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Desde que Mario Restrepo y Luz Adriana Valencia supieron que estaban esperando su primer hijo varón, decidieron que lo llamarían Luis Miguel Restrepo Valencia. Luis en honor al primer alumno de Mario en su escuela de ciclismo en Pácora, y Miguel por el español Miguel Indurain, quien reinaba por esos años en el ciclismo de élite. Pero justo en la notaría, cuando lo iban a registrar, la mamá de Mario les recomendó que mejor le pusieran Jonathan, que significaba elegido por Dios. Y le hicieron caso.
En la Navidad de 1998, Mario y Luz Adriana habían comprado una bicicleta para regalársela a Mónica, su hija mayor. Sin embargo, justo al momento de entregársela, Jonathan pensó que era para él y como pudo se subió. “¿Es para mí?”, preguntó el pequeño emocionado. “Esa es para tu hermana, pero para vos también hay. Está ahí en el garaje”, le respondió Mario. Claro que realmente para él no había ese regalo, así que fingió que saldría al garaje, pero fue hasta la tienda de bicicletas de un amigo, armó una rápidamente y se devolvió a casa para cumplirle el deseo a su hijo.
Dos o tres veces a la semana salían en familia a montar por las calles de Pácora. En ese momento era algo netamente recreacional, no había ni siquiera competencia interna entre los hermanos Restrepo. Jonathan, antes que ciclista, quiso ser futbolista. Hacía muchos goles en los equipos infantiles del Deportivo Pereira y los balones pasaron a ser más importantes que las ruedas. Pero algún día no le fue bien en la cancha y le dijo a su papá: “Mi futuro es el ciclismo. No volveré a entrenar con el Pereira”.
A los 13 años comenzó a salir a montar en la bicicleta de ruta de su papá con los demás alumnos de él. Hacían un recorrido que salía de Pácora y terminaba en un ascenso de nueve kilómetros, y allí Jonathan demostraba condiciones. Luego comenzó a ir a carreras departamentales, en las que inicialmente la idea era sólo rodar y no obtener resultados destacados. De hecho, su primer triunfo se dio en un certamen juvenil, que se cumplió un año después de que comenzara a montar. “Ganó medalla de oro en la ruta y la crono. Ahí me convencí de su potencial y comenzamos un entrenamiento aún mucho más duro”, recuerda Mario.
Luis Hernán Castañeda y Juan Pablo Villegas ya habían sido alumnos suyos en Pácora. Ambos se habían consolidado como ciclistas y habían cumplido el sueño de integrarse a equipos profesionales. Pero su hijo tenía algo especial. No era el mejor en terrenos llanos, pero era potente y rápido; no era el mejor escalador, pero se defendía en los ascensos, y gracias a su formación en la pista, era buen embalador y contrarrelojero.
Justamente esas virtudes lo llevaron al Coldeportes Claro, equipo con el que siguió su evolución y se mostró a nivel nacional. Pero rápidamente, gracias a triunfos como la medalla de oro en los Panamericanos de Ruta de 2015, los mejores equipos del mundo pusieron en él su mirada. El que primero se movió fue el Team Katusha, de Rusia, que lo llevó a prueba a la Vuelta a Burgos de 2015 y finalmente se terminó convenciendo del talento del colombiano, quien firmó por dos años con esa escuadra.
Y el año pasado se destacó. De hecho, en su primera temporada le dieron la oportunidad de participar en una de las grandes. Fue a la Vuelta a España y logró mostrarse en varias etapas. Terminar en la casilla 184 fue lo de menos; lo más valioso fue que pudo repetir en más de dos oportunidades un final de etapa en el top 10.
En el inicio de esta temporada no bajó los brazos y, tal como pensaba su papá, “a medida que vaya madurando va a ser mejor”. Fue el mejor joven en el Tour Down Under, en Australia, y este fin de semana logró una destacada actuación en la Vuelta a Murcia, terminando en el segundo lugar, por detrás del español de Movistar, Alejandro Valverde.
En Pácora es ídolo. Este municipio de cerca de 12.000 habitantes se siente orgulloso de su hijo. De hecho, gracias a sus logros en estos años, la Alcaldía y la Secretaría de Deportes crearon una escuela de ciclismo que es dirigida por Mario, el papá de Jonathan. La idea es que se repitan muchos casos de éxito como el de este pacoreño que, aunque sólo tiene 22 años, ya ha dejado huella en su tierra.