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El ataque de Marco Pantani en el Alpe d’Huez en el Tour de Francia de 1998, cuando le descontó los tres minutos y un segundo que le llevaba el líder, Jan Ullrich, en la clasificación general, fue un momento de inspiración y admiración para Mauricio Ortega, ciclista del equipo Orgullo Antioqueño. Un suspiro, una pequeña sonrisa y un brillo en los ojos resaltan a simple vista cuando rememora el ascenso del italiano y revelan la pasión que un hombre puede despertar por el ciclismo en los momentos más álgidos de este deporte.
Es una historia que le eriza la piel al recordarla. Tal vez eso fue algo que lo impulsó a encarar la vida así como un ciclista afronta una montaña: con pedalazos firmes, sin renunciar, sin mirar atrás y aguardando el momento clave para atacar. Ese olfato depredador que está demostrando en esta Vuelta a Colombia pudo haber tenido sus cimientos el 27 de julio de 1998.
La lucha de Ortega para llegar a donde está ahora ha sido dura. Desde sus primeros años de vida en Salgar, Antioquia, se destacó por ser un niño responsable, juicioso y trabajador. Tenía que hacer los deberes del campo: cuidar animales y cultivos, pero a pesar de la corta edad siempre se destacó y gracias a ello forjó una personalidad fuerte y resistente, esa que lo ha llevado a salir siempre adelante sin importar la dificultad que esté afrontando.
Como niño, siempre aprovechó los momentos de descanso para ir a jugar. Curiosamente tenía dos amores. Uno platónico, el fútbol, en el que llegó a demostrar sus grandes habilidades como delantero, con buena pegada, agilidad y gol, pero se dio cuenta rápidamente de que eran pocas las opciones que tenía para salir adelante practicándolo, “no había muchas posibilidades”, dice, y revela que nunca estuvo en una escuela de fútbol, “pero sí jugaba bastante, sobre todo con los amigos de la infancia”.
El segundo amor fue el ciclismo. Ese llegó a los 13 años y con el pasar del tiempo se convirtió en el real. Su potencia en el pedaleo era incansable. Desde que terminó de armar su primera bicicleta, que fue una cross, nunca más se bajó y siempre buscaba la excusa para salir con sus compañeros. “En ella hice incontables paseos cerca del pueblo y me rendía mucho, siempre los dejaba tirados”, recuerda.
Ese rendimiento abrió los ojos de Julián Rivera, quien lo descubrió y le aconsejó que intentara comprar una bicicleta de carreras. Esta se convirtió en una nueva lucha para Mauricio, quien siguió las palabras de Rivera y se puso a trabajar para armar su nueva cicla. Tenía 15 años y después de haber crecido como un joven con conocimientos en cultivar la tierra, se dedicó a la recolección de café, en la cual llegó a ganar entre $25.000 y $30.000 mensuales.
Sin importar el gran esfuerzo que tuvo que hacer, Ortega cumplió su deseo. Fueron dos años de ahorro, y aunque destinaba una cantidad del dinero que ganaba para ayudar en la casa, logró adquirir las ruedas y el marco; tiempo después pudo completarla. Cuando por fin lo hizo inició su incursión en el ciclismo competitivo, aunque no fue de la mejor manera. En la primera carrera que tuvo, que se llevó a cabo de Bolombolo a Betania, con 50 kilómetros de recorrido, terminó en la última posición. “Lo único que hice en la meta fue llegar al parque y tirarme en el pasto porque me sentía muerto”.
A pesar de ese último lugar, Julián Rivera lo llevó aparte y le dio un consejo que lo hizo mantenerse fuerte ante las adversidades: “Recuerde siempre que usted tiene talento y tiene que salir adelante”. A partir de allí, Mauricio Ortega ganó en la mayor parte de competencias en las que vio acción, entre ellas el Clásico RCN de 2009, donde a falta de dos etapas para el final sufrió una caída que casi lo saca de competencia. Sin embargo se mantuvo en la pelea y tocó el cielo con las manos: “Esa fue la victoria más importante de mi carrera y levantar el trofeo ha sido mi mayor alegría”.
Ahora este ciclista, uno de los veteranos del pelotón, llegó a la Vuelta a Colombia con un corte como el de Marco Pantani, sin un pelo en la cabeza y con un candado alrededor de la boca. Así, el pedalista quiere brillar en su país, como el Pirata lo hiciera en Italia antes de la penúltima etapa del Giro de 1999 (cuando iba de líder y fue expulsado de la competencia por dar positivo en doping). Aunque no tiene la misma potencia que en su momento tuvo Pantani, Ortega tiene un objetivo claro: ganar la Vuelta a Colombia. “Significaría mucho para mí porque es lo que me falta. He ganado todas las carreras en el país y aquí tan sólo pude ser subcampeón y tercero. Únicamente me falta el primer escalón de esta competencia y lucharé por ello”, dice esperanzado.