
El 28 de abril de 1997, las verdes praderas de Paipa vieron nacer a Carlos Andrés Gil Benavides, en cuya sangre, como si fuera una característica genética transmitida en el ADN, se encontraba presente la fascinación por el ciclismo.
Foto: Cortesía
A la par que se levanta la neblina que cubre el paisaje boyacense en la madrugada, lo hacen también un sin número de jinetes que cabalgan caballos de acero por las montañas del departamento. Unos visten ruana y sombrero, otros llevan puesto maillots (camiseta especializada para ciclismo) como los que se ven en las grandes competencias europeas. Los más pequeños llevan su morral al hombro. Todos ellos han optado por las bicicletas como medio de transporte predilecto.
Por Angie Garay Hernández, CrossMediaLab - Universidad Jorge Tadeo Lozano
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