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El último año en el que Santiago Botero disputó un Tour de Francia fue en 2005, con el equipo suizo Phonak (hoy BMC). Por esa época, Gabriel Jaime Vélez, un reconocido formador de ciclismo de Antioquia, le escribió un correo electrónico pidiéndole ayuda para llevar a la élite a uno de sus alumnos más avanzados: Rigoberto Urán. “Es un pelao muy bueno, le veo todas las capacidades para adaptarse a Europa. Quedo pendiente”, decía el mensaje. Santiago, con la amabilidad que siempre le ha caracterizado, le respondió diciendo que en los próximos días le tendría alguna razón.
Santiago buscó a Juan Fernández, el director del equipo, y le comentó sobre la propuesta de Gabriel Jaime. Se mostró muy interesado y le comentó que tenían la idea de traer nuevos talentos. Así que a los ocho días fue el propio Fernández quien se comunicó vía telefónica con Vélez. Le pidió toda la documentación del ciclista: los planes de trabajo, los resultados de las evaluaciones y lo más importante era que le garantizara que el joven que estaba recomendando era limpio y no se dopaba. “Yo meto las manos al fuego por ese pelao. De verdad es un corredor extraordinario, acá en Colombia lo ha ganado todo”, le respondió.
Mientras el director del equipo Phonak se tomó su tiempo para responder, Rigoberto Urán, con 18 años, siguió entrenando en el Centro de Desarrollo del Ciclismo del Suroriente Antioqueño junto a otros 19 corredores, entre los que estaban Carlos Betancur, Janier Acevedo, Julián Arredondo y Nicolás Castro.
“Gabriel Jaime —llamaba Juan Fernández desde Europa—, muy bueno el chaval, pero está muy joven. En un año hablamos y lo traemos”. “Muchas gracias, probablemente antes de un año ya se lo han llevado”, respondió. Y, efectivamente, a los pocos días fue el ciclista Marlon Pérez, quien era parte del equipo irlandés Tenax Salmilano, quien se comunicó con Gabriel Jaime para decirle que había un cupo para uno de sus jóvenes.
El proceso fue rápido. Rigo se ganaba $300 mil mensuales y le ofrecieron un contrato por 30 mil euros al año. Marlon Pérez se lo llevó a vivir con él a Brecia, en Italia. Fue él quien le ayudó en la etapa de adaptación. Cuando decían que un colombiano debería irse a correr a Europa a los 24 años, Urán llegó a los 18. Pero desde el comienzo fue un verraco, mostró valentía y corrió sin miedo.
Justamente por eso se pudo mantener en la élite y los equipos como Sky, Quickstep o Cannondale se interesaron en él. Dos podios en el Giro de Italia y este, en el Tour de Francia, además de una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, lo consolidan como uno de los mejores ciclistas colombianos de todos los tiempos. Y no se rinde, con 30 años avisó que sueña con regresar al Tour, pero con el objetivo mayor: subirse al primer lugar del podio.