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Una pareja de abuelos sonríe desde un balcón en Bagnères-de-Luchon, tierra de termales, esquí y batallas ciclísticas. Se abrazan con ternura mientras esperan, como si llevaran toda una vida aguardando el paso del pelotón que disputa la etapa catorce del Tour de Francia 2025. Es el último día en los Pirineos y los corredores ya pasaron por el temido Col du Tourmalet; solo les queda rematar en alto, en La Carrière, una cima corta, pero empinada, donde se define buena parte de esta historia.
En la calle, la fiesta es mundial. Hay un tipo disfrazado de Spiderman, otro que va vestido de Mario Bros. Niñas y niños corren con la camiseta blanca y de puntos rojos del rey de la montaña, sosteniendo carteles que rezan: “Vingegaard lanza aquí tu botella”.
Hay señoras con sombreros de pescador que, con una sonrisa y algo de apuro, intentan alcanzar los productos que reparten las carrozas de los patrocinadores antes del paso de los ciclistas. Y todos los aficionados, al borde de las vallas, gritan y apoyan como si cada corredor fuera un nieto, un papá, un vecino.
Hay europeos, hay asiáticos, hay quienes vienen desde pueblos cercanos y quienes cruzan el mundo. Y estamos nosotros: un grupo de colombianos que viajamos con Red Bull a vivir desde adentro la carrera más brutal, legendaria y emocionante del ciclismo mundial.
Definitivamente, el Tour no es solo una competencia. Es una procesión frenética, una clase de historia al aire libre, una película en tiempo real con sudor, estrategia, accidentes, gritos, gloria, montaña y paisajes tan imponentes que ninguna fotografía les hace verdadera justicia.
Día 1: Toulouse, entre bicicletas y jet lag
Después de 18 horas de vuelo, tres ciudades y dos escalas, llegamos a Toulouse en plena madrugada. Dormimos apenas un par de horas antes de salir a pedalear en la actividad Red Bull Climb Like a Pro, una experiencia que simula el entrenamiento real de un equipo World Tour.
Nos vestimos con nuestros maillots y salimos. Diego Ricaurte —ciclista aficionado y ganador del concurso ‘Pedalea hacia el corazón del Tour’ de Red Bull— se va con invitados y deportistas franceses, alemanes, daneses y eslovenos a recorrer las afueras de la ciudad entre campos de girasoles. Otros, como yo —con físico de ciclovía dominguera en Bogotá—, preferimos quedarnos rodando por Toulouse y descubrir la ciudad con calma... aunque estuve a punto de llevarme el tobillo de Rubigol.
Para Diego, esta es su primera vez en Europa. “Es como viajar al pasado en algunas zonas, en otras es ver cosas que uno no piensa que existan. Es un mundo totalmente distinto”, me dice, emocionado. Ver el Tour en vivo, pedalear por donde pasan los grandes, lo marca: “Cuando pensé en ver una grande del ciclismo, lo veía muy lejano, y estar acá es volver real un sueño que tenía hace mucho tiempo”.
Con su madre a su lado, vive la experiencia como una película: “Uno ve películas, series, eventos deportivos, referencias de Francia y ya estar acá es como estar viendo su propia película”.
El ambiente es muy familiar y cálido, porque además Rubigol vino acompañado de su papá, mejor conocido como ‘Domingol’. ¡Qué dupla! Tienen una relación de padre e hijo que es puro amor, de esas que uno ve y se le alegra el alma.
Juntos son un combo lleno de chispa, risas y buena energía: donde llegan, se siente la buena vibra al instante. Si bien no todos compartimos la pasión por el ciclismo al mismo nivel, lo que realmente hace especial este viaje fueron nuestras historias. Cada conversación, cada anécdota, cada carcajada… nos conecta de una forma que hizo que en el corazón también pedaleáramos juntos.
Desde este primer día noto las diferencias culturales y estructurales entre Europa y Sudamérica. En el grupo Red Bull, los europeos tienen bicicletas de altísima gama con potenciómetros, pulsómetros, gafas con filtros fotocromáticos y hasta sensores de cadencia. Llevan kits completos con geles energéticos, conocen sus zonas de esfuerzo, sus tiempos de recuperación y cómo comer según el tipo de terreno. Se ven profesionales… y lo son. Calientan antes de salir, estiran al terminar. Están formados para vivir el ciclismo desde la base, como un estilo de vida respaldado por una infraestructura impecable: vías seguras, cultura de respeto y tiendas especializadas en cada rincón.
Nosotros, en cambio, pedaleamos con otro ritmo. Con corazón. Con esa pasión que nos hace salir con cualquier bicicleta y ponerle el pecho al viento. A veces sin casco, a veces sin ciclovía, pero siempre con ganas. Ellos pedalean por salud, por deporte, por pasión medida. Nosotros, muchas veces, por necesidad, por lucha, por transporte, por esa costumbre de no rendirnos nunca.
Y aun así, compartimos la ruta, la emoción y la sonrisa. Eso es lo verdaderamente bonito: descubrir que el ciclismo, más allá del esfuerzo o la distancia recorrida, une a desconocidos en una misma energía. Comparto no solo el camino, sino también las sensaciones, los gestos, las miradas cómplices y esa alegría que nace de estar ahí, juntos, viviendo algo que nos mueve.
Día 2: Soréze, Pogacar y el Pibe Valderrama
Volvemos a montar bici por Toulouse, ciudad fresca, universitaria, entre lo moderno y lo clásico. Mientras en Colombia se celebra el Día de la Independencia, nosotros pedaleamos al otro lado del mundo. Y no es cualquier día: estamos en territorio del Tour de Francia, la carrera más importante, longeva y mítica del ciclismo mundial.
Desde 1903, el Tour no solo ha sido una competencia, sino un ritual nacional francés y un símbolo global de resistencia y prestigio. Cada curva, cada puerto de montaña, cada pancarta tiene historia. Aquí pasaron los gigantes: Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain, Froome, Pogacar y… también los nuestros.
Si bien Francia es el escenario, Colombia ha dejado huella en este teatro. Desde la irrupción de los ‘escarabajos’ en los 80 con Lucho Herrera y Fabio Parra, hasta la gesta inolvidable de Egan Bernal en 2019, pasando por grandes etapas ganadas por Nairo, Rigo y Daniel Felipe Martínez, el país ha sabido meter bandera en la cima de Europa. Ver ahora a Einer Rubio, Santiago Buitrago, Harold Tejada o Sergio Higuita batallando en estas etapas es testimonio de una historia que sigo escribiendo a puro pedal.
Después nos alistamos y partimos rumbo a Soréze, un pueblo pequeño con siglos de historia, monasterios de piedra y una tranquilidad que parece suspendida en el tiempo.
Pogacar me sorprende: relajado, suelto, sin un gramo de tensión. Su presencia se siente distinta. Pedalea como si nada le pesara. Mientras otros ciclistas la dan toda, él parece flotar, como si cada etapa fuera un paseo más.
Esa tarde, mientras recogemos nuestras cosas y emprendemos el viaje hacia Montpellier, el Tour deja atrás los Pirineos con una etapa de media montaña entre Muret y Carcassonne. Es una jornada engañosa: sin grandes puertos, pero con ritmo criminal y una escapada furiosa que no da tregua. El belga Tim Wellens, del UAE Team Emirates, lanza un ataque sostenido a 43 kilómetros de meta y se va solo, como un clásico de los viejos tiempos. Gana en la villa medieval de Carcassonne con autoridad y completa así su triplete de etapas en las tres grandes. La general no cambia: Pogacar sigue de amarillo, pero el desgaste se acumula en las piernas de todos.
Nosotros también lo sentimos. Mientras el Tour cruza castillos y campos de girasoles, atravesamos pueblos bañados por la historia occitana en un bus rumbero que suena a rap francés, electrónica eslovaca, reggaetón puertorriqueño y salsa colombiana.
Montpellier nos recibe con su aire costero, su vida nocturna y la promesa de una jornada de descanso para el pelotón. Al día siguiente viene algo grande.
Día 3: Red Bull – BORA – hansgrohe, un equipo de Fórmula 1 sobre dos ruedas
Llega el gran día: conocer al equipo en plena competencia. Salimos más temprano de lo habitual y algunos se bajan a pedalear desde Fleury hasta el Novotel, un hotel en la zona industrial a las afueras de Narbona.
Estoy en el detrás de escena del equipo Red Bull – BORA – hansgrohe. El contraste con otros equipos es evidente. Mientras Arkea tiene un setup modesto, lo de Red Bull – BORA parece un hangar de F1: un bus de última generación, un camión dedicado a la mecánica de las bicicletas, un food truck exclusivo para los corredores, zonas de descanso y staff por doquier.
Más de 40 personas trabajan para que los ciclistas rindan al máximo. Cada detalle está cuidado: lavadora en el bus, producción de hielo (60 kg diarios), planes nutricionales individualizados y staff técnico con formación en ingeniería o experiencia como ciclistas, como Enrico Gasparotto.
Los mecánicos no solo arreglan bicicletas: son ingenieros que ajustan cada componente según el perfil de la etapa y las condiciones climáticas, todo medido por sensores que arrojan datos en tiempo real.
Todo comienza cinco meses antes. El Tour no es improvisación. Es simulación, análisis, visualización, tecnología y logística. Es rendimiento programado al milímetro. Y es también estrategia: cada etapa es reconocida previamente por los técnicos y ciclistas. Graban videos del recorrido, lo estudian con mapas 3D, se identifican puntos clave de hidratación, alimentación y ataques. En Red Bull – BORA – hansgrohe nada se deja al azar.
Ese día, además, junto al equipo, hablo con Bernhard Eisel, uno de los directores deportivos del equipo. Fue ciclista profesional por más de 20 años y ahora es una de las cabezas pensantes detrás de esta maquinaria. “Red Bull no vino solo a patrocinar un equipo, vino a transformar el ciclismo desde la raíz”, me dice. “Nuestro objetivo es crear una nueva generación de ganadores. Queremos desarrollar talento desde la base, con ciencia, con método, con visión a largo plazo”.
Y allá vamos. De repente, ‘Domingol’ se le planta a Danny van Poppel y le suelta con toda la confianza del mundo: “Hermano, fírmeme aquí”. Y claro, se rompe el protocolo. El neerlandés sonríe al saber que venimos de Colombia, como su compañero Daniel Felipe Martínez.
En un abrir y cerrar de ojos, ya estamos tomándonos fotos con el equipo, pidiendo autógrafos y compartiendo unos minutos con Primož Roglič. ¡Tarea cumplida! No cruzamos el charco en vano.¡Una locura total!
Red Bull y el renacer de BORA
Antes del Tour de 2024, Red Bull se convirtió en el propietario mayoritario del equipo. Desde entonces, todo cambia. La visión del director Ralph Denk es clara: “Queremos ser la marca más atractiva del ciclismo y formar talentos emblemáticos”.
El equipo brilla en el Giro, la Vuelta y ahora quiere conquistar el Tour. En 2025, el tridente de Primož Roglič, Aleksandr Vlasov y Dani Martínez lidera la ambición. Junto a ellos, jóvenes promesas como Lipowitz, Pithie y van Dijke debutan con hambre de gloria.
Red Bull – BORA no solo corre carreras, sino que moldea el futuro del ciclismo: desde su equipo sub-23 hasta su infraestructura de élite.
El equipo, antes conocido como NetApp-Endura, debuta en el Tour en 2014. Desde entonces, acumula 11 victorias de etapa y dos maillots amarillos, con figuras como Peter Sagan, Jai Hindley o Jordi Meeus. El ciclismo alemán, que estuvo moribundo, renace con este proyecto.
Día 4: Volveremos
Salir de Montpellier en día de etapa es caótico y escribo esto desde el avión con un calor impresionante, pues la salida está retrasada por tráfico. Sin embargo, reflexiono. El Tour de Francia es una experiencia que no se ve, se vive. Que no se entiende, se siente. Uno no va solo a ver quién gana la etapa o quién se queda con el maillot amarillo. Uno va a respirar historia, a entender por qué cada subida tiene nombre propio y cada curva tiene eco. Uno va a ver lo que no muestran las cámaras. Uno va a conocer los pueblos, lo que está detrás. Uno va a ver esa mezcla de culturas que alimenta a un evento tan grande.
Estar ahí, al borde de una valla, viendo a Pogacar volar o a Vingegaard resistir, escuchando a los franceses corear como si fueran hinchas de estadio, es enfrentarse al deporte en su versión más pura: cruda, exigente y hermosa. El Tour es una fábrica de épicas que se renueva cada día, una mezcla de leyenda y presente.
Los equipos World Tour no son solo escuadras deportivas, son estructuras científicas y emocionales. Red Bull – BORA – hansgrohe lo demuestra: su apuesta no es solo por el rendimiento, sino por crear una nueva generación de ganadores, moldeados con datos, pasión, tecnología y visión. Están construyendo algo que va más allá de los podios: una cultura de excelencia. Y un detalle importante: están buscando talentos jóvenes y Colombia está incluida en el listado del Red Bull - BORA - hansgrohe Rising.
Y allí, en medio de todo ese engranaje perfecto, estamos nosotros. Un grupo de colombianos en el corazón del ciclismo mundial, viendo cómo se entrena, cómo se corre, cómo se sufre y cómo se gana. Escucho historias, intercambio sonrisas y aprendo que el ciclismo no solo se lleva en las piernas: se lleva en el alma.
Ojalá el ciclismo colombiano vuelva a tener el protagonismo que merece. Tenemos talento de sobra, corazón de montaña y pulmones de altura. Pero necesitamos creer. Creer en nuestros corredores, en nuestros procesos, en nuestra infraestructura, en nuestros sueños. Como diría Mariana Pajón: hay que pellizcar a quienes toman decisiones. Porque este país también puede formar campeones. Solo necesitamos dos cosas: voluntad y una bicicleta que ruede.
Al final del día, el Tour de Francia no es solo historia en movimiento. Es un espejo: de lo que somos, de lo que podemos ser, y de lo que estamos llamados a conquistar si tenemos el valor de pedalear hacia ello.
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