La vida común y corriente de Nairo Quintana

Charla para conocer el lado más humano del pedalista boyacense. Alejado de las cadenas de los resultados, habla de su filosofía de vida, el peso de la fama y la difícil coyuntura del ciclismo colombiano.

Thomas Blanco Lineros - @thomblalin
07 de noviembre de 2019 - 03:00 a. m.
Nairo ha sido subcampeón en dos oportunidades del Tour de Francia.  / AFP
Nairo ha sido subcampeón en dos oportunidades del Tour de Francia. / AFP

A esta altura de su vida, Nairo Quintana está por encima del bien y del mal. Del canibalismo de los colombianos, la polución de las redes sociales y los sofismas de los periódicos. También de las adulaciones. Cadenas que ha tenido que asumir por el imperial e imperdonable peso de la fama, línea tan delgada de vida. Él vive, desafiante, a contracorriente, a su manera. Punto. Nada de vehículos de alta gama, viajes a ciudades excéntricas, ropa de marca, pff. Una bicicleta y el campo, su campo, el de Boyacá, nada más, nada más desprendido. Como si la notoriedad no lo hubiera cambiado.

—Nairo, si su vida se acabara después de esta conversación, ¿qué sería lo último que pediría de comer?

—Uy, hay tantas cosas ricas... pero escogería algo con muchas cosas del campo: un tamal.

Rebeldía de vida pura desnudada en una respuesta sencilla. Porque conoce el analgésico de la fama: la magnanimidad. El reconocimiento del valor que tienen los pequeños detalles.

No le importa el mundo exterior. Trata de llevar una vida común y corriente, aunque es una premisa imposible y él lo sabe. El sacrificio más grande que ha tenido que hacer el mejor ciclista en la historia del país es precisamente ese: “Perder mi libertad”.

“Es no poder tener una vida privada. No salir a la calle y pasar desapercibido. No tener que cumplirle a nadie. Pero todo eso tiene un pago: es bien bonito cuando uno se encuentra la sonrisa de un niño con cara de agradecimiento por lo que uno hace. Eso paga todo”, agrega Nairo en entrevista con El Espectador luego de uno de los años más difíciles de su carrera. Y eso que ganó una etapa en el Tour de Francia y otra en la Vuelta a España. La vara del boyacense de 29 años.

Una vara que deja en segundo plano, más bien en plano general. Porque su vida está compuesta por mucho más que los resultados. “Nairo no le debe nada a nadie. Solo yo sé lo que me he preparado para dar y hacer las cosas, así que estoy satisfecho”.

Luego de seis participaciones en el Tour de Francia, en tres de ellos dentro del podio y en dos como subcampeón, no lo trasnocha ganarlo. Sueña con hacerlo, pero ha aprendido a aceptar el valor de la trama y no del desenlace. Nairo vale más que una distinción en su hoja de vida. “Hacemos lo mejor y damos todo lo que podemos. Nos preparamos de la mejor manera para representar de forma digna al país. Muchas veces sale, otras veces no, pero debemos seguir insistiendo, persistiendo. Seguir entrenando y, como alguna vez lo dije: no porque una cosecha no se dio vamos a dejar de cultivar. Vamos a seguir metiéndole el corazón y las ganas con todo el apoyo de los colombianos”, dice, como siempre, en plural.

El plano detalle de su vida lo componen Paola, su mujer; Mariana, su hija; y Tomás, su hijo y nuevo miembro de la familia Quintana. “Al comienzo era más difícil ser padre. Ahora lo llevo en el corazón, en la sangre. No me cuesta nada madrugar o trasnocharme porque es la sangre de uno. Cada vez que te toca cambiar un pañal lo haces con un gusto que es grandísimo”, apunta.

En medio de esa digna filosofía de vida ha nacido otro sentimiento genuino: la filantropía. Ayudar a quienes necesitan una mano en el ciclismo que no depende de ellos. Nairo es un tipo que conoce el mundo entero. Y en cada continente ha encontrado un común denominador: ese imaginario colectivo de que Colombia es cocaína, balas y Pablo Escobar.

“Por eso decidí crear una campaña que se llama ‘Los Verdaderos Capos’, porque los verdaderos capos son los ciclistas y no los que promueven en las cadenas de televisión y que tanto daño le han hecho al país”. Esta iniciativa les otorgará recursos a niños que quieran abrirse camino en el ciclismo, pues el pedalista destinará una porción de las ganancias que obtenga en el Gran Fondo Nairo Quintana, carrera aficionada que se disputará el próximo 1.º de diciembre en Villa de Leyva. “Voy a luchar por cambiar esa imagen negativa del país”.

Otro de los rasgos que han caracterizado al ganador del Giro de Italia 2014 y la Vuelta a España 2016 es no tener pelos en la lengua. La coyuntura, además, lo sugiere: Colombia es el país con más casos de dopaje en el planeta. Por ese virus se acabó el equipo colombiano más importante y el único que representaba al país en las carreteras europeas, el Manzana Postobón. El ciclismo está sobreviviendo con migajas y varios de los patrocinios de los equipos para el próximo año están en entredicho. Eso sí, para vanagloriar el título del Tour de Francia de Egan Bernal, la empresa privada sí ha sido un agente activo. El ciclismo colombiano está en cuidados intensivos. Y también recuerda la mala planeación que hubo para preparar el Mundial en el Reino Unido.

“Muchos ciclistas se van a quedar sin trabajo. No vamos a echar culpas a muchos ni a ninguno, porque son varios los culpables. A raíz de eso he decidido emprender con Los Verdaderos Capos. Respecto a la Federación Colombiana de Ciclismo y a estos temas, es lo mismo de todos los años: las mismas críticas, los mismos señalamientos. Solo puedo decir que es lo que somos”.

Boom. Y ya mira de reojo el futuro, distinto tras ocho años en las filas del Movistar Team. A partir de 2020, el boyacense correrá en la escuadra francesa Arkea Samsic. Un nuevo comienzo acompañado por dos de sus grandes amigos y compañeros: Dayer Quintana, su hermano, y Winner Anacona. “Me da tranquilidad tenerlos trabajando conmigo”.

No mira atrás, a las especulaciones de una mala salida del equipo. “Hubo lo que varios vieron, lo que muchos pensaron. La realidad solo la sabemos los que estuvimos ahí”, cierra el deportista menos común y corriente en la historia del país, aunque intente vivir una vida común y corriente.

Thomas Blanco Lineros- @thomblalin

tblanco@elespectador.com

Por Thomas Blanco Lineros - @thomblalin

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