
Un repaso por la carrera y el impacto de uno de los mejores de la era dorada del ciclismo colombiano.
El pelotón llegaba roto después de más de doscientos kilómetros, y los favoritos empezaban a quedarse. El Giro de Lombardía —el Monumento, la clásica de las clásicas, la que huele a pasado y heroísmo viejo— estaba por definirse.
Y allí, en ese último giro antes de la recta final, apareció Esteban Chaves, pequeño, pecoso, con la expresión de quien sufre, pero al mismo tiempo disfruta en secreto. Mientras otros se retorcían de esfuerzo, él parecía moverse con esa mezcla suya de inocencia y determinación. Atacó cuando casi nadie lo esperaba,...