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Las acrobacias de Marlon Pérez

El pedalista antioqueño, quien compite para el equipo de Rionegro, regresa al ciclismo después de dos años de inactividad por una suspensión.

Jesús Miguel de la Hoz / Enviado Especial
10 de agosto de 2015 - 12:28 p. m.
Marlon Pérez, pedalista del equipo Rionegro con más Futuro. / Jesús de la Hoz
Marlon Pérez, pedalista del equipo Rionegro con más Futuro. / Jesús de la Hoz

Con una pasión descontrolada vive Marlon Pérez el ciclismo, se puede comparar a un niño estrenando juguete: sin deseos de soltarlo y con un brillo especial en los ojos. Algo que no solo lo ha llevado a sobresalir, a ser uno de los pedalistas más respetados en Colombia, sino que también lo ha hecho arriesgarse para realizar acrobacias impensadas para un profesional en este deporte.

Con el abdomen en el sillín y los pies estirados para atrás, al mejor estilo de Superman, Marlon Pérez celebró una victoria de etapa en una Vuelta al Táchira. No es algo que haga por sobrarse, ni mucho menos para ridiculizar a sus compañeros de pelotón, sino que es un estilo poco común que deja ver la pasión que tiene por este deporte, “me gusta mucho jugar con la bicicleta. Soy un apasionado por las bielas, tuve buena formación desde pequeño y siempre he sido habilidoso para manejar la cicla. Un día vi esta maniobra en un circo, así que la trabajé y la trabajé hasta que me salió”, afirmó el líder del equipo Rionegro con más futuro.

La Vuelta al Táchira no fue la única competencia donde intentó sus maniobras. En un Clásico RCN y en una Vuelta a Colombia trató de practicar sus habilidades pero únicamente lo hizo cuando el lote iba despacio. Sin embargo estirar las piernas hacia atrás no ha sido la única pirueta que ha pretendido hacer, “he intentado llegar parado en la bicicleta, sentarme en el manubrio mirando hacia atrás. Son cosas que uno hacía cuando niño y que aún intento hacer, a pesar de su dificultad”.
Eso sí, a Marlon le ha tocado entrenar mucho para lograrlo, son maniobras peligrosas y su cuerpo ha sentido el calor del asfalto en varias ocasiones. “Me he aporreado mucho, mis brazos y rodillas se han raspado y he tenido golpes fuertes. Pero a veces lo que más me molesta es que me tallan las pelotas cuando intento hacer mis maniobras”.

Estas piruetas las ha intentado desde que tiene memoria. Después de la primera bicicleta que tuvo, donde ni siquiera podía sentarse porque le quedaba grande, quiso hacer cuanta acrobacia se le pasara por la cabeza: brincar andenes, andar en una rueda y de vez en cuando saltar en rampa con una bicicleta de bicicross con la que intentó hacer el caballito, pero nunca le salió.

Todo esto nació en Marlon debido a que desde pequeño fue muy inquieto. En Támesis, un pueblo al suroriente de Antioquia, siempre tuvo problemas con su mamá, Claudia Arango, debido a su hiperactividad, “me pegaban una pela diaria por las travesuras que hacía, no me podía quedar quieto. Siempre me volaba a tirar charco (gaminear) porque del estudio más bien poquito. En ese tiempo me gustaba hacer otras cosas como deporte, caminar y pescar”.

En los deportes precisamente fue donde logró quemar toda esa energía, comenzó por el fútbol, “jugué en todas las posiciones, delantero, medio, defensa, después a la reserva y después ni para el gol me daba porque era muy malo”. Después le cogió gusto al atletismo por el auge del deporte en la época de los 80 debido a las hazañas de Víctor Mora (ganó seis San Silvestre) pero terminó practicando el ciclismo, “después que me compré mi primera bicicleta turismera comencé a entrenar y de cuenta de Alfonso Aristizábal, un exprofesor que tuve en el Liceo Rafael J Mejía, me dijo que si quería competir una vez y a partir de ahí me animé”, recuerda Marlon.

Claudia, su mamá, con tal de no verlo tirando charco lo apoyó desde el comienzo y desde 1988 inició a practicar un deporte que se convertiría en una pasión. “Mi primera escuela fue Clubcitam (Club de Ciclismo de Tamesís) y después pasé a la escuela del Cisa, que es del suroeste antioqueño, donde tuve más formación y comencé a hacer mis primeros pinitos como ciclista competitivo”, dice el pedalista que terminó segundo en su primera carrera, la cual disputó en ciudad Bolívar en 1989.

No obstante, a pesar de amar este deporte y de triunfar por tanto tiempo. A Marlon Pérez el ciclismo le dio la espalda una vez. Una suspensión por presencia en el organismo de metabolito GW1516 en la Vuelta a Costa Rica, se convirtió en el momento más difícil de su carrera. “Sentí que nadie me respaldaba, ni los amigos del ciclismo, ni la prensa, ni nadie. Muchos se olvidaron que representé a Colombia durante muchos años”, indica con amargura.

Ahora, después de dos años y de dejar eso en el pasado. El pedalista antioqueño volvió a la competencia en la Vuelta a Colombia. En la segunda etapa ganó las Metas Volante y fue el pedalista más competitivo de la fracción. “Ganar las primeras metas volante fue una satisfacción muy grande. Y subirme al podio fue algo que no tenía dentro de los planes, para mí con solo el hecho de partir era un gran logro”.

El amor de este veterano por el deporte de las bielas y los pedales tiene una segunda parte. Sin pensar por ahora en su retiro, quiere volver a retomar la forma que lo llevó a ser reconocido como uno de los pedalistas más importantes dentro del ciclismo nacional. “Ahora estoy mentalizado en competir. Quiero seguir en este deporte por tres años como mínimo, quiero ganarme mi vida corriendo, ojalá encuentre un equipo que me pueda patrocinar y vivir de este deporte”, finaliza Marlon Pérez, quien además aún quiere seguir practicando las acrobacias para celebrar una etapa ganada en alguna competencia, o porque no, la victoria de una carrera que le añada un triunfo más a su palmarés.

Por Jesús Miguel de la Hoz / Enviado Especial

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