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De todos los colores y tamaños, para niños o adultos. De montaña, ruta o urbanas. Algunas exportadas y otras tantas de su propia marca, la que lleva su nombre, que se convirtió en un referente del ciclismo: Raúl Mesa. Por esa bicicletería de tres pisos, de la que Mesa no recuerda cuántos metros cuadrados tiene, pasaron Lucho Herrera, Álvaro Mejía, Santiago Botero, Fernando Gaviria, Julián Arredondo, Rigoberto Urán y hasta Cochise. “El único que no ha estado acá es Nairo, pero porque vive en Boyacá”, dice. (Especial del Tour de Francia)
En las mañanas llegan los carros con bicicletas en sus baúles, colgadas de la puerta o amarradas al techo, llevadas por “pelados” que salen o llegan de entrenar. Esos son los futuros ciclistas del país, sobre los que Raúl Mesa concentró su atención. Se enorgullece de ser más entrenador que ciclista y en ello encontró su realización.
Transcurría 1987 y llevaba años en el ciclismo, cuando le dio por montar un negocio de bicicletas. Empezó en la carrera 70 de Medellín, tuvo otra sede cerca de allí y luego la pasó al lugar donde está hoy, en el sector de Laureles. No es casualidad que las ciclorrutas del barrio conduzcan a ese lugar de paredes azules y letras blancas, de donde todos los días sale alguien pedaleando en su nuevo caballito de acero.
Las primeras bicis que vendió fueron compradas por ejecutivos. Eran marca Arius y Alan. Estas últimas las importaba de Italia. Eran de aluminio y de las pocas de esa clase que había en Antioquia. Tuvo otras marcas y después comenzó a usar su nombre en las bicicletas. Este deporte, en el nivel aficionado y profesional, tiene su nombre. Cuando alguien rueda por la ciclovía de los domingos, en Medellín, no le alcanzan los dedos de la mano para contar todas las bicis Raúl Mesa que pasan por su lado.
En su bicicletería está una parte de la historia del deporte: su experiencia y la de Carlos Mario Jaramillo, su yerno y entrenador de la selección colombiana; por eso, de allí han salido los mejores.
Cinco cuadros ambientan el lugar, todos de triunfos que consiguieron los colombianos sobre dos ruedas y con el motor de sus piernas, entre ellos, el triunfo de Nairo Quintana en el Giro de Italia de 2014 y cuando se coronó rey de la montaña en el Tour de Francia de 2013. También están Rigoberto Urán cuando fue segundo en el Giro, Carlos Betancur como ganador de la París-Niza y Camilo Gómez —alumno de Jaramillo— al ganar el clásico RCN. “Quiero recordar lo bueno de los más representativos”.
¿Y qué es lo que más recuerda? El Tour de L’Avenir, en el 80, con Alfonso Flórez, porque fue el lanzamiento del ciclismo colombiano en Francia y en Europa, el día que “los colombianitos le ganamos al campeón olímpico”. De los de ahora, triunfos en 13 vueltas a Colombia, otros tantos con Óscar Sevilla y Santiago Botero están siempre latentes en su memoria. ¡Qué decir de los de Carlos Mario, su yerno! En 1993, cuando integraron el Orgullo Antioqueño y ganaron la Vuelta a Colombia, después de 25 años.
Raúl Mesa sólo corrió seis años en el velódromo; se retiró y cuando cumplió 28 se convirtió en el técnico de Antioquia: ahí empezó su historia, con una escuelita de ciclismo desde los equipos que acompañó. “Me pagan por el deporte que me amaña y me hace feliz. Aunque me gusta el fútbol, me obsesiona el ciclismo… Me fascina”.
Ahora es un negocio familiar, pues quería que otros lo tomaran para él dedicarse a lo que le gusta: entrenar ciclistas y estar pendiente de ellos. “Ya estoy que me retiro; he hecho muchas cosas y he cumplido”. Ahora sueña que su nombre siga siendo relacionado con el ciclismo en Colombia. Su huella está en muchos de los escarabajos que triunfan alrededor del mundo, pero la intención de él también es que la generación del futuro esté influenciada por él y sus bicicletas.