empieza a tocar algo es cuando comienza a ver el fin y ese tema no lo tocamos para no afectar la parte psicológica de la deportista”, explica Duany.

Caterine empieza su rutina diaria de entrenamiento a las 6 de la mañana con trabajo en el gimnasio por espacio de dos horas, luego va a la universidad y retoma entrenamiento en la tarde con otras dos horas –entre 4:30 y 6:30 p.m.–, fase en la que hace énfasis en su técnica.

Después viene su desquite. “En vacaciones duermo mucho, estoy con mi esposo (Alexánder Ramos), mi familia, comemos en espacios tranquilos. Me encantan los mariscos, el banano, el plátano y el queso costeño. A veces cocino pechuga de pollo con ensalada porque es fácil (risas). Voy al cine, a rumbear con mis amigos y escucho música. Ahora me gusta mucho Chocquibtown y me encantan Silvestre Dangond y Carlos Vives”.

Duany no pierde de vista a su pupila y comenta que dentro del proceso de entrenamiento “cuidamos mucho la alimentación para controlar el peso de competencia”. Advierte que su régimen alimenticio prefiere no revelarlo. “Eso es reserva del sumario”, afirma en medio de risas.

Al indagar sobre su sello, su impronta personal como deportista, esa característica propia que le ha permitido llegar al cenit del atletismo mundial, Caterine dice identificarse con su férrea “disciplina”. “Ella no ha manifestado nada que no le guste y como es profesional me dice: ‘Ponme mi trabajo, que yo lo voy a hacer’”, dice Duany, quien por eso prefiere elegir la “honestidad” como el sello de la antioqueña, a quien califica como una “pelsonota”, sin esa erre impronunciable para los cubanos.

Retrospectiva

Fue en el Suramericano de Mayores 1999, siendo apenas una quinceañera a la que muy pocos ponían atención, que Caterine comenzó a dejar huella en la historia del atletismo mundial al colgarse la presea de bronce en salto alto (1,76 metros). Un primer vuelo que le sirvió para llegar más alto en esa misma modalidad en el Panamericano Juvenil de Santa Fe, Argentina-2001, donde obtuvo la medalla de plata con una marca de 1,77m. En salto triple, la especialidad que le ha dado la gloria, finalizó cuarta (12,90m), y en salto largo clasificó sexta (5,70m).

Oro en los Juegos Centroamericanos de 2014, doble campeona panamericana 2011-2015, bicampeona del mundo 2013-2015, tricampeona de la Liga Diamante 2013-2014-2015 (torneo al que sólo son invitados los mejores atletas del mundo) y medalla de plata olímpica en Londres-2012, el 5 de agosto, una fecha emblemática para la historia del atletismo colombiano si se tiene en cuenta que exactamente 20 años antes, en Barcelona-92, la velocista antioqueña Ximena Restrepo llegó tercera a la meta en 49.64 segundos electrizantes, en los 400 metros planos, que le significaron ganar para Colombia la primera presea olímpica en atletismo.

Son dos momentos inolvidables protagonizados por dos antioqueñas. Dos hitos en blanco y negro. Uno en velocidad y el otro en salto triple. Dos hazañas: una medida en segundos, la otra en centímetros. La gacela ante el reloj; el canguro frente al metro. Ambas batallando contra las poderosas europeas.

Caterine (Apartadó, 12 de febrero de 1984) tenía apenas ocho años cuando Ximena logró su gesta y ni siquiera le interesaba ser atleta. “El atletismo llegó a mi vida a los 11 años y me gustó mucho porque me permitió conocer Medellín. También jugué voleibol por un tiempo, pero seguí con el atletismo y empecé a viajar, aunque no lo vi al principio desde el punto de vista competitivo, sino por la diversión de los viajes y por conocer amigos”.

Los Juegos Olímpicos de Londres-2012 fue el último escenario donde la antioqueña fue derrotada. Después, vino una impresionante racha de 30 triunfos consecutivos en el foso de arena del salto triple, donde sus antagonistas de América, Europa y el mundo entero se resignaron ante su poderío físico y mental.

En la temporada 2013 destronó a las mejores del planeta. Otra vez haciendo historia, el 15 de agosto Caterine se convirtió en la primera colombiana en ganar una medalla de oro en un Mundial de Atletismo, con un salto de 14,85m en el mítico estadio Luzhniki, de Moscú, donde la local Ekaterina Koneva (14,81m) y la ucraniana Olga Saladuha (14,65m) se vieron impotentes para volar más lejos que la colombiana y se conformaron con las preseas de plata y bronce, respectivamente. Dos años después, la antioqueña les repitió la dosis.

De los dos retos que aún tiene pendientes, a Ubaldo Duany le parece que está más al alcance de su pupila la presea de oro olímpica. “Nuestro entrenamiento con miras a los Juegos Olímpicos de Río 2016 empieza en enero próximo. Honestamente te digo que no estamos detrás del récord del mundo, sino de la medalla de oro olímpica, pero si el récord aparece, bienvenido sea”.

Por Ricardo Ávila Palacios

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