Aristóbulo Cala y su premio al esfuerzo
En su primera temporada con el equipo Bicicletas Strongman, este santandereano de 27 años ha demostrado gran talento.
Jesús de la Hoz - Enviado Especial La Dorada
En Bucaramanga hay un puerto difícil, con rampas imposibles. Es una carretera con curvas pronunciadas que dejan a los ciclistas frenados en el asfalto. Es el ascenso a Chiflas, una vía que conduce de la capital de Santander a El Socorro. Son 116 kilómetros en los que Aristóbulo Cala se entrena sin cesar. El sufrimiento se toma su cara. Su esfuerzo es notable. Sabe que es beneficioso para su carrera. Es un pedalista entregado. Las ganas de superarse las heredó de sus padres.
El liderato en la Vuelta a Colombia no es cuestión del azar. Es el resultado del empeño y la dedicación. Con Luis Alfonso Cely se ha entrenado para fortalecer sus habilidades y mejorar en sus debilidades. En el entrenamiento previo a esta competencia reconoció algunas etapas: El Picacho, Barichara, Sopó, Mariquita, el alto de Letras. Lo anterior, sumado a las carreras en las que corrió en Europa (Coppi e Bartali, Giro dell’Appennino, la Vuelta a Castilla y León y la Vuelta a Asturias), lo hizo para ponerse a punto y así ganar el título, que es el objetivo de la temporada del equipo Bicicletas Strongman.
Siempre ha sido un rodador con calidades. Desde pequeño demostró su afición por el ciclismo, pedaleando por las carreteras de la vereda El Páramo, cerca al municipio de El Hato, en Santander. Montaba en bicicleta hasta que las piernas se le entumecían del cansancio. Así canalizaba la energía con la que hacía muchos daños en la casa. “Era un niño cansón. Nosotros le pagábamos a un primo 500 pesos para que nos prestara la bicicleta y así montar cerca de la casa. Yo no les decía a mis papás porque me regañaban. Ellos creían que era dinero para dulces, pero no. Lo hacía hasta que me cansaba para llegar a dormir”. Esos pedalazos lo llevaron a ser un joven juicioso y responsable, a entender que, si quería triunfar en la vida, la constancia era el único camino para llegar al éxito, para conseguir lo que se proponía.
Desde que inició su carrera como ciclista ha demostrado esa misma entrega con la que le ayudó en el campo a su padre. La responsabilidad de ser papá a temprana edad lo hizo poner polo a tierra y ver la vida de otra manera, entender cosas que antes no comprendía. En 2009 llegó a la casa de Félix Cárdenas en Boyacá y supo aprovechar la oportunidad para empezar su carrera con buen pie. Entrenaba por la mañana y trabajaba en la empresa de El Gato, Queso Express, por las tardes. Nada lo amilanó ni lo hizo entregarse en su búsqueda de convertirse en deportista profesional. Siempre imaginó otra vida, una vida que parecía ajena, pero que con su esfuerzo hizo propia.
Ese impulso y sacrificio fueron reconocidos rápidamente. Cely se lo llevó al equipo GW Shimano, en el que demostró su potencial, uno que apenas explotó en esta edición de la Vuelta a Colombia. “Está rodando muy bien. Antes de la carrera dio un abrebocas de lo que iba a hacer. Su pedaleo es fuerte y también sabe cómo reponerse a las adversidades”, afirma Luis Alfonso, quien se visualiza saliendo campeón de la competencia con este joven de 27 años y romper una sequía de cinco años sin títulos desde que logró la corona con Félix Cárdenas en 2012.
Su sueño es convertirse en un pedalista completo, que rinda en cualquier tipo de terreno sin el temor a no hacer las cosas bien. Así que trabaja constantemente en la velocidad, la bajada y la contrarreloj. La montaña es su fuerte: ese entrenamiento constante de Bucaramanga a El Socorro lo convirtió en un escalador notable, lo cual demostró en el ascenso al peaje El Picacho el viernes pasado. Allí pedaleó con alma y corazón, persiguió al lote y después a los fugados y fue el que impuso el ritmo en ese puerto de montaña en el que muchos sufrieron de la inmisericordia de las inclinaciones de esa carretera.
Aún debe fortalecer su carácter. Es un ciclista callado y algo tímido. Es poco lo que comparte. Siempre le ha tocado duro y todo eso lo guarda bajo llave. Lo importante es que ha aprendido de las experiencias que ha vivido. Un error no lo comete dos veces. Por eso sabe guardarse. Bajo la batuta de Camilo Gómez y Ómar Mendoza avanza, y cuando intentan sorprenderlo arranca sin piedad, demostrando que su pedaleo no tiene nada que ver con sus pocas palabras. Es un ciclista con grandes cualidades y un futuro promisorio.
jdelahoz@elespectador.com
En Bucaramanga hay un puerto difícil, con rampas imposibles. Es una carretera con curvas pronunciadas que dejan a los ciclistas frenados en el asfalto. Es el ascenso a Chiflas, una vía que conduce de la capital de Santander a El Socorro. Son 116 kilómetros en los que Aristóbulo Cala se entrena sin cesar. El sufrimiento se toma su cara. Su esfuerzo es notable. Sabe que es beneficioso para su carrera. Es un pedalista entregado. Las ganas de superarse las heredó de sus padres.
El liderato en la Vuelta a Colombia no es cuestión del azar. Es el resultado del empeño y la dedicación. Con Luis Alfonso Cely se ha entrenado para fortalecer sus habilidades y mejorar en sus debilidades. En el entrenamiento previo a esta competencia reconoció algunas etapas: El Picacho, Barichara, Sopó, Mariquita, el alto de Letras. Lo anterior, sumado a las carreras en las que corrió en Europa (Coppi e Bartali, Giro dell’Appennino, la Vuelta a Castilla y León y la Vuelta a Asturias), lo hizo para ponerse a punto y así ganar el título, que es el objetivo de la temporada del equipo Bicicletas Strongman.
Siempre ha sido un rodador con calidades. Desde pequeño demostró su afición por el ciclismo, pedaleando por las carreteras de la vereda El Páramo, cerca al municipio de El Hato, en Santander. Montaba en bicicleta hasta que las piernas se le entumecían del cansancio. Así canalizaba la energía con la que hacía muchos daños en la casa. “Era un niño cansón. Nosotros le pagábamos a un primo 500 pesos para que nos prestara la bicicleta y así montar cerca de la casa. Yo no les decía a mis papás porque me regañaban. Ellos creían que era dinero para dulces, pero no. Lo hacía hasta que me cansaba para llegar a dormir”. Esos pedalazos lo llevaron a ser un joven juicioso y responsable, a entender que, si quería triunfar en la vida, la constancia era el único camino para llegar al éxito, para conseguir lo que se proponía.
Desde que inició su carrera como ciclista ha demostrado esa misma entrega con la que le ayudó en el campo a su padre. La responsabilidad de ser papá a temprana edad lo hizo poner polo a tierra y ver la vida de otra manera, entender cosas que antes no comprendía. En 2009 llegó a la casa de Félix Cárdenas en Boyacá y supo aprovechar la oportunidad para empezar su carrera con buen pie. Entrenaba por la mañana y trabajaba en la empresa de El Gato, Queso Express, por las tardes. Nada lo amilanó ni lo hizo entregarse en su búsqueda de convertirse en deportista profesional. Siempre imaginó otra vida, una vida que parecía ajena, pero que con su esfuerzo hizo propia.
Ese impulso y sacrificio fueron reconocidos rápidamente. Cely se lo llevó al equipo GW Shimano, en el que demostró su potencial, uno que apenas explotó en esta edición de la Vuelta a Colombia. “Está rodando muy bien. Antes de la carrera dio un abrebocas de lo que iba a hacer. Su pedaleo es fuerte y también sabe cómo reponerse a las adversidades”, afirma Luis Alfonso, quien se visualiza saliendo campeón de la competencia con este joven de 27 años y romper una sequía de cinco años sin títulos desde que logró la corona con Félix Cárdenas en 2012.
Su sueño es convertirse en un pedalista completo, que rinda en cualquier tipo de terreno sin el temor a no hacer las cosas bien. Así que trabaja constantemente en la velocidad, la bajada y la contrarreloj. La montaña es su fuerte: ese entrenamiento constante de Bucaramanga a El Socorro lo convirtió en un escalador notable, lo cual demostró en el ascenso al peaje El Picacho el viernes pasado. Allí pedaleó con alma y corazón, persiguió al lote y después a los fugados y fue el que impuso el ritmo en ese puerto de montaña en el que muchos sufrieron de la inmisericordia de las inclinaciones de esa carretera.
Aún debe fortalecer su carácter. Es un ciclista callado y algo tímido. Es poco lo que comparte. Siempre le ha tocado duro y todo eso lo guarda bajo llave. Lo importante es que ha aprendido de las experiencias que ha vivido. Un error no lo comete dos veces. Por eso sabe guardarse. Bajo la batuta de Camilo Gómez y Ómar Mendoza avanza, y cuando intentan sorprenderlo arranca sin piedad, demostrando que su pedaleo no tiene nada que ver con sus pocas palabras. Es un ciclista con grandes cualidades y un futuro promisorio.
jdelahoz@elespectador.com