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Lieja es sinónimo de ciclismo lento, certero, profundo, de las épocas en las que cada pedalista debía llevar el neumático de repuesto colgado como una banda presidencial mientras recorría 400 kilómetros alrededor de la ciudad belga, atravesando riachuelos, carreteras polvorientas que se convertían en lodazales con cualquier llovizna tierna.
Era, en realidad, una crueldad insoportable tolerada únicamente por el amor hacia la bicicleta. Esta población, que no llega al millón de habitantes, es la casa de la decana de las carreras, de la prueba más antigua del ciclismo moderno: la Lieja-Bastoña-Lieja. En esta oportunidad el protagonismo será para el Tour de Francia, para la segunda jornada de la edición 104 de la ronda gala, carrera que ya tiene como hábito pasar por Bélgica (desde 1903 este país ha acogido la salida o llegada de una etapa en 77 oportunidades).
Este domingo será la novena vez que la carrera por etapas más importante del mundo llegue allí. La historia comenzó en 1948, época de posguerra en Europa, cuando Gino Bartali, el ciclista italiano que escondía identificaciones falsas en su marco para poder salvar a los judíos de la persecución nazi, se quedó con el triunfo en la jornada 19 tras pedalear 249 km partiendo desde Metz, en Francia. Eran tiempos de ciclismo legendario, de las gestas épicas. Dos años después, en 1950, la población belga recibió de nuevo al pelotón, también proveniente de Metz. A vuelta de rueda, Adolfo Leoni, un velocista puro, levantó los brazos tras 241 kilómetros de travesía.
En 1953, nuevamente partiendo de Francia (Metz), Lieja albergó la ronda gala en su segundo día de competencias. Luego de 227 km, y de pasar por las calles empedradas y angostas de la ciudad, el suizo Fritz Schär, un hombre con frente grande y nariz aguileña, con un casco aerodinámico natural, ganó en solitario. La organización volvió costumbre darle protagonismo a la ciudad, y en 1956 la jornada inaugural llegó al ya centro industrial de Bélgica. Un hijo de la marsellesa, André Darrigade, venció después de pedalear intensamente a lo largo de 223 km.
Pasaron nueve años para que la pancarta de la meta estuviera otra vez allí. En 1965, en la primera etapa, que se dividió en dos, el local Rik van Looy ganó la dura travesía de 149 kilómetros. Hasta ahora el único pedalista de ese país que ha triunfado ante la gente de Lieja. Pasaron 24 horas y el equipo galo Ford France Gitane Dunlop se hizo a la contrarreloj de 22,5 km.
A comienzos de la década de los 80, el holandés Ken Lubberding ganó la tercera fracción de 228,5 km. Los cronistas cuentan que su larga melena, cual vocalista de una banda de rock, fue lo primero que vieron los espectadores que con banderas a lado y lado de la carretera esperaban cerca de la llegada. Desde ese momento hubo un receso de 32 años sin que esta población viera el Tour, disfrutara el Tour.
En 2012, en un prólogo de 6,4 km, Fabian Cancellara, el afamado suizo de la velocidad, obtuvo el triunfo, siendo el último corredor en ganar en Lieja. Hoy, otro nombre se sumará a la lista que inició Bartali, un hombre con una dureza a prueba de todo y, que por ahora, tiene en el final a Cancellara, un ciclista que durante su viaje sobre los pedales muy pocos pudieron alcanzar.