La travesía de la ciclista Diana Peñuela por Europa

En los últimos tres meses, la ciclista de 32 años del Alé Cipollini ha corrido 14 pruebas en Bélgica, Holanda, Italia y España, una aventura para ella.

Camilo Amaya - @CamiloGAmaya
03 de mayo de 2019 - 03:17 a. m.
En lo que va del año, la pedalista caldense ha recorrido 1.982 kilómetros en competencia.  / Equipo Alé Cipollini
En lo que va del año, la pedalista caldense ha recorrido 1.982 kilómetros en competencia. / Equipo Alé Cipollini

Este año, Diana Peñuela cumplió el sueño de correr la Strade Bianche, una de las clásicas más importantes de Europa. Ese día, a diferencia de muchas ciclistas, la caldense disfrutó la ruta destapada y el terreno agreste, también el clima. Sin embargo, no contó con suerte, pues hubo una caída y cuando intentó esquivar al racimo de pedalistas que yacía en el suelo, se metió por un sector de tierra lisa y también se desplomó. Una de sus zapatillas se rompió, el carro de su equipo le ayudó para arrancar de nuevo, pero el corte con el grupo de punta ya era muy amplio. “Lo disfruté, y mucho”. Esa fue una de las 14 pruebas en las que estuvo la colombiana en los últimos tres meses, incluyendo una gira por la región de las Ardenas, con carreras rústicas por caminos construidos hace cientos de años, lugares mágicos que parecen salidos de un cuento, de narraciones de la Edad Moderna.

“Ciudades viejas, paisajes hermosos. Es tan lindo que por momentos olvidas el sufrimiento de rodar por ahí, de tener lodo por todas partes, frío y cansancio”. Diana salió de Colombia luego del campeonato nacional de ruta el 2 de febrero de este año (terminó en el sexto puesto), y se radicó en Calpe (España), donde vivió con la serbia Jelena Eric, su compañera en el equipo Alé Cipollini.

En ese lugar tranquilo, que permite ver el contraste de la montaña y el mar, Peñuela ha aprendido a convivir con la soledad, a saber la hora de salida de los entrenamientos mas no la de llegada, a buscar nuevas rutas, a perderse por una zona en la que es habitual que los equipos World Tour hagan sus campamentos antes de una nueva temporada. “Hay subidas como el puerto de Arrate, famoso por ser uno de los más duros de la Vuelta a España. Y eso me acerca a la realidad de las competencias que tengo, entonces me gusta mucho. De hecho, algunas veces me regañan porque tengo un plan de cuatro horas y, pues, me pierdo y terminan siendo seis. Pero así es que uno conoce, la única manera de hacerlo”.

Diana también hizo las veces de ermitaña, no por vivir alejada de los demás, sino por estar concentrada en sí misma, procurar economizar al máximo todo: energías, pensamientos, hasta dinero. Por eso cocina para ella y no pierde la tradición del almuerzo: fríjoles, lentejas y arroz para romper con la monotonía del pollo y la pasta que le dan en las carreras. “Y luego me pongo a trabajar, a diseñar uniformes de ciclismo, a hacer yoga o gimnasio, dependiendo el día. Después cocino la cena y a la cama. Lo sé, suena rutinario y aburrido, pero eso permite estar enfocada en lo importante: competir”.

La rudeza de las clásicas belgas no la quebrantó, ni siquiera la Lieja-Bastoña-Lieja y su recorrido infernal, los fuertes vientos que generaron abanicos, el pelotón en línea y una diferencia de más de tres minutos que la dejó fuera del tiempo establecido. Tampoco la Flecha Valona, la única prueba que no terminó en esta pericia europea. “Una niña que iba al frente se movió mucho, la golpeé con la rueda delantera, la rompí y no pude continuar. El carro acompañante ya estaba con nuestra líder, entonces no pudieron ayudarme. Por fortuna, la parte final era un circuito y me devolví con mi llanta doblada, chirriando”.

Sí la hizo vulnerable algo que, en teoría, no parece tan complicado: los desplazamientos para llegar a las competencias. “Suena sencillo decir que hay que llegar a un aeropuerto a las seis de la mañana, pero toca pensar en el bus, en la ruta, en el hotel, de ser necesario. Son vainas que poca gente entiende y que estresan. Y no se puede tomar un taxi porque vale mucho y a nosotras, a diferencia de lo que dicen, no nos pagan como a los ciclistas hombres. Y por eso hay que ahorrar en todo lo que se pueda”.

Diana lloró un par de veces en la playa, pensando en el largo camino que a veces la ansiedad hace corto. Y a su mente vinieron Manizales, los almuerzos en la casa de la abuela Rosa Helena, la vida sencilla. Y con esa mirada desnuda al horizonte se dio fuerzas a sí misma para continuar hasta el final. “Es lo mejor que me ha pasado. Y ahora vuelvo al país para trabajar más fuerte, para que mis números permitan estar en el Giro de Italia”. Por ahora, el Alé Cipollini ya tiene definidos cinco de los seis cupos para la carrera Italiana que comienza el 5 de julio. El último se determinará en los meses que faltan, en una serie de situaciones que Diana espera jueguen a su favor. “Hay que seguir para adelante y pensar que todo es posible”.

Por Camilo Amaya - @CamiloGAmaya

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