Martha Bayona: de la duda, la fuerza y la consistencia

La ciclista santandereana obtuvo una medalla de oro en la Copa Mundo de Pista en Australia el pasado domingo. Esta victoria la acerca a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Andrés Osorio Guillott
22 de diciembre de 2019 - 02:00 a. m.
Fedeciclismo
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“La duda es el principio de la sabiduría”, afirmaba el filósofo francés René Descartes. La duda es necesaria para desandar los caminos que solemos habitar y en los cuales construimos un fortín que está asegurado por el confort que se disfraza de experiencia. Habitar la duda es atreverse a los rincones desconocidos de nosotros mismos. Enfrentarse a ese escenario es algo que puede suceder constantemente en el deporte, y en el caso de Martha Bayona no existe la excepción.

Días atrás, en una entrevista que la santandereana concedió a W Radio, afirmó que el keirin es una prueba en la que no se sabe qué pueda pasar. El deporte en general tiene ese rasgo inherente a lo que también es nuestra condición humana. Ya sea en el keirin, en el ciclismo de ruta, en el fútbol o en el boxeo las condiciones nunca sugieren el resultado final. Si bien todos están supeditados a su disciplina, concentración y demás virtudes que exige el campo, cualquier factor puede incidir y es por ello que la agilidad mental para dudar y decidir en qué momento debe realizarse el movimiento exacto se hace indispensable para obtener el resultado añorado.

El pasado 15 de diciembre, Martha Bayona disputaba la medalla de oro en la Copa Mundo de Ciclismo de Pista que se celebraba en el velódromo Ana Meares de Brisbane, en Australia. En la competencia de keirin, la colombiana se mantuvo en el tercer puesto hasta la última curva en la que aceleró, y faltando un par de metros dio un último empujón para quedarse con el primer puesto. El soplo final provino de su fuerza interior y de la inspiración que le dio su compañero Kevin Quintero el día anterior tras ganar la medalla de oro en la misma competencia.

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Bayona, que superó a Nicky Degrendele y a la anfitriona Stephanie Morton, favoritas para quedarse con el primer lugar, ha tenido una relación cercana con la bicicleta, pues no solo es el vehículo que la lleva a cumplir sus metas, sino también es su medio de transporte para movilizarse desde su casa en San Javier, en Medellín, hasta el velódromo Martín Emilio Cochise Rodríguez, donde entrena las mañanas.

A Pedro Bayona López, su padre, le debe el primer y determinante encuentro con la bicicleta. Fue con él que decidió montarse por primera vez en ese caballito de acero que se ha convertido en una insignia del deporte nacional. Desde 2002 la estuvo acompañando a los circuitos que se realizaban en su ciudad. Siempre la impulsó a presentarse en competencias. A la par de la disciplina, Pedro Bayona le enseñó a su hija a sentir pasión por el deporte, a permitirse que el corazón tuviera una relación con la bicicleta.

Con John Jaime González, su entrenador, acuerda que lo primordial en la pista, minutos previos al lanzamiento, es disfrutar, que es imperativo no olvidar que antes que competir se disfruta, pues la competencia simple y llana fractura el carisma con quienes están a su lado, que competir sin pensar con el corazón es querer acabar con el otro.

No hay tiempo para las vacaciones. El objetivo de ella y muchos otros deportistas es lograr una casilla para participar en los juegos Olímpicos de Tokio 2020. Para ello, Martha Bayona, que llegó el martes pasado a Medellín y que se mostró feliz por volver a ver a la familia que la recibió con el amor de siempre y con un regalo especial por la medalla de oro que obtuvo en Australia, sigue entrenándose para ser la aguerrida de siempre y llegar en buen estado físico a la Copa Mundo de Pista que se llevará a cabo en Ontario, Canadá, del 24 al 26 de enero de 2020 y al Mundial de Pista que se realizará en Berlín, Alemania, del 26 de febrero al 1° de marzo de 2020.

Hace un año la ciclista colombiana sufrió una caída que le frustró la posibilidad de ganar una nueva medalla en la Copa Mundo de Londres. Por la convicción que demuestra supo evadir la adversidad y logró retomar su nivel. La medalla de oro fue un premio a su consistencia y una forma de reafirmar que los propósitos se cumplen con largos recorridos, que a Itaca se llega perdiéndoles el miedo a los cíclopes y atravesando varios parajes que exijan nuevos retos, que vayan armando el rompecabezas que hace falta para ser un poco más sabios y más humanos.

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Bayona recordó a Kevin Quintero, que estuvo con ella en las pasadas competencias en Australia. Celebró con él antes de su participación, luego alzó los brazos cuando pasó la meta. Señaló al cielo pensando en Dios, a quien le agradece por sus virtudes. Ahora sigue trabajando, sigue siendo esa mujer vehemente, esa mujer que recuerda el temple de la mujer santandereana y que lleva a cuestas sus secretos, sus luchas, sus agradecimientos, sus anhelos y sus motivaciones.

Cada empujón en la recta final es un deseo de alcanzar la victoria, de realizar y darle sentido a cada día de trabajo y un anhelo de alzar los brazos, añorando las alturas de los cielos para rozar la infinitud que en tierra jamás conoceremos.

Por Andrés Osorio Guillott

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